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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Una feria con matasellos de Caá Catí

La Feria del Libro de Caá Catí se realizará el 6, 7 y 8 de septiembre en la Biblioteca Juan Rivera y homenajea este año al poeta Carlos Gordiola Niella, en el centenario de su nacimiento.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Todos los críticos coinciden en señalar que él, Carlos “Cancho” Gordiola Niella, funda la lírica correntina contemporánea. David Martínez, Oscar Portela, Darwi Berti, José Gabriel Ceballos y Rodrigo Galarza, a través de distintas notas periodísticas en diarios o revistas, leyeron la obra en clave de crítica literaria, abriendo al público menos avezado las puertas para entrar al universo de Gordiola.

El escritor nacido en Nuestra Señora del Rosario de Caá Catí el 5 de mayo de 1919, fue maestro, poeta, dramaturgo, cuentista, pintor y vivió en Corrientes en una casa que tiene un cartel que dice “Aquí vive un poeta”.

La feria de este tradicional pueblo correntino cada año abre sus puertas con una conferencia relacionada con nuestra identidad, nuestros escritores, intelectuales o personas vinculadas a nuestra historia resaltando de ese modo la producción de contenidos propios, siempre en diálogo con los invitados especiales.

Este año el encargado de la conferencia inaugural será el prestigioso narrador de Alvear, José Gabriel Ceballos, quien hablará sobre la vida y obra de “Cancho” Gordiola Niella, a quien conoció y frecuentó cuando era estudiante de abogacía en Corrientes.

Esta edición toma un título de Gordiola como eje de las actividades que se desarrollarán a lo largo de la Feria: es una cita del libro de cuentos “Con matasellos de Caá Catí” que alude a la marca del origen de las cartas que partían desde el pueblo.

En el libro, Gordiola agradece a Zulma Esther Nocetti de Gottoli, Mima Meza Gervasoni de Billordo y Sara Velar Subizar de Gauna, que financiaron la impresión, y afirma: “Sigo diciendo que mi trajinar por los caminos del escribir, quería que, el noveno de mis libros editados, fuera en prosa. Prosa, sí, esa, la de la vida viva. Ayer, hoy, mañana. Aquí está. Son unos cuentos que llamo provincianos por el común telón de fondo que les da algún horizonte”.

“Su calidad depende del ánimo con el que lo aborde el posible lector. Personas, sin trastornos hepáticos, que los leyeron, los hallaron entretenidos. Dios me conserve el entretenimiento”. Octubre de 1978.

Una de las particularidades de esta edición será la presentación del libro sobre los 50 años de carrera de las Hermanas Vera, nacidas en Caá Catí, y un espectáculo que será inolvidable de estas cantoras que representan el arte genuino de esta amplia región del país.

Imagen y anécdotas

Además de su obra, hay dos cosas que me llamaron la atención desde siempre de Gordiola: una foto con otros escritores correntinos y el profuso anecdotario que pervive en la memoria colectiva sobre sus andanzas tanto en Corrientes como en su pueblo natal.

El libro de Roland Barthes “La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía”, analiza esta técnica como un tratado sobre el tiempo y, por lo tanto, algo entre la nostalgia y la muerte.

En esa obra de Barthes presenta su famosa idea de los dos elementos constitutivos de la fotografía en aparente oposición que constituyen el studium y el punctum.

El studium “no quiere decir estudio sino la aplicación a una cosa, el gusto por alguien, una suerte de dedicación general, ciertamente afanosa, pero sin agudeza especial. Por medio del studium me intereso por muchas fotografías”.

Pero es el “punctum” el elemento perturbador, es el pinchazo, el agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y también casualidad. Es el azar que ella muestra.

La foto que nos ocupa es en blanco y negro, muestra a cuatro personas un día de frío en el patio de una casa. Es un día de sol, la sombra proyectada en el extremo izquierdo en la prenda de uno de los hombres lo demuestra.

El escenario es la esquina de un patio con enredadera, canaletas y piso de mosaicos en damero blanco y negro. Supongo que hay un toldo escondido, porque se ve un alambre que asoma en la parte superior.

La edad de los hombres es incierta, pero dos parecen más jóvenes. Todos usan zapatos, tres de traje y uno lleva campera de cuero en clave más sport.

Uno lleva corbata, otro solo camisa, el tercero bufanda a cuadros y el cuarto, prolija corbata.

El de la derecha de traje, moño y sobretodo, no mira a la cámara y pierde la vista en la cuadrícula del piso; es el poeta Alfredo Asuad.

