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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Lecturas performáticas como adaptación a la pandemia

Por Carlos Lezcano y Natalia Schejter

Especial para El Litoral

Cuenta Richard Schechner, un teórico norteamericano especialista en performances, que en la época en que los humanos eran nómades y se movían en grupos pequeños de cazadores-recolectores detrás de alimento, se cruzaban entre ellos y en cada encuentro de estas bandas hacían canjes de mercaderías e intercambios de bailes, canciones y cuentos. Estos espacios de encuentro, por ejemplo, en cuevas, donde también dejaban lo que hoy conocemos como “pinturas rupestres”, se entienden como los primeros espacios culturales. En el concepto de performance se pueden enmarcar estos rituales de encuentro y cualquier otro que siga el ritmo básico de reunión, representación de una o varias acciones, y dispersión final. Este modelo básico contiene a todas las artes escénicas, pero así como un encuentro de cazadores-recolectores se sostenía dentro de ese ritmo, podemos pensar en términos de performance un partido de fútbol con público, una acción artística dentro de una manifestación social, un grupo de músicos tocando en la Junín, la procesión de cada año a Itatí y un largo etcétera. 

Una performance es una acción cotidiana que puede contener actuación pero, a diferencia del teatro, no necesariamente está narrando algo. Son prácticas socio-culturales vinculadas a las artes escénicas pero que también se vinculan y se encuentran en muchos otros ámbitos, es un concepto elástico; parafraseando nuevamente a Schechner, algo es una performance cuando las costumbres y tradiciones de una cultura particular dicen que lo es.

De las sociedades de cazadores-recolectores saltamos en el tiempo directo al año 2020 y a esta época de aislamiento social físico pero hiperconectado, y ponemos el ojo en una de las disciplinas más afectadas por esta larga pausa social: el teatro. Ya sea en una sala tradicional o en un espacio alternativo, en un anfiteatro al aire libre o en la calle, en el salón de actos de una escuela o en una plaza, el teatro es “convivio”, encuentro presencial de actores y público, y es efímero; si queda filmado es un registro audiovisual de lo que sucedió, un documento valioso, pero incompleto. Hoy, en cuarentena, se multiplica la posibilidad de acceder a esos registros fílmicos de archivo y es una gran oportunidad para investigadores y para espectadores interesados que vivimos fuera de los centros neurálgicos de la actividad teatral.  

Algunos realizadores eligen meterse para adentro y seguramente saldrán al final de esta pandemia llenos de energía vital creativa; otros eligen procesar sus impulsos creativos generando materiales audiovisuales específicos para este momento histórico. Ejemplos hay muchos en todo el mundo, nosotros conversamos con dos realizadores correntinos que fueron invitados por Pablo Villalba Quinteros -gestor cultural, realizador y productor misionero- a participar de las “Lecturas performáticas” que fue una suerte de adaptación pandémica de “La Sequeira”, el Ciclo de Obras y Desmontajes que organiza en Posadas.

La necesidad de saber que hay alguien del otro lado

Las redes sociales hoy en día son el equivalente posible de las cuevas donde las bandas de cazadores se encontraban a intercambiar sus expresiones y mantener sus buenas relaciones, el problema es que hay que adaptar la percepción a franquear la mediación de las pantallas y aprender otros códigos receptivos.

La propuesta de Tirso Leandro Soto Esquenón -actor, director y docente- al igual que en el teatro, estuvo guiada por el instinto.

“Busqué no permanecer sentado todo el tiempo y, al mismo tiempo, que no sea solamente lecturas. Por eso empecé parado, luego me senté, cambié las cámaras, tuve la posibilidad de moverla. En cuanto a si es teatro o no, creo que el teatro está en todos lados, desde el simple momento donde hay una persona que hace alguna payasada y alguien que mira ya hay teatro. Cuando uno va a comprar algo al kiosco y le habla al kiosquero y le cuenta un chiste al kiosquero y el otro se ríe, hay teatro. 

Con el streaming me parece que hay teatro, sobre todo cuando hay interacciones con las personas que responden”, nos dice.

“Hay gente que me decía ‘che, ¿cuándo vas a actuar’? Entonces armé un par de mensajitos y les avisé lo que iba a hacer para que puedan verlo, y cuando terminé de hacerlo después de 56 minutos, verdaderamente me sentí súper extasiado, súper alegre, me quedé hasta las cinco de la mañana despierto sin saber cómo pasó eso. Al otro día caí en la conclusión de que era algo muy parecido a estrenar una obra.

Tuve público y comentarios, de algunos me hicieron reír. Mis amigues, familiares y gente de Goya, Chaco, Paraguay, en Baires, de España, Italia, y lo interesante fue la devolución de personas, que valoro mucho.

Me daba cuenta de que al comienzo había 30 y pico de personas, y cuando me puse a leer lo notaba medio monótono, empezaba a decaer; entonces acorté en cuanto a la dramaturgia; fueron cinco sketchs que tenían un hilo conductor.

Hay que guiarse por el instinto porque en el teatro eso es muy importante”.

