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De lo inesperado a la renovada ilusión

Estos días son especialmente particulares. Resulta casi inevitable hacer un balance después de este camino recorrido e igualmente ineludible proyectar lo que viene con alguna dosis de pronósticos positivos. 

Por Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

@amedinamendez

Cuando arrancaba este 2020 nadie, en su sano juicio, podría haber imaginado la llegada intempestiva de una pandemia de estas características. Corrían los primeros meses y la gente estaba dispuesta a llevar adelante sus sueños con el entusiasmo típico de cada comienzo. A poco de andar, lo inusitado golpeó la puerta, primero muy tímidamente con información ambiguamente difusa y con esa sensación de que se trataba de una amenaza a la salud cómo tantas otras veces había acaecido. Los relatos lejanos que llegaban desde otros continentes se reproducían en los medios de comunicación, aunque todo hacía pensar que nada de eso tendría un impacto significativo por estas latitudes.

Finalmente, lo que parecía absolutamente improbable se convirtió en una realidad tangible, apareció el miedo, las cuarentenas, los confinamientos y una avalancha de regulaciones inundaron la vida cotidiana del planeta. A estas alturas no parece demasiado relevante ahondar en las múltiples consecuencias de esas opinables decisiones. Con el diario del lunes todo se ve bastante diferente y no sería justo hacer leña del árbol caído. Tal vez las medidas originales fueron completamente desproporcionadas, innecesarias e ineficaces. De todos modos, el coronavirus se ocupó de igualar las dramáticas estadísticas independientemente de la torpeza en el accionar de los gobiernos que no distinguió entre sesgos ideológicos. En el ocaso de este año que culmina, la perspectiva ya es otra. La especie humana actúa, en estas fechas, de una manera bastante singular. La idea de que el calendario opere por su cuenta facilita ese proceso e invita a renovar los votos apostando, una vez más, por el anhelado porvenir. 

Por eso es interesante y además imprescindible, adentrarse en el análisis de las expectativas que rodean al 2021. Lo que ha sucedido ha sido intenso con enormes repercusiones, pero es esencial dar vuelta la página. Claro que no se puede ignorar lo transcurrido. De hecho, es clave tomar nota de lo acontecido para utilizar toda la experiencia hasta aquí adquirida en el diseño de la hoja de ruta que aparece de cara a lo que se avecina. No hacerlo sería imprudente. Esas vivencias han sido un enorme aprendizaje.

La necesidad de aferrarse desesperadamente a una ilusión es directamente proporcional no sólo a la proximidad del cambio de año, sino también a la estresante situación vivida durante esta insólita e interminable etapa. En el horizonte están las vacunas. El debate del presente se concentra en este polémico tópico. La ausencia de información fehaciente, las versiones que pululan desorientan aun más, y esa desconfianza crónica que rodea a todos los temas relacionados al covid-19 son también parte del paisaje.

Los más optimistas están convencidos de que este calvario está a punto de terminar y que el regreso a la normalidad está a la vuelta de la esquina. Ellos entienden que la inmunización generalizada resolverá este dilema, apagará la enfermedad y que el mundo entonces volverá a ser cómo antes. En el otro extremo, los más pesimistas sostienen que esto fue una gran conspiración, que los creadores de esta tragedia repetirán la travesía y que los científicos se han salteado pasos centrales que harán naufragar estas pretendidas soluciones de emergencia. Tal vez sea razonable intentar encontrar algún punto intermedio. Es cierto que todo es aun experimental, que la ciencia no tiene a la mano nada concluyente y que es demasiado pronto para creer que se ha superado definitivamente este peligro u otros que eventualmente puedan dar a luz.

Pero es importante apoyarse en algunas cuestiones menos discutibles y que serán las vedettes del año que se inicia. Claro que siempre pueden ocurrir otros problemas durante ese devenir y alterar cualquier predicción. La pandemia ha sido una prueba incontrastable de esa dinámica. La economía global ha tropezado fuertemente durante los últimos meses y se puede presumir que una inexorable recuperación parcial mostrará su mejor costado a la brevedad. No es motivo para grandes festejos, pero la interrupción de la caída y un cambio de tendencia es bienvenida.

Respecto a las vacunas, quizás no resuelvan integralmente el fondo del asunto, o no consigan el éxito aplastante que todos desearían, pero probablemente ayuden, en conjunto con otros avances terapéuticos, disminuir la letalidad del virus, la internación y hasta la contagiosidad. Bajo estos paradigmas la humanidad intentará encontrar una suerte de nuevo equilibrio, un flamante estándar que le permita avanzar. Esa búsqueda será la principal protagonista de un año plagado de desafíos.

La angustia acumulada es el motor para recuperar el tiempo perdido y las ganas de progresar están a la orden del día. Esa ansiedad colectiva es elocuente y por eso aguarda definiciones contundentes cuanto antes. Sin embargo, la incertidumbre seguirá siendo la gran estrella de esta película. Nada hace pensar que las certezas orientarán a la coyuntura ni brindarán señales inconfundibles que conduzcan hacia las decisiones vitales. Este rompecabezas ofrece retos mucho más complejos que el promedio histórico y es por eso que requiere de una inteligencia emocional superior para enfrentarlo. Flexibilidad, paciencia y determinación serán los factores más trascendentes para dar la siguiente batalla. Manos a la obra.

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