Juanjo Folguera mira de frente, lleva campera de cuero y remera, tiene más o menos 20 años, un audífono con cable asoma en su oreja; la foto debe ser de principios de 1960, aunque no puedo determinar con exactitud.

Lo que sí podemos saber es que es anterior a 1964. “En ese año Juanjo se fue de casa y de Corrientes. Volvió recién en 1968, por unos días, por cuestiones familiares, y después, en 1971, antes de irse a España”, me dijo Stella Maris, su hermana.

Años más tarde, el libro de Gordiola “Zona de penumbra” (1966) abre con el poema “Retrato de Carlos”, de Juanjo.

Estás solo… Es la noche. 

Dame fuego…

Tu ropa tiene escarlata:

Fausto tal vez… La luna te retrata

Contra el cielo 

tu suelo de andariego.

Vertical de blasfemia. 

Voz de ruego.

Algo en tus largos 

dedos se desata…

Te ajustas nuevamente la corbata.

¡Quizás un día duermas en sosiego!

Entre tanto, la fiebre. 

Dudas, mueres,

Pero vives y sufres. Los ayeres

Llevan al hoy seguro. 

¿Y el mañana?

¡De nuevo el sol sobre 

tus temporales!

Es la noche…

y al aire tus señales…

Mira… 

¡y el universo en tu ventana!

La fotografía que hace años veo en la vitrina de la Biblioteca de Caá Catí tiene, más allá de lo visible, algo que queda en los espacios de silencio, algo que vela el tiempo, algo que busco y no encuentro.

¿Por qué están juntos? ¿Qué están haciendo y de qué hablan? Y una pregunta clave: ¿quién tomó la foto y por qué?

Barthes dice que “la videncia del fotógrafo no consiste en ver sino en encontrarse allí”. ¿Quién fue esa persona que tuvo esa “videncia”? ¿Adela? Es algo que no sé y tal vez no sepa nunca.

Esta fotografía es un testimonio que se convierte en una red de esencias porque cada mirada dispara una lectura, un mundo de subjetividades que pasó, deviene y llega hasta nosotros.

El tema, para mí, es una reunión de amigos, pero la mirada que hiere, que punza, que llega al centro fue y es siempre el poncho de “Cancho”. El punctum es sin duda ese poncho de vicuña que puede ser catamarqueño puesto a la usanza de la época. Doblado y sobre el traje. Ese detalle “arrastra toda lectura, es una viva mutación de mi interés, una fulguración. Gracias a la marca de algo, la foto deja de ser cualquiera”, sostiene Barthes.

La fotografía se recibió en la Biblioteca “Juan Rivera” de Caá Catí en 2012 de mano de Adela, la viuda de David Martínez, con libros y papeles del escritor.

¿Me gusta la foto? ¿Me interesa? ¿Me intriga la foto? Todo eso.

Solo sabemos cómo llegó la foto a Caá Catí pero no la fecha en que fue tomada ni por quién, ni las circunstancias, ni el escenario de la reunión, tampoco de qué hablaban esa ¿mañana?

El último protagonista de prolijo traje con chaleco es David Martínez, el poeta que al momento de la foto ya había leído la obra seminal de Gordiola. Fue Martínez quien develó al público lector al nuevo poeta correntino, el primero que escribe más allá del paisaje poniendo atención al mundo interior, a las profundidades y vendavales del alma.

En el artículo “Presencia viva de un poeta correntino” de la revista correntina “Yurú peté”, de septiembre-octubre de 1951, el poeta y compoblano Martínez dice: “Su libro inicial, ‘Arcón de ensueños’, es un mensaje del mejor y más acabado romanticismo. Es un libro en que despiertan las voces interiores con la expresión apasionada de la edad y el aire melancólicamente confidencial y en sordina del amor apenas insinuado. Todavía no hay independencia de temas ni sentimientos. Ecos ilustres pueden advertirse en este o en aquel verso. Pero el cauce de la sensibilidad, la inmanente predisposición abre la perspectiva de una poesía, a todas luces personal”.

En 1941, en la estampa “Rimario del ayer”, Martínez ve la prolongación donde “Cancho” “quiere dejar todo ese mundo de contemplación perenne” y detecta las influencias de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado y del “lírico más puro y perfecto de la poesía argentina”, Enrique Banch.

El artículo abre con una opinión central que ubica a Gordiola dentro de la generación del 40 que comienza a manifestarse al igual que en el “interior aparecen nombres de innegable significación: Nicandro Pereyra y Eduardo Joubin Colombres en Tucumán, Manuel J. Castilla en Salta, María Adela Domínguez en Córdoba, Juan Enrique Acuña en Misiones y Martínez aquí, incorpora al poeta de Caá Catí, pero aclara: “Aun sin participar del movimiento del 40, pertenece a él por edad poética y física”.

