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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Se viene otro viento de cola

Según muestran los datos oficiales del Indec, estamos en la mayor caída económica de la historia argentina. El indicador Emae (Estimador Mensual de Actividad Económica), que mide la evolución de la economía en todos los sectores, muestra que la caída en abril (el primer mes de la pandemia) cayó un 26,4 % y hoy está en el 20,6 %, lo que indica la mayor caída de este indicador desde que se elabora (1993).

Si bien hemos tenido otras recesiones (2009; subprime; 2012; 2014, Kicillof; y 2016, Macri), han sido menores en comparación al derrumbe que se produce por el efecto de la pandemia. A tal punto que, si las comparamos, dan resultados de miedo, ya que el virus ha retrotraído todo a niveles del 2004. Sí, como lo lee, todo lo que se ha transitado hasta el 2020 se perdió y estamos en niveles de hace 16 años atrás. Ni siquiera es comparable a la salida de la convertibilidad en el 2002 (megadevaluación, inflación detonada, pobreza del 53,7 %) porque el índice estaba al 15 por ciento. Hoy directamente hay sectores enteros cerrados y con una perspectiva incierta, ya que se depende enteramente de un factor exógeno que no se controla.

Para salir de esta situación tan compleja, siendo obvio que este impacto que ha tenido la Argentina por la pandemia y la cuarentena no es exclusivo nuestro, sino también le ha pasado al mundo entero; los que venían creciendo, con cuentas ordenadas, haciendo la tarea, tendrán que readaptarse a la nueva dinámica mundial. Los que, por el contrario, venían desordenados, recesivos y/o renegociando deuda (o directamente un default como la Argentina), o se terminan de hundir o “quizás” hasta les sea algo más fácil.

¿Por qué quizás les sea más fácil? Si bien es cierto que el camino de recuperación sería muy arduo y lento, quizás la coyuntura mundial generada por el mismo virus favorezca a las economías más simples.

Las economías poco sofisticadas producen normalmente commodities (productos con poca diferenciación y bajo valor agregado) y estos se favorecen en las crisis. En las primeras etapas de las mismas, los inversores mundiales vuelan a la calidad, salen de los mercados emergentes y se refugian en inversiones extremadamente seguras que rinden muy poco. Se paraliza la economía mundial y el dólar se fortalece. Sin embargo, al tiempo, los gobiernos arrancan con los estímulos inundando de liquidez los mercados financieros, y bajan las tasas para hacer que sea más deseable consumir/producir que esperar. Es decir que lo que se había fortalecido en un principio (el dólar), ante los estímulos y la poca rentabilidad, comienza a verse a futuro como algo ya no tan atractivo. El razonamiento es sencillo: si hay una mayor cantidad de dólares circulando en el mundo, el poder adquisitivo de los mismos disminuye (compra menos cosas), presionando la inflación mundial. Lo anterior no sucede inmediatamente, si bien se fortaleció al dólar a escala global respecto del resto de las monedas, generando una devaluación generalizada de las divisas de los países emergentes, en las últimas semanas se está dando el fenómeno inverso: las monedas y algunos commodities tomados como refugio de valor (oro/plata) se revalorizan contra el dólar, con lo cual el camino inverso ya se está produciendo.

 Las crisis hacen caer el precio de todos los activos, y claramente hace caer el consumo de manera estrepitosa, afectando las dinámicas económicas de todos los países. No obstante ello, resetea la demanda genuina del mundo entero, produce un refresh del sistema y favorece a las economías en las que su consumo interno no es tan preponderante dentro de su PBI. 

Los commodities aumentan de precio solo por presiones genuinas de la demanda y también por el debilitamiento en el poder adquisitivo del dólar. En el 2000 se vio con la FED aplicando políticas de tasas súper bajas (era Greenspan) y en el 2009 (luego de la crisis subprime) la expansión monetaria, a tasa real negativa, hicieron volar los precios de commodities. 

Se viene otro viento de cola. Quizás no sea inmediato, pero dadas las circunstancias mundiales y vacunas de por medio, es algo probable. Si esto sucede, sería deseable que el presidente Alberto Fernández haya aprendido la lección de sus épocas de jefe de gabinete: el tipo de cambio competitivo con viento de cola, no es un plan económico. Un plan económico es aprovechar la coyuntura para realizar las reformas estructurales que generen ventajas competitivas nacionales sostenibles en el tiempo.

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