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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Un color en la voz, tacuarita azul

Continuamos con las ecorregiones y ahora en la zona de pastizales. En esta ocasión con un ave pequeña, mide sólo once centímetros y su color predominante es el gris azulado. Además, dialogamos con Carla Pértile desde Mercedes, ella nos cuenta sobre la bioconstrucciónn, su casa hecha con elementos naturales.

Por Paulo Ferreyra

Abel Fleita

Especial para El Litoral

La tacuarita azul (Polioptila dumicola) habita en una buena parte del norte del país, casi hasta llegar a la región del centro. Aunque se encuentra en diferentes ecorregiones de la Argentina, es el ave que hoy nos acompañará para nombrar a la región del Espinal, una de las cinco presentes en la provincia de Corrientes. 

Caracterizada por ambientes conformados por pastizales con árboles de ñandubay, algarrobos y también con las típicas palmeras de yatay, entre tantos otros. El Espinal ingresa por el sur provincial que finaliza sobre el centro sur de la ecorregión Esteros del Iberá. 

La tacuarita azul pertenece a la familia polioptilidae y es del orden passeriforme. Mide sólo 11 centímetros y su color predominante es el gris azulado. Tanto en sus alas como en la cola posee líneas y ribetes blancos que llaman la atención al verlas llegar o moverse. La cola es mayormente negra y junto con las timoneras blancas, erectas, son parte de la identidad de la especie, junto con el diminuto antifaz negro del macho. 

La hembra de tacuarita azul posee un tono gris azulado más suave y toda la frente y cara son lisas. Es posible que, durante el encuentro con la especie, observemos a ambos recorriendo las ramas de los árboles de diversos tamaños. 

Hay momentos en los que, sumado a la pequeñez de la especie, la pareja recorre la parte alta de las copas de los vegetales que se hace difícil seguirlos, hasta que vuelve a trasladarse hacia otros ejemplares. 

Poder divisar un nido de tacuarita azul, siempre a una distancia prudente, es un guiño más de la naturaleza. Son tan discretos y mimetizados, que parecen formar parte del árbol en el que se encuentran. Sus nidos los arman como una tacita, con las fibras de los vegetales. A la vista, como una pequeña nave gris, quedan las paredes de fino liquen y musgo. 

Forman parte de la dieta del ave pequeños insectos, arañas y larvas, que las encuentra durante las activas recorridas por montes y arbustos. Hay días en que pueden verse tres o cuatro individuos en plena gira. Si los observamos con tiempo, podremos darnos cuenta si se trata de padres educando a jóvenes en sus primeras salidas. Como la vocalización de la tacuarita azul es variada y hasta imita a otras especies, diremos acá que su tono es agudo y diverso, pero el día del encuentro resultan inolvidables. 

Bioconstrucción 

En Mercedes, Corrientes, vive Carla Pértile, medica veterinaria y una convencida de que la bioconstrucción es una elección, una filosofía de vida. Cuenta que su primer lazo con esa senda comenzó en unas vacaciones en Entre Ríos, cuando descubrió una casa que tenía su techo cubierto de pasto, un techo vivo. A simple vista parecía una casa normal, pero resultó que la casa era toda de barro, ecológica, construida con materiales naturales. 

Lentamente, Carla comenzó a recopilar información, primero por internet donde descubrió que la costumbre de la bioconstrucción se estaba expandiendo en el país. Se tomaba cosas antiguas, pero con nuevas técnicas se mejoraban las casas. Esta realidad conlleva hoy en día a construir una vivienda en comunidad, con la familia, con amigos, con vecinos, en una especie de reunión donde se comparte un montón de vivencias, además de trabajar en conjunto.  Esta forma de trabajar se llama “minga”. 

Investigando, se encontró con la noticia de que se hacía una “minga” en Santa Ana, a pocos kilómetros de Corrientes. “Fuimos y en pleno verano descubrimos una casa fresca, como si estuviera encendido el aire acondicionado. A mi pareja eso le sedujo y así empezamos a soñar con nuestra casa”, cuenta entusiasmada Carla Pértile. 

