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Cuando alguien muere, ¿cremación o entierro?

En la actualidad cuando una persona muere se está optando más por la incineración del cuerpo y posterior entrega de las cenizas a sus familiares, para que ellos decidan lo que les parece más correcto: dejarla en un lugar especial del cementerio o dispersarla en lugares de afecto del difunto. También en algunas iglesias se habilitan lugares especiales para las cenizas llamados cinerarios.
Decisión. La cremación tiene más aceptación.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Por distintos motivos que van desde una enfermedad incurable, falla de algún órgano esencial como el cerebro o el corazón, la longevidad o algún accidente fatal, la muerte marca el fin de una vida. Sea el motivo que fuere, además de guerras o desastres naturales, se calcula que en todo el mundo mueren unas 50 millones de personas por año. Una cifra que puede parecer alta, pero que está en desventaja respecto de los 140 millones de nacimientos que se producen por año, en cifras estimadas por organismos internacionales del 2019 y así como hay muchas maneras de morir, a partir de ese momento, los familiares del difunto empiezan a buscar la manera para el adiós definitivo y qué hacer con ese cuerpo que ya está en proceso de descomposición. Los pasos a seguir son muy variados y los cementerios de las distintas creencias siguen siendo a pesar de todo una de las opciones más escogidas, aunque en los últimos tiempos la cremación ha tenido un enorme e importante avance. ¿Y entonces qué pasa con el alma de ese ser que  partió? ¿Es  acaso mejor cremar el cuerpo que  terminar bajo tierra?

Aunque no es tan habitual como el entierro, la cremación ya había sido utilizada en la antigüedad y era considerada como una práctica bárbara en tiempo de plagas. En cambio los babilonios embalsamaban a sus muertos y los persