Gustavo Lescano
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Pasó el receso escolar de invierno y la pronta vuelta a las clases presenciales aún está en duda en el país, a partir de los reactualizados escenarios epidemiológicos por la pandemia de coronavirus que se presentan semana a semana. El incremento en la cantidad de contagios, con el respectivo resurgir de las medidas preventivas, obligó a dar marcha atrás a un inminente regreso a las aulas. Así, se llega a agosto, que era la primera fecha estimada, y la cuestión aún está en la fase de cautelosa evaluación.
Sin embargo, la pausa en las actividades educativas trajo un tiempo de mayor reflexión en el ámbito educativo, tras un lapso ungido de cierta sensación de apuro que había generado el avance en el diseño oficial del protocolo sanitario y preventivo para el regreso a las escuelas, anunciado hace un mes por autoridades nacionales.
Las principales coincidencias para volver a las aulas, al menos hasta ahora, tienen que ver con hacerlo de una manera muy cuidadosa en materia sanitaria; a la vez, esta necesidad obligará a reacomodar los cursos, dividiéndolos según el día, por ejemplo; además, tener que readaptar contenidos en lo inmediato y a la par hacer una reprogramación curricular contemplando más que nada el año que viene y el siguiente, por las incógnitas en torno al tiempo de predominio de esta pandemia.
Pero tal cual está hoy el escenario educativo, todo hace suponer que llegado el momento se podrá retomar las clases presenciales en las escuelas, pero sin dejar (obligadamente y preventivamente) la enseñanza virtual con los alumnos en las casas. Inclusos hasta podría ser un 50% en el colegio y un 50% en el hogar, o 70/30.
Sea como sea, aquí aparece un elemento clave en el aprendizaje del alumno y la alumna: la relación docentes-padres.
De qué manera se articularán los roles para acompañar el aprendizaje y hacerlo efectivo, es un aspecto por definir que, inevitablemente, se torna medular.
Frente a este panorama, los especialistas en educación plantean un necesario diálogo docente-familias, estratégico para un trabajo conjunto. Y en la misma línea proponen ya no sólo pensar en el cómo de la vuelta a clases, sino en el qué del regreso. Es decir, de qué manera se aprovechará toda la experiencia cosechada (por todos los actores educativos) a lo largo de esta convulsionada cuarentena, signada por los urgentes cambios sobre la marcha que operaron ante el avance de la pandemia.
“La ventaja que tenemos en la vuelta a clases, a diferencia del abrupto inicio de la pandemia, es que la podemos preparar. Pero más que el cómo lo haremos, que ya lo están ideando con los protocolos preventivos, nos gusta pensar en el qué del regreso. Es decir, en qué aprovechar de toda la experiencia de aprendizaje que nos deja la cuarentena”, explicó a El Litoral Irene Kit, licenciada en Educación (UBA) y reconocida especialista en la materia a nivel nacional.
“Ya que podemos preparar la vuelta a clases, tenemos la ventaja de que los padres aprendieron mucho sobre cómo aprenden nuestros chicos. A la par, valoramos el trabajo del docente, pero también los maestros y profesores vieron a una familia ponerse al hombro el aprendizaje de los chicos. Pero con la idea de que vamos a tener un 50% de tiempo presencial y 50% en casa, tenemos que trabajar juntos, docentes y familias, para que las horas en la escuela sean de explicación, de profundización, de comprender los temas, y el momento en las casas sea de repaso y ejercitación”, apuntó Kit.
“Es decir, debe haber un diálogo docente-familia y que esta vuelta a clases nos encuentre con una manera de trabajar que surja de ver qué aprovechamos de toda esta experiencia y aprendizaje”, sintetizó la referente de la ONG “Argentinos por la Educación” y presidenta de la Asociación Civil “Educación para Todos”.
Tarea para la casa
En su análisis, Irene Kit profundizó la necesidad de un trabajo articulado entre los docentes y los padres, sustentado en un diálogo que contemple experiencias similares que definan estrategias comunes, pero sobre todo que ofrezca certidumbre. Un elemento vital en tiempos de muchas (excesivas) incógnitas.
“Debe haber un consenso del tipo: ‘Ejercitar en casa lo que trabajé en la escuela’. Y debe ser muy, muy fuerte. Y que para la familia sea más importante, antes de que los chicos vayan a clases, que cada maestro pueda reunirse con los padres y explicar los temas que van a trabajar y las tareas que van para el hogar, de modo tal que las familias tengan claridad y previsibilidad”, señaló.