En ese libro sus poemas ponen la mirada nostálgica de las calles de su pueblo, las distintas horas del día pero también las ausencias y las soledades.

No ya como una descripción folclórica sino como una aguda mirada del poeta que rescribe lo que ve y siente.

Después llegará “Madre Taraguy”. Martínez dirá en una revista saladeña: “He aquí la simple y a la vez grande advocación que solemniza la entrada a este templo donde se aspira toda la nostálgica belleza de un pueblo sufrido y legendario”.

“Corrientes necesitaba un poeta, un soñador nacido bajo su mismo cielo, que se nutriera de tanta gloria, casi olvidada, para alzarle un merecido altar poético en loor al inmenso pretérito que descansaba como soplo de un duende anochecido, entre la sombra de varios siglos de existencia. Necesitaba. Ya lo tiene”, afirma.

Más adelante, Martínez reflexiona sobre algo central en el devenir del poeta, su actualidad y su futuro; dice: “Me hacía pensar en un estancamiento, a la larga, o en ese estéril frutecer que nos tienen acostumbrados los cultores de la poesía de tierra dentro”.

“Gordiola Niella no se perdió. Lejos de ello, asimiló el ambiente a su sensibilidad, fue embelleciéndolo, logrando silenciosamente, a ojo y corazón de abierta vigilia, y superó al poeta vernáculo de Madre Taraguy, encontró un decantado y alentador lirismo en él. Halló el milagro de esa poesía que solo nos da la convivencia perenne con las cosas, la maduración viva que nos infunde lo que se ve y se siente. Sabiéndolo ver y sentir (dos difíciles virtudes que alcanza a ciertos elegidos)”.

Al momento de escribir esta nota Martínez ya sabía de la inminente aparición de “La aldaba herrumbrada” de 1951 y “Zona de penumbra” de 1966.

Decía en el artículo que había dos libros inéditos y sostiene que “eran su plena confirmación como poeta. Y nos alegramos, a propósito de ello, porque vemos en Gordiola Niella a una voz innegable y cumplida, en medio del suceder de este tiempo que sigue en su proceso de esperanzas y desesperanzas. Más éstas que aquellas, solo vislumbradas en la diafanidad de algunas veces, como en las que dejamos brevemente apuntada, quedando para otras notas el testimonio del pintor y del autor teatral, aspectos que completan la madurada recreación de este interesante espíritu”.

Los temas de su poesía o de sus cuentos son pocos pero intensos en su tratamiento: el paso inexorable del tiempo y los temores que eso le provocaba, la soledad, la nostalgia de su pueblo al que regresa siempre y la muerte presente en su obra y en cotidianeidad, ya que convivía con un féretro en su casa.

El hallazgo de Darwy Berti

En marzo de 2013 publica en Momarandú un artículo sobre nuestro poeta y Alfonsina Storni. Transcribo parte del mismo por el hallazgo de Berti.

“Llegué a la adolescencia y ya con mi primer pantalón largo, a principio de 1938, me fui a Buenos Aires exclusivamente para buscar a Alfonsina Storni. La encontré en el café del que era habitué, el legendario Tortoni. Estaba rodeada de sus amigas poetisas y pintoras. Fue en marzo de 1938, en otoño. Ella se suicidó en la primavera de ese mismo año, en octubre”. (Gordiola).

Yo les voy a pedir a este poeta correntino que nos diga alguno de sus poemas para que ustedes escuchen cómo él pronuncia las elles”, dijo Alfonsina Storni. Y Gordiola Niella leyó, a pedido de Alfonsina, uno de los poemas que luego aparecería en “Arcón de ensueño”, su primer libro, publicado en 1940. Un poema lleno de elles y de arena caacatiana, y de siestas y de lagunas, y de niñez y de adolescencia con chicharras y de…”.

La muerte 

Gordiola Niella murió el 25 de enero de 1982 en Corrientes. Sus restos descansan en su pueblo natal.

Juan José Folguera escribió en su libro “Saberse río” el poema “Tránsito”:

Tiembla en el agua

De la laguna el aire

Que fue a palabra.

Arbol caído

Verdece en hojas tiernas

Así mi amigo.

Poeta muerto

Tierra es para semilla

De poeta nuevo.

Ahora ya sabes,

Carlos Gordiola Niella,

Por qué cantaste.

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