“En la construcción con materiales naturales se busca también el aprovechamiento de todos los recursos del lugar de la vivienda. Se trabaja mucho con algo que se denomina sistema solar pasivo, por lo que se tienen en cuenta los solsticios, la sombra, los vientos, para trabajar en la iluminación natural de la casa”, así lo explicó en una oportunidad Leandro Arce, quien se especializa en construcción sustentable.  Carla tomó contacto con él, quien vive en Colonia Benítez, Chaco. 

“Leandro diseñó la casa de mi familia. Mientras nosotros íbamos buscando materiales, cercamos un terreno, hicimos el armazón de la vivienda con postes de eucaliptos y pino, lo que tenía de convencional era el cimiento. Nosotros construimos con hormigón porque es una estructura muy grande, es una casa grande que tiene 10 por 10 metros, dos habitaciones, dos baños y un living comedor grande. Tiene además galería en derredor. Esto es importante porque en épocas de lluvia la casa está protegida alrededor. Al ser una estructura de barro necesita si o si protección”, cuenta Carla. La misma no genera consumos de energía como otras viviendas porque es cálida en invierno y fresca en verano, además se aprovecha mucho la luz del día, “aquí sólo encendemos la luz a la noche”, agrega. 

La filosofía de la bioconstrucción busca gastar menos, tratar de reutilizar lo máximo que se puedan los materiales que se tienen en la zona. Por ejemplo, las aberturas son recicladas, son rescatadas, compradas en remates. El barro que se utilizó para las paredes es del mismo terreno, arcilla negra, de buena calidad. “Esta fue una gran ventaja porque en otros lugares no cuentan con este tipo de tierra. En Santa Ana, donde fuimos y tuvo lugar la ‘minga’ tuvieron que comprar la arcilla. Aquí ya teníamos la tierra. El segundo elemento que usamos fue arena, se usa cualquier arena, se puede usar de varios tipos, gruesa o fina. El tercer elemento es la fibra, pasto, se puede usar paja colorada. Carla usó paja de arroz. “Habíamos hecho difusión de lo que estábamos haciendo y así conseguimos que nos dieran la paja de arroz, eso sirve para el entramado del barro”, explicó. 

En Mercedes, donde vive Carla Pértile junto con su familia, tiene dos hijos, se realizaron talleres de construcción y también se hizo ahí una “minga”. Les pidieron que armen la estructura y el techo.

“Hicimos el taller -cuenta- al que llegaron 25 personas de todo el país, también había paraguayos, una francesa, en cinco días cerraron la casa. Fueron jornadas muy intensas, pero muy enriquecedoras, una experiencia cargada de energía y vivencias profundas que quedarán guardadas para siempre”, destacó.

En la edición de hoy hablamos de la tacuarita azul, ave que traemos para nombrar a la región del Espinal, una de las cinco presentes en la provincia de Corrientes. La misma se caracteriza por ambientes conformados por pastizales con árboles de ñandubay, algarrobos y también con las típicas palmeras de yatay, entre tantos otros.

El hogar de Carla no sólo está hecho con materiales naturales, sino también con plantas nativas, “aquí siento el sonido de los pájaros muy cerca”, desliza y se le adivina una sonrisa de este lado del teléfono. 

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Azul

Un color pasa desapercibido en el preciso instante en que una tacuarita azul recorre un arbusto. Quizás alguno lo percibe y otros no, sucede a menudo hasta que decidimos salir a buscarlas. Los registros que hoy nos acompañan fueron realizados hace dos años. El ejemplar sobre la rama desprovista de hojas es de una tarde antes de la caída del sol. En un pequeño monte, los propietarios decidieron hacer el corte de varios arbustos para que al crecer no cerraran el camino de paso. Allí, sobre las ramas de tala secándose, una tacuarita azul buscaba sus alimentos. El otro registro es con luces de sol en hojas desenfocadas verdes, una ramita en forma de “y” griega, un fondo de cielo azul y un antifaz negro volando hacia quién sabe dónde.