Al respecto agregó: “Creo que una de las cosas clave que les tenemos que dar, aún con las enormes incertidumbres que tenemos, es por lo menos decirles a las familias: ‘Este mes vamos a trabajar estos temas, de esta manera y le vamos a plantear a los chicos los ejercicios a, b y c’. Es preferible esto, en término de disminuir el estrés, para ponernos todos al servicio del aprendizaje del estudiante, reducir esa incertidumbre y programar tareas. En definitivas, dar previsibilidad”.
Advirtió en este sentido que “vamos a acercarnos a fin de año y estaremos todos muy cansados, muy fastidiados, ya que vivimos un tiempo muy excepcional, y todo lo que podamos hacer para dar previsibilidad, orden y trabajo eficiente es fundamental”.
Impacto en la educación
Cuando se le consultó sobre en qué momento encontró la pandemia a la educación, si en un tiempo de cambios o con evoluciones postergadas notoriamente, Irene Kit explicó: “Nosotros, los pedagogos, sabemos que hay mucha distancia entre la declamación y la realidad. Creo que lo sabemos, lo vivimos todos, como que hay mucho esfuerzo en el día a día, tanto para los docentes como para las familias y los estudiantes, pero la sensación es que los resultados se nos escurren como arena en la mano. Creo que justamente eso es porque todavía no hemos hecho la traducción al aula de lo que es la enorme facilidad del acceso a contenidos que hoy nos dan las tecnologías de la comunicación”.
En sentido diferenció la época en que era una ventaja importante tener una enciclopedia o la Billiken para hacer la tarea de la escuela, a lo que ocurre ahora: respuesta en 30 segundos googleando y recurriendo al copiar-pegar de Internet. “Ese tema de los contenidos ya cambió”, dijo Kit y planteó la necesidad de “dar ejercicios concretos, reales, para pensar y resolver, porque eso ya no lo podés hacer con cortar y pegar de la web. Lo tenés que hacer vos mismo. Ese es el desafío de la educación de hoy”, resaltó.
Cuando impactó la crisis del coronavirus en el país, a mediados de marzo, “la escuela todavía estaba con una inercia muy fuerte y con mucho esfuerzo desprendiéndose de ese mundo de transmisión de contenidos. Entonces, en esta pandemia lo que se quiso hacer es un esfuerzo para no perder los contenidos. Y en realidad lo que la mayoría de los países están haciendo para transformar la educación es no olvidarse de los contenidos pero tender a darle capacidad de entenderlos. No aprenderlo todo de memoria, sino entender lo que se enseña”.
“Entonces, agregó, lo que nos puede dar este tiempo de pandemia y la vuelta a clases es pensar qué podemos hacer para tener una educación más centrada en las capacidades de pensamiento y en los contenidos centrales, importantes. Verlo como núcleo de trabajo en la escuela y en la casa, porque eso es lo que a su vez te va a dar, más adelante, el aprendizaje autónomo”, acentuó la especialista.
Tiempo de diálogo
“Creo que es un momento para que de todas partes puedan promover un diálogo basado en la experiencia que acumularon docentes, padres y también estudiantes en todo este tiempo. Creo que nos tenemos que reconocer como interlocutores comprometidos”, recalcó la licenciada Kit.
Dijo además que “en lugar de pasarnos culpas es importante instar a un diálogo” y de esa manera abrirse a un nuevo escenario. “Hay que motivar a un diálogo respetuoso sobre qué aprendimos en todo este tiempo de pandemia y cuarentena. Y creo que aprendimos mucho. Me niego a decir que es un año perdido. Esa conceptualización es muy frustrante, desalentadora… Prefiero decir que es un año distinto”, planteó.
De esta manera, “el desafío como pedagogo, como educadores, como especialistas, es de qué manera convertimos en desarrollo cognitivo lo que los estudiantes vivieron todo este tiempo en casa. Aún de los errores, aún de lo que no pudieron hacer.
Porque cuando yo reflexiono sobre lo que no pude hacer, guiado por un docente, estoy desarrollando mi capacidad de reflexión y pensamiento. Sin dudas, me van a servir todas esas cosas”, concluyó.