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FaceApp: apariencia virtual

Manejar el tiempo hasta vernos cómo seremos. Más viejos tal vez. Con más experiencia, quizás.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

 

Todo es cambio de apariencia. Aparentar es una virtud argentina de parecer lo que no somos, pero también sufrir si tenemos conciencia sobre adónde nos llevó el escenario virtual. FaceApp es un servicio de los tantos que internet nos ha reservado, para vernos cómo lucimos por ejemplo, decrépitos, ancianos, ajados, surcados y extenuados al final de la extensa recta. Se ha publicado una muestra en las redes con Messi  y Tinelli, y se parecen a una realidad gráfica de anticipación por comprobar.

Digo, es un dato más, para los políticos que pretenden correr, que más se los ve como desocupados que como personas preocupadas por cometidos sociales. La apariencia a veces no tiene lugar, aunque pretendamos ser inocentes, virtuosos, inteligentes, ese arsenal válido para competir y no para simplemente subsistir. Diría, buscas de “conchabos” calificados. Vivos y oportunos, porque en el juego de intereses aún no han perdido el olfato ni la velocidad para ganarles por derecha, ya que su juego ha sido siempre sobradamente transgresor. Las imágenes gráficas de los medios no agregan nada que inspire confianza, por el contrario se los ve en permanente avalancha sin temor de pisar a nadie.

Es como un gran desierto donde Argentina yace extenuada y desválida, ante la mirada atenta y a expensas del acecho masivo de bandadas de aves depredadoras, prestas para el mordisco final.

Hoy, la inocencia de quienes la arrebataron es una cuestión de estado que enriquece sus campañas. Alguna vez alguien me dijo: ‘no se hace honesto, se nace honesto’. No matamos y después somos inocentes. No robamos y después nos proclamamos inocentes. No se puede girar tan drásticamente y ser lo que no supimos ser. El tango, que es el blues del pueblo, porque habla de sus miserias o sus pequeños triunfos, lo pinta con certeza marcando esa falla argentina de la apariencia, y lo compara con la pluma de un adelantado que imprimió rompiendo lo primario con metáforas, cuando las palabras no encuentran una realidad que se le asemeje, Homero Expósito. El mismo de “Naranjo en flor”: “Más blanda que el agua blanda.” O, en la definida experiencia literaria del autor, cuando habla de la apariencia en “Afiches”: “Cruel en el cartel, / la propaganda manda cruel en el cartel, / y en el fetiche de un afiche de papel / se vende la ilusión, / se rifa el corazón. / En esta campaña, se vende el corazón más que la capacidad, la transparencia en vez de la verdad, y en un santiamén se colocan “a la cola” tratando de recibir algo, aunque la mentira sea una de las armas, porque el interés es tanto que nada es imposible, porque nadie tiene tiempo de arrepentirse. Porque hacerlo es perder posibilidades. La historia narrada tiene mucho de “Naranjo en flor”: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir…” Claro, nadie parte cuando aún abrigan las posibilidades aunque no las merezcamos; es jorobado enmendarnos cuando solamente abriga el ego y el arrepentimiento pasó a cuartel de invierno. Al olvido que siempre nos salva en el límite justo de lo injusto.

El afiche se asemeja mucho al maquillaje. Tratar de ver lo que no somos. Sentirnos felices no siendo lo que horriblemente somos. Es también de Homero Expósito, esa pieza que habla de la apariencia “empolvada”. “Mentiras…/ son mentiras tu virtud, / tu amor y tu bondad / y al fin tu juventud / Mentiras… / ¡Te maquillaste el corazón...! / ¡Mentiras sin piedad...! / ¡Qué lástima de amor…!”.

Hay algunos que viven de ilusiones, y esas irrealidades ponen como meta al ser enamorado que no exige nada y se convierte en un ciudadano más, que no pide, no impone absolutamente nada porque el amor lo traiciona. Terreno propicio para arriarlos, usarlos, porque las promesas aunque vanas son promesas de esperanza. Y que como afiches prometen, martillando en cada uno solamente sloganes, apelaciones que son fetiches como un afiche de papel como lo marca enfáticamente el autor.

¿Qué piensan...? ¿Qué harán...? Son promesas de campaña, ideas tiradas al viento que cada candidato se encarga de esparcirlas, sin un plan integral, anteponiendo solamente las ganas, aunque en silencio, la desesperación de figurar en alguna lista, y sumar de ser posible aunque los argumentos no dicen nada. Es siempre la parte no política de los políticos, la capacidad de soñar, imaginar, tener confianza ante cualquier promesa, aunque nunca se cumplan porque una cosa es pensar en el país concretamente, en el orden, en la disciplina, en la justicia justa para todos y no para algunos, y otra muy diferente cubrir las urgencias personales de ocupar cualquier banca, porque el asunto es estar sentado. Cubrir como el afiche o el maquillaje, aparentando lo que no se es, pero conformando al humilde y poco exigente sufragante que se ha tomado el trabajo de cumplir con la ley emitiendo su voto más sincero.

Porque justamente lo más manipulable es esa mentalidad argentina de soñar despiertos, de creer en un nuevo país que sale por arte de magia, y más que nada confiar en postulantes que luego la historia se encarga de pegarles un tirón de orejas que, por supuesto no se dan por enterados. Y no es malo soñar, es abrigar una idea mejor de un país que todos pretendemos, lo que pasa que al no exigir ni demandar porque no los auditamos, les brindamos todas las libertades que casi siempre se transforman en libertinaje.

Y es el tango “Afiches” que sin pretenderlo se acerca a esta realidad de grandes polarizaciones, declaraciones que más que palabras son peleas, a un estado nunca vivido previo a un año electoral, donde sin duda ajenos a colores, causas o partidos, son necesidades urgentes y personales por perdurar sin perder la beca a la que todos contribuimos. Porque “ella” es la Patria, fuente de toda razón, y la metáfora nos ayuda a pensar que son cuitas de un hombre y una mujer, y las apariencias como el afiche son textos crueles que nos conducen irremediablemente al desencuentro: “Yo te di un hogar…/ Siempre fui pobre, ¡pero yo te di un hogar..! / Se me gastaron las sonrisas de luchar, / luchando para ti, / sangrando para ti… / Luego la verdad, / que es restregarse con arena el paladar / y ahogarse sin poder gritar. / ¡Yo te di un hogar...! / -fue culpa del amor..!- / Dan ganas de balearse en un rincón..!” /

Porque amamos el país que nos vio nacer, porque justamente se trata de amor entre dos: el  ciudadano y “ella” la Patria. Vivir el uno para el otro en abrazo fraterno. Por eso nos duele ver lo que la hacen. Es una cuestión de amor, profundo y lógico.

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