Por Nelson R. Pessoa
Colaboración
Especial para El Litoral
En trabajos anteriores afirmé que Borges a los fines de sus cuentos usa ideas filosóficas, teológicas, religiosas, hipótesis científicas, más allá de que las comparta o no. Muchos expertos en su obra -por ejemplo, Gabriela Massuh, “Borges: una estética del silencio”- dicen que muchos de sus cuentos dan lugar a posibles múltiples interpretaciones. La lectura de su obra me lleva a compartir tal pensamiento. (Dicho entre paréntesis: hay cuentos -por citar algunos, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “El Zahir”- que me sugieren diferentes interpretaciones). Tengo varias conjeturas sobre el “juego” del ilustre autor.
En uno de esos artículos desarrollé la idea, a modo de ejemplo, de que su bellísimo cuento “El muerto” se construye sobre el pensamiento que cada ser humano viene con un “destino” marcado; reitero, desconozco si Borges creía o no en tal pensamiento; lo extraordinario es la construcción literaria del cuento en torno al personaje Otálora.
Ahora quiero sugerir una idea que me genera otro cuento, que también es poco conocido, mejor dicho, sin la fama de “El Aleph”, “Funes el memorioso”, “La biblioteca de Babel”, etc., pero que mucho me agrada, tanto, que lo he leído muchas veces; se trata de “La historia del guerrero y la cautiva” (según Rolando Costa Picazo e Irma Zángara, “Jorge Luis Borges, Obras Completas”, Edición Crítica, I, pág. 1.083, se publicó por primera vez en Sur, año XVII, Nº 175, mayo de 1949, y se incorpora “El Aleph”, primera del que forma parte). En mi opinión, Borges juega ahora con la idea del destino, pero esta vez con estas modalidades: a veces ese destino personal asume formas que escapan a la razón y la existencia de destinos similares.
El escenario del cuento es una extraordinaria mezcla -he aquí la genial ficción creada por el maestro Borges- de un libro que él (Borges) lee (“La poesía” de Benedeto Croce) y un suceso que sucedió o habría sucedido en la pampa argentina. El libro habla de un personaje llamado Droctulft; ¿quién es Droctulft? Un bárbaro que atacó el imperio romano, más específicamente Ravena, y en el ataque “abandonó a los suyos y murió defendiendo la ciudad que antes había atacado”. Y dice de este personaje: “A través de una oscura geografía de selvas y de ciénagas, las guerras lo trajeron a Italia, desde las márgenes del Danubio y del Elba, y tal vez no sabía que iba al sur y tal vez no sabía que guerreaba contra el nombre romano.
Quizá profesaba el arrianismo…”, y en ese lenguaje propio del gran escritor, agrega: “Venía de las selvas inextricables del jabalí y del uro; era blanco, animoso, inocente, cruel, leal a su capitán y a su tribu, no al universo. Las guerras lo traen a Ravena y ahí ve algo que no ha visto jamás o que no ha visto con plenitud”. En otras palabras, ese nuevo mundo lo atrae al bárbaro, por eso lucha y muere defendiendo a Ravena. Agrega Borges: “No fue un traidor … fue un iluminado, un converso”.
El segundo elemento o hecho de esta ficción sucede en la pampa argentina. La abuela paterna de Borges, inglesa, es la protagonista. Ella estuvo casada con el coronel Borges, quien estuvo destinado en la zona de los fortines en la lucha con el indio. “La comandancia estaba en Junín” -es el año 1872- y “más allá, lo que se denominaba entonces La Pampa y Tierra Adentro”; estos hechos son reales tal como surge de la biografía de Borges y relatos del propio escritor. Y dice el cuento: “Alguna vez, entre maravillada y burlona, la abuela comentó su destino de inglesa desterrada a ese fin del mundo”. Y sucede ahora el episodio bellísimo en la narración borgeana (que desconozco si sucedió o es ficción): un día le muestran a una “india” y “sus crenchas eran rubias”. Ella también era inglesa, fue hecha cautiva por un malón, “venía del desierto, de tierra adentro”, se había convertido en la mujer de un indígena, “de un capitanejo”, con quien había tenido hijos; ella ya se había convertido a la cultura indígena (como el bárbaro Droctulft se convirtió a la cultura romana). Y en uno de los momentos de mayor logro del relato, nos cuenta Borges que durante algunos pocos minutos, en la vivienda de la abuela, aquellas dos inglesas, muy lejos de su isla, en aquella inmensidad de la pampa, hablaron en su lengua materna, la “india” rubia, con cierta dificultad, pues hacía mucho tiempo -quince años- que no lo hacía en su inglés, “dijo que era de Yorkshire, lo fue diciendo en un inglés rústico, entreverado de araucano o de pampa” y “movida por la lástima y el escándalo, mi abuela la exhortó a no volver. Juró ampararla, juró rescatar a sus hijos. La otra le contestó que era feliz y volvió esa noche al desierto”, y, casi al final del cuento, se narra que “se vieron otra vez”, la abuela inglesa había salido al campo y “como en un sueño, pasó la india a caballo. Se tiró al suelo y bebió la sangre caliente. No sé si lo hizo porque ya no podía obrar de otro modo, o como un desafío y un signo”.
La abuela del narrador no puede entender aquella experiencia, por eso le dice a la india “inglesa” que no vuelva al desierto, por eso se siente “movida por la lástima y el escándalo”; pienso que ella es el símbolo -magistralmente creado por el maestro- para expresar lo que sentimos cuando no entendemos formas de destino que escapan a nuestra razón.
Borges introduce como tema central del cuento -esta es mi opinión- la “idea” (en términos de la filosofía de Platón, a la que conocía con gran solvencia) de la existencia, a veces, de un tipo o modo de destino humano que sufre cambios tan fuertes, que son incomprensibles, como el de los personajes tan dispares del relato, pues “mil trecientos años y el mar median entre el destino de la cautiva y el destino de Droctulft”. Sucede que Droctulft y la india “rubia”, sufrieron o tuvieron ese “destino común” de cambiar de modo tan profundo sus vidas, por eso escribe: “Imaginemos, sub specie aeternitais, a Droctulft, no al individuo Droctulft, que sin duda fue único e insondable (todos los individuos lo son), sino al tipo genérico que de él y de otros muchos como él ha hecho la tradición, que es obra del olvido y de la memoria”.