Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar
Recientemente festejamos el día de los abuelos y los niños, adolescentes y también algunos adultos privilegiados, tuvieron la felicidad de acompañar y abrazar a esos grandes personajes que supieron conquistarlos desde su nacimiento.
Porque los abuelos, generalmente, son el contrapeso de los padres, al equilibrar la disciplina impuesta pero necesaria, con la empatía sabia de hacerse iguales a los nietos, cómplices muchas veces de las travesuras y cuando no es así, al menos como refugio y morigeradores de las sanciones merecidas.
Abuelos, dos veces papás, acumuladores de experiencias, simplifican las relaciones y amparan y protegen a los niños de los rigores de la educación, sin desmerecerla la suavizan, la explican, tienen el tiempo para esperar y ayudar a razonar y entender eso que conviene aunque fastidie la comodidad y el capricho de cada niño.
Los abuelos, tienen lo más valioso de tener para una relación tan entrañable, y es precisamente eso que escasea en los padres, “el tiempo” y la paciencia, porque no tienen apuros de compromisos laborales, sociales, con horarios rigurosos, que resultan extraños en una relación infantil.
Los abuelos, están siempre disponibles, aunque tengan sus obligaciones pendientes, están siempre disponibles porque saben valorar ese “tiempo tan escaso”, para multiplicarlo en efectividad, usándolo para lo importante, nada nunca superior al nieto, equilibrando sabiamente sus horarios.
Los cuentos, los relatos, los principios familiares, las tradiciones, las costumbres, las historias propias y ajenas, están allí, en compañía de las caricias, los mimos, los abrazos y también el oído atento para escuchar las dudas, las quejas y los reclamos (especialmente los infantiles).
Yo no conocí a mis abuelos, a ninguno, y aunque ocasionalmente gozaba de la compañía de los abuelos de mis amiguitos y compañeritos y veía la estrecha relación que los unía, nunca sentí complejo o pena por no tener abuelos, y esto simplemente porque no podía extrañar lo que nunca tuve.
Sin embargo, ahora que soy grande, sé la importancia y la felicidad que significa tener abuelos y puedo observar y analizar, aunque sin nostalgias, lo hermoso que puede llegar a ser la experiencia de compartir relatos, hazañas, travesuras y cariño con los inefables abuelos.
Porque los nonos son un regalo del cielo, ya que están siempre dónde y cuándo más se los necesita, son realmente “él oráculo” al que se puede (y hay que) recurrir, para develar todas las incógnitas y los desconocimientos familiares.
Los que tienen el privilegio de estar en situación de nieto, no deben desaprovechar la oportunidad que Dios les otorga de poder proyectarse a tiempos pasados, esos que conformaron la historia a la que pertenecen y de la que son fruto y consecuencia.
Porque los abuelos (dueños del pasado) son las raíces que sustentan la vida que se vive y también de aquella que se pueda proyectar con ilusión y esperanza.
*“Oráculo: persona que es escuchada por todos con respeto y veneración a causa de su gran sabiduría y doctrina”.