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Una propuesta radical

Por El Litoral

Lunes, 14 de diciembre de 2020 a las 01:01

Es un fenómeno recurrente, cuando un gobierno debe atacar la inflación reduciendo gastos desbordados, el sector que se proclama “sensible” a las necesidades populares critica a quienes son responsables de equilibrar los números.
Lo hizo Emilio Eduardo Massera durante la dictadura militar, cuando fastidiaba al entonces ministro de Economía, José Martínez de Hoz, recordándole que la economía debía estar al servicio de las personas y no a la inversa. Y que nadie da su vida por la tasa de interés. Durante el menemismo, el exministro de Obras Públicas (y más tarde, asesor de Julio De Vido) Roberto Dromi azuzaba a su colega de Economía, el riojano Antonio Erman González, llamándolo “contador sin visión política”.
El militante social y abogado Juan Grabois quiso emularlos repitiendo la misma muletilla en versión 4G, al decir que sacar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) “es ver la realidad con el Excel”. Aunque fue más allá, apuntando contra el presidente Alberto Fernández por el crecimiento de la pobreza, que ya alcanza al 44% de los argentinos. Según Grabois, “si no se puede hacer nada para evitarlo, hay que cerrar la Casa Rosada”. Mientras su referente en la presidencia del Senado arremete contra el Poder Judicial, quien se proclama amigo del Papa Francisco embiste contra el Poder Ejecutivo. Una propuesta radical que aplaudirían sus antípodas, los insumisos libertarios Milei y Espert.
Para Grabois, se podría haber evitado esa situación extendiendo la cobertura de los planes sociales, sumado a un mejor manejo del IFE. Por lo visto, Martín Guzmán no le contó que todos estos planes se financian con emisión monetaria y que la inflación está aumentando con la reactivación. No se requieren diplomas para saber que la pobreza aumenta con la inflación, que es un impuesto a los pobres. La pobreza estructural, que es multicausal, se asienta básicamente en el déficit educativo y en la ausencia de empleo genuino. Pero la pobreza de aquí y ahora queda expuesta cuando los ingresos no alcanzan frente al aumento de precios.
¿Qué más puede hacer Alberto Fernández si ya todo en la Argentina está subsidiado? Se subsidia a jubilados sin aportes, a pensionados graciables, a beneficiarios de asignaciones familiares y de AUH. Se subsidia a través de los programas sociales que reclama Grabois. Se subsidian el transporte, el gas, la electricidad y el agua. Se subsidia a empresas públicas que operan con pérdidas. Se subsidia a las provincias con exceso de empleo y cajas previsionales fundidas. Todo ello requiere emisión monetaria. Y, para esterilizarla, se genera una inmensa deuda interna, con intereses siderales, que presagian una mayor emisión en el futuro. Sin inversión privada ni empleo genuino, desde 2001 la Argentina es una fábrica de pobres.
Pero Grabois no pretende continuar con el déficit y la emisión. Para su grupo de pertenencia, la solución es redistributiva: que lo paguen los ricos. Ya sancionado el impuesto a la riqueza, queda seguir usurpando tierras y alimentar el enfrentamiento y el odio de clases. Lo siguiente es la receta del estadounidense Henry George (1839 -1897) para nacionalizar todos los campos cultivables y luego, agrega nuestro connacional, arrendarlos a pools de siembra, que son más eficientes que el Estado. Y, con esa renta, eliminar la pobreza para siempre.
Malas noticias para Henry George y para Juan Grabois: esos experimentos ya se hicieron, provocando hambre y mayor pobreza. La hambruna rusa de 1921-22; la de Ucrania de 1932-33 (Holodomor de Stalin) y la de China de 1959-61 reflejan el impacto de la colectivización cuando los agricultores pierden interés por producir. Y ningún pool de siembra invertirá en tierras en manos de políticos, salvo esquemas de corrupción para militantes y amigos.
Como un tren fantasma, la Argentina avanza a ciegas hacia el abismo, destruyendo empleos, ahuyentando la inversión, subestimando la educación y multiplicando la pobreza, mientras agita banderas obsoletas con el principal objetivo de salvar a la expresidenta de sus causas judiciales, con una miríada de votantes que viven de las dádivas gubernamentales. Además del núcleo duro del Instituto Patria y de personajes como Grabois, son cómplices de este suicidio colectivo la mayoría de los gobernadores y el peronismo no kirchnerista, que se definía como moderado. Si el objetivo es controlar el Poder Legislativo, reformar para cooptar el Poder Judicial, cerrar la Casa Rosada y coartar la libertad de prensa, ¿cómo podrá eliminar la pobreza el ministro de Economía en un contexto de daño institucional que le impedirá recrear la confianza indispensable para fortalecer la moneda, atraer inversiones y generar empleo? Nadie lo sabe. Y los del Instituto Patria no quieren contárselo, para que no se vaya.

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