Especial para El Litoral
Durante los últimos días, en el marco de una serie de análisis basados en datos, cifras, curvas y proyecciones, entre otros temas, surgió una pregunta fundamental: ¿Cuántos son realmente los infectados que existen en la Argentina? ¿Son los 2.669 que reportan las cifras oficiales o podrían ser algunos o muchos más, en la medida en que pudieran existir portadores asintomáticos que, adicionalmente, representan potenciales propagadores involuntarios del virus?
Una de las razones que podría postularse para justificar ese interrogante es que los testeos convencionales se realizarían sobre poblaciones “autoseleccionadas” las que, al ser definidas previamente como de riesgo, excluirían a la gran masa de personas asintomáticas.
En ese marco, surge el tema de la importancia de realizar testeos masivos. Cuestión que, invariablemente, conduce a tratar problemas de costos, logística y, sobre todo, de precisar qué cantidad de testeos fueron efectivamente realizados, cuántos deberían realizarse y cuántos podrían razonablemente hacerse, aclarando dónde, a quiénes y cuándo.
Adicionalmente, en ese debate subsisten dudas respecto de el/los propósito/s final/es para los que se realizarían dichos testeos. Pareciera que, en principio, habría dos posibles objetivos: a) testear para, en consecuencia, asistir a los casos hallados positivos y b) testear para conocer la magnitud del fenómeno del contagio y su probable evolución.
La primera opción es estrictamente médica, mientras que la segunda reviste un énfasis típicamente epidemiológico.
Aunque ambos objetivos pudieran coexistir y, además, operacionalizarse de modo convergente sobre idénticas poblaciones, podría también ocurrir que resultarán divergentes y hasta antagónicos
Por cierto, en una situación ideal se debería testear a toda la población y así se revolverían ambos problemas. Por un lado, se conocería con mayor precisión cuántos son los individuos sanos, cuántos los infectados y cuántos revisten gravedad. Además, se sabría con mayor rigor qué estrategias preventivas y asistenciales convendría implementar.
Pero obviamente, eso no es posible por los costos, la logística y el tiempo que demandaría testear a 40 millones de argentinos.
1) En el sentido de la obtención de información crítica que permita optimizar el tratamiento de una pandemia.
2) Por ej. en virtud de la restricción de kits de testeos podría optarse por racionalizar su uso y reservarlo sólo para los casos de pacientes que califican como riesgosos.
La importancia de los estudios sobre muestras representativas
Desde una perspectiva teórica la referencia a estudios muestrales típicos de cualquier disciplina científica alumbra una solución acaso sencilla: deberían testearse muestras piloto representativas de determinadas poblaciones o conglomerados geográficos estratégicamente definidos.
Así, a través de un modo simple y económico podrían determinarse las tasas o incidencias de infectados sintomáticos, asintomáticos y normales.
Finalmente, se procedería a comparar ese resultado estadístico contra los datos actuales de infectados obtenidos a través de muestras de pacientes caracterizados como población de riesgo, o que ingresaron al sistema de salud por presentar síntomas.