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¿Qué festejamos?

Por El Litoral

Martes, 22 de diciembre de 2020 a las 01:16

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar
Especial para El Litoral

Cada 24 de diciembre a la noche, anticipándonos a la llegada del día 25 empieza la algarabía y la fiesta rememorando el nacimiento de Jesús, y así como son tan sagradas para algunos, para otros no son más que tradicionales; pero tan importante que mueven al mundo entero a la alegría y llegan hasta predisponer al perdón y a la paz del alma menos esperanzada.
Esta fiesta tan emblemática, la Navidad específicamente, siempre invita en lo profundo del ser a la generosidad y al compartir, creyente o no, empuja, incide y determina a pensar y actuar con desinterés y desprendimiento, aunque solo sea por contagio del medioambiente, pero que llevan a cambiar el estado de ánimo e invitan a ser mejores.
¿Qué pasa entonces en estas fiestas? ¿Qué pasa este año? Porque en lugar de predisponernos a la alegría, la generosidad y la paz, caminamos hacia la oscuridad del pecado, la traición y la persecución de los más desvalidos e indefensos. Justo para la fiesta que recuerda la grandeza del hombre por la visita del propio Dios que se hace hombre para redimirnos, nosotros le respondemos con promoción de asesinatos y acosos perversos a los niños más pequeños, como Herodes lo hizo con el mismo Jesús.
Si podemos llegar a ese extremo, cambiemos la fecha de los festejos y pasémoslo al 28 de diciembre, que es la conmemoración de la matanza de los inocentes, si es eso lo que queremos, si es la triste aspiración actual, si es el nuevo paradigma a estrenar, la entronización de la perversidad del hombre, hagámoslo con la misma insensibilidad con que estamos viviendo.
Una fiesta de redención, de revalorización de los valores humanos, de la grandeza intrínseca del hombre como criatura de Dios, empujados por la injusticia que no respeta la dignidad que nos reviste, se convierte en una parodia cínica de lo más sublime que podemos vivir y que solo nos traerá tristeza y desolación.
La Navidad, a pesar de los esfuerzos de los confundidos con los valores supremos, aún en contra de los enredados en sus razonamientos, seguirá siendo la luz que iluminará el camino de cada uno, con los destellos del mensaje que nos trajo Jesús hace más de dos mil años.
La Navidad es el recordatorio de que el hombre vale, y vale mucho, que su vida no se transa, porque no se compra ni se vende, y seguirá mostrando como siempre, dónde está la riqueza, la auténtica riqueza humana, que no tiene nada que ver con lo que se posee materialmente, sino con lo que se es, y con lo que se es capaz de entregar de uno mismo.
A pesar de todo, la Navidad será siempre símbolo de la grandeza del hombre.

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