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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

A barajar y dar de nuevo

Por Alberto Medina Méndez

Colaboración

Especial para El Litoral

El resultado de las primarias ha dejado al desnudo un panorama impensado para la inmensa mayoría de los analistas políticos. La incertidumbre se ha instalado fuertemente y lo que viene es bastante difícil de predecir.

El debate tuvo como característica central un deliberado vacío de contenidos. La excesiva simplificación ayudó a polarizar entre dos fuerzas que apostaron a un “negocio” que maximizaba, en teoría, sus chances.

Hoy, con el diario del día después, solo se dispone de los números de votantes que acompañaron a unos y a otros. Se podría analizar cada aspecto de la elección con lujo de detalles y buscar explicaciones profundas.

Pero tal vez lo más importante, ahora, sería intentar proyectar tendencias para vislumbrar el potencial recorrido que plantee los diversos caminos que tiene el país de cara a un porvenir que también es impreciso.

No hay duda alguna de que esto ha cambiado. Negarse a ello sería muy infantil. Se puede entender la actitud de algunos, la ira de otros y hasta la depresión de tantos, pero es necesario parar la pelota y analizar lo ocurrido.

La política argentina ha cambiado una vez más. Esto que ha sucedido en los comicios es una bisagra que merece una pormenorizada reflexión y no una mirada superficial, sesgada, apasionada, incompleta e interesada.

Esto debe procesarse como se debe. Ha culminado una fase y se inicia otra. Ese cambio trae consigo transformaciones evolutivas que harán que las alianzas políticas nacionales sufran mutaciones a partir de ahora.

Con los guarismos disponibles, prácticamente irreversibles, y pese a las especulaciones de muchos que sueñan con una alquimia que modifique todo, va siendo hora de prepararse para esa inexorable transición.

El actual oficialismo tendrá mucho que revisar. Deberá hacer su autocrítica oportunamente, y evaluar como reconfigurarse de cara al futuro. Hay margen suficiente para hacerlo y no sería sano llegar a todas las conclusiones en caliente, sin tomar distancia de los acontecimientos.

En ese espacio algunos partidos con tradición histórica, seguramente, abrirán instancias de diálogo, catarsis y hasta acusaciones cruzadas para luego meterse de lleno en la imprescindible reconstrucción de sus formatos.

Otros partidos tendrán que replegarse y buscar nuevos horizontes y hasta es posible que alguno de ellos tienda a desaparecer o reconvertirse en otra modalidad política más distrital, acotando su desarrollo a ciertos ámbitos.

Los vencedores proponen un total misterio. La falta de claridad conceptual, el lenguaje insistentemente ambiguo y un discurso premeditadamente difuso ha dejado casi todo librado a la imaginación ciudadana y a múltiples suposiciones, desde las más verosímiles a las mas ridículas.

Pese a lo que dice el folklore, y a la elocuente tendencia etiquetadora, se trata esta vez de la convergencia de muchos sectores con afinidades, pero también con matices muy disímiles. Desconocerlo sería alterar la realidad.

Esa diversidad de personajes impide saber, a ciencia cierta, cual será el rumbo finalmente elegido, las políticas públicas a implementar y los nombres de los eventuales protagonistas de ese esquema de gobierno.

Claro que muchos, ante la ausencia de información, como sucede en estos casos, recurrirán a las conjeturas y entonces proyectarán sus expectativas según los prejuicios y percepciones que tienen de esas posibilidades.

Es importante, por eso, que quienes hoy lideran ese frente, abandonen los juegos de palabras y empiecen a plantear sus ideas y los perfiles de sus instrumentadores para disipar las dudas y aportar serenidad.

Desde ese lugar, probablemente, prefieran continuar con el silencio y con esta perversa modalidad que solo aporta confusión general, para no arriesgar un centímetro el resultado electoral que necesitan más que nunca.

Este cálculo mezquino habla, nuevamente, de la mediocridad de una dirigencia que no valora la institucionalidad y usa a los ciudadanos como “conejillos de indias” de este retorcido experimento social.

Unos y otros, oficialismo y oposición, ganadores y perdedores, usan el sistema para su propio provecho. Se llenan la boca hablando del país y la Nación, la constitución y las leyes, de la república y la democracia, para luego decidir en base a sus conveniencias personales de corto plazo.

El futuro está plagado de dudas. Las problemáticas que se deben enfrentar son enormes y los senderos a recorrer están no solo brutalmente empedrados sino también repletos de dificultades de gran magnitud.

El coctel es casi explosivo. Dilemas absolutamente reales y una crónica incertidumbre política, la extensa lista de desafíos complejos con una sociedad virtualmente dividida y un liderazgo ausente de la mano de políticos eternamente cuestionados no exhibe un punto de partida óptimo.  

El paso de las semanas aportará algo más de claridad, o al menos eso es lo que se podría esperar. Veremos ahora si el recambio que la gente pretende está a la altura de las difíciles circunstancias, o es una escala más en este prolongado proceso de deterioro progresivo.

Los antecedentes no juegan precisamente a favor, y la coyuntura plantea dificultades gigantescas, pero la sociedad espera otra vez ser sorprendida siempre y habrá que habilitar entonces el beneficio de la duda, al menos durante alguna temporada para ver la pericia de los postulados.

Lo que debe quedar también del lado de la gente, es la capacidad para entender que nada bueno ocurrirá sin una sociedad vigilante, que controle a sus gobernantes, que impida los excesos y ponga freno cuando corresponda. Eso es indelegable y es saludable que el poder lo sepa.

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