En el asentamiento informal del barrio Patono, ubicado al sur de la ciudad, durante el año pasado gracias a la iniciativa de un grupo de vecinas funcionó un merendero que durante los fines de semana se encargaba de brindar alimentos a cientos de niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Pero en las últimas semanas, ante la falta de asistencia oficial y colaboraciones solidarias, no pudieron continuar con su obra. Por lo tanto, los asistentes al merendero ahora deben asistir a otros ubicados en el barrio Santa Marta o bien acudir a la ayuda de iglesias cercanas para poder comer diariamente.
En el predio viven informalmente desde hace unos seis años unas 200 familias en grave situación de vulnerabilidad y que hasta el momento no reciben asistencia oficial a pesar de encontrarse incluidas en el Registro Nacional de Barrios Populares.
“Desafortunadamente, no pudimos continuar con el merendero por la falta de asistencia oficial y de ayuda con alimentos. Son familias muy humildes y carenciadas que no pueden acceder a la comida y mucho menos poder colaborar, por eso no se pudo continuar”, señaló Mercedes, una vecina del asentamiento del Patono e impulsora del merendero, en diálogo con El Litoral. “No podemos seguir dando asistencia y en los últimos tiempos pudimos conseguir alguna ayuda de unas vecinas que tienen otros comedores en el barrio Santa Marta. De todos modos, el nuestro no se pudo sostener en el tiempo. Por eso ahora la mayoría de los niños y niñas deben ir hasta el Santa Marta para poder comer todos los días; si no, van a alguna iglesia o centro cercano”, expresó la mujer.
Los referentes del asentamiento estimaron que en el predio habitan unas 200 familias numerosas en situación de vulnerabilidad que no cuentan con accesos formales a servicios básicos ni a infraestructura. Asimismo, indicaron que los habitantes se encuentran expuestos a múltiples factores de riesgo como desagües pluviales a cielo abierto y de considerable profundidad, basurales, alimañas, malezas y casillas deterioradas.