Marianela Iglesia -actriz, directora y docente de clown- un poco menos adepta a la virtualidad, recibió la propuesta intrigada por la incertidumbre de lo desconocido.

“Acepté la invitación de Pablo Quinteros casi sin pensarlo mucho, me dijo que se podía hacer cualquier cosa, que era una lectura performática. Había visto la de Luciano Delprato, la de Marilyn Fajardo y la de Tirso. No sabía muy bien qué iba a hacer; lo que sentía era que no quería estar sola, como esta sensación de que el público iba estar a través de una pantalla y que no iba a haber ese contacto. Una idea que me surgió para no sentirme tan sola fue leer textos de amigos en los que de alguna manera me iba a sentir un poco más acompañada. 

Esa semana tuve muchas imágenes, ideas, no terminaba de cerrar nada, pero solo tenía esos textos y me pregunté mucho cómo sería hacerlos de manera performática. No era teatral porque no iba a estar el público en mi mismo espacio, en ese juego, alrededor de ese juego no iba a estar el público presente; no lo sentía teatro y fue un riesgo. No sabía qué iba a pasar. 

Pensé qué podía hacer visualmente para que sea atractivo, que haya ritmo, que no sea solo una lectura muy estática. Entonces usé la lógica del payaso, que muchas veces ayuda a que se vea todo lo que sucede; fue como la puertita. Cambiarme a la vista de todos, transformarme en payasa a la vista de todos, leer esos textos, tomar agua, comer, permitirme bailar lo que yo siento en esta cuarentena.

Se armó una unidad sobre el final, de pensar en el futuro, cosas existenciales que nos venimos cuestionando todos ahora con esta amenaza de la muerte, y justo dije, bueno, antes de esos dos textos que hablan sobre el futuro, voy a bailar algo más de ciencia ficción. Así se fue armando.

Pensé mucho en qué era lo performático, y era, me parece, arriesgar mucho y encontrar la vulnerabilidad. O sea, no podía armar una estructura súper fija, en lo que tenía que estar muy permeable a lo que iba pasando. Y eso fue lo que sucedió”.

Los distintos modelos de producción también se reflejan desde casa

Tirso Leandro Soto Esquenón: “Tuve problemas técnicos. Este año sobre todo comencé a trabajar esto de la autogestión total del actor en escena, su independencia, porque desde mi punto de vista es muy importante poder hacerlo todo uno, pero es un desgaste terrible, porque en el caso de ‘La Sequeira’ me cambié el vestuario como cinco veces. Tenía que cambiar la cámara, poner el video, poner la música, cambiarme, manejar el tiempo, mandar mensaje de difusión, volver con la cámara y estar óptimo. Termina siendo un desafío, una nueva barrera por romper, una nueva manera de hacer teatro, de jugarse por la escena, que es algo que me gusta mucho. Los problemas más grandes fueron técnicos, y en la dramaturgia, ponerme a leer cosas que por ahí, para el público -hasta al público teatrero- no le importa. La gente quiere ver espectáculo, quiere ver show”.

Marianela Iglesia: “Volver el espacio de mi casa en un espacio escénico fue algo extraño, porque fue armar, ponerle luces, pensar en la disposición del espacio, en cómo iba a tomar la cámara. También pensé en la organización interna de la casa y las funciones de cada uno y cómo funcionaria allí un pequeño teatro en el comedor, con todos lo que estaban en la casa; eso también fue muy extraño y a su vez conmovedor. Después, el ver a mis hermanos conectados, a mis tías, a mis primos, a mis compañeres, a gente querida por ahí era re-lindo. No veía al principio mucho los comentarios porque tenía una tablet y las letras eran muy chiquitas, pero sobre el final sí. Cuando faltaban diez minutos para que se cumpla la hora, se cortó el wifi; entonces seguimos con mi celular y eso también fue muy extraño, pero como que de alguna manera ya estaba como embalada y sentía que había que terminar lo que habíamos empezado. Hicimos esos 10 minutos finales desde el celular y se compartieron los dos videos, lo quise mirar a ver qué pasó, porque no tenía mucha idea de cómo había quedado, si se había visto todo, y bueno, fue como un aprendizaje que se sumó a esta etapa, digamos”.

Situación actual e hipótesis de futuro

En el marco de este momento tan difícil para los trabajadores independientes del mundo y en particular para los de las artes escénicas, el Instituto Nacional del Teatro, organismo dedicado al fomento del teatro independiente de la Argentina, lanzó el Plan Podestá, un plan de emergencia orientado a la “Preservación Operativa de Elencos, Salas y Teatristas Argentinos” (Podestá). En una segunda etapa, enfocando a las personas del sector que no hayan sido alcanzadas por el Plan Podestá y a tono con las posibilidades comunicacionales de estos tiempos lanzaron un Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales. También preguntamos a los entrevistados sobre los límites del teatro y reflexionamos sobre la situación actual y el futuro incierto.

Mariaela Iglesia: “No creo que esto sea teatro. Le podemos buscar otros nombres, así como las clases tampoco son clases de teatro, son con clase de acompañamiento, de exploración sobre el teatro, pero no son de teatro en sí. Estas cosas en plataformas virtuales no son teatro, pero sí son paliativos o posibilidades de sobrevivir, creo que el teatro va a volver a su esencia, que es el encuentro de los cuerpos, de los espectadores con los actores, y creo que quizás dispare a que se esté pensando, o se ocupe la calle. Es mi deseo que pueda ver una linda vuelta a ocupar los espacios públicos, ya que también las salas van a estar como con bastantes restricciones al comienzo, por el tema de la distancia, o se habla de que se haga teatro para un espectador o para pocos, o con cierta distancia entre espectador y espectador. Una opción es que se pueda volver a las calles, a las plazas, a los espacios abiertos, esa puede ser una linda opción. 

Hablo con cierta alegría y esperanza después de haberle aceptado un duelo a este año teatral. Al principio no creía lo que estaba pasando, una no aceptación de esta locura que nos atravesó a todos, y después entendí que nuestra actividad va ser una de las últimas que se reactive, hay pensar en qué va a ser del año que viene. De alguna manera velé a nuestro teatro este año, me costó un montón, me dolió como cuando se despide algo, porque una tenía montón de funciones, de proyectos, de encuentros previstos, tanto de las obras que estamos haciendo nosotros -por ejemplo-, como de otros amigos que iban a venir, que iban a actuar acá e íbamos a compartir el festival, el taller. Este 2020 quedó como suspendido y vamos a pensar en el 2021”. 

Tirso Leandro Soto Esquenón: “No sé qué va a pasar en el futuro, pero comencé un proyecto vía videollamadas y estoy dirigiendo un grupo de mujeres por videollamadas con las que ensayamos por las noches. Es loco decir ‘tuvimos ensayo’, pero sí tuvimos ensayo y veo que hay muchos grupos que se están adaptando, que están vendiendo a la gorra funciones. Tengo un proyecto de streaming y otro que está encaminándose, con la idea de hacerlo totalmente por streaming. Porque es imposible saber qué va a pasar. Muchos dicen que en septiembre-octubre va a empezar a haber teatro, pero creo que la economía también va a estar tan mal y no sé cuánta gente va a querer ir; creo que la paranoia es grande, no sé cuánta gente va a querer ir a estar al lado de alguien. Los teatros van a tener que tomarse en serio esto, y van a tener que tener un protocolo, alcohol, lavado de manos, distancia de metro y medio.

Creo que vamos a tener que adaptarnos como seres humanos que somos. Un poco será por videollamada, otro poco será por streaming, los que puedan ensayar, ensayarán, y… no sé, yo estoy escribiendo mucho más, estoy tratando de escribir más y para un futuro, un futuro incierto que no sé. No voy a renunciar al teatro y no sé qué va a pasar también con mi actividad en el futuro.

La actividad de mi vida sigue, soy docente, entonces combino esas dos cosas. Justo este año estaba encaminándome a la escena más que a la docencia. Creo que va a haber una combinación de la realidad virtual y la realidad-realidad, por llamarla de algún modo”.

Luciano Delprato y la custodia o la desnudez de la angustia

El director, dramaturgo y docente cordobés Luciano Delprato también estuvo invitado a realizar al ciclo e hizo su propia su lectura de la realidad que nos toca enfrentar. Aquí unos pequeños fragmentos:

“Pienso que el rol de un artista es el de custodiar la angustia, en un momento donde parece que estuviéramos tiranizados por una alegría completamente pelotuda, no una vida de pasiones alegres, sino más bien una vida de euforia inducida, de euforia farmacológica; hablo de la dimensión farmacológica que puede tener el celular, la idea de una conectividad que me ofrece una especie de cosa intermedia entre estar solo y estar acompañado, que pareciera tener el rendimiento analgésico de estar acompañado, sin los compromisos y los problemas que estar acompañado implica. Me parece que hay un peligro y una posibilidad de enfrentarnos al vacío que impone la suspensión de ciertos hábitos que tienen que ver con una forma de gregarismo medio zombi. Por otro lado está el problema que tenemos específicamente las personas que hacemos teatro, que es que nuestra profesión, nuestra práctica, depende directamente de que estemos juntes. Pero también es una muy buena oportunidad para salir de la inercia de un estar juntes que era falso, para tratar de repensar la naturaleza de esos vínculos”.

“Sería mucho más revolucionario estar dispuestos y dispuestas a hacer un apagón digital como propone Paul Preciado, a sacarnos el chupete virtual, el chupete cibernético, y enfrentarnos verdaderamente al vacío que implica el aislamiento, donde un montón de nuestros hábitos han quedado suspendidos y entonces tenemos la oportunidad de descubrir cuántos de esos hábitos eran simplemente paliativos de una profunda infelicidad, paliativos de una profunda miseria del espíritu. Creo que esa miseria del espíritu estaba instalada ya en el corazón de occidente y este virus simplemente la expone”.

 

Las “Lecturas performáticas” de Marianela Iglesia y de Tirso Leandro Soto Esquenón, así como las de otros participantes de la región, pueden ser vistas en https://www.facebook.com/lasequeiraciclo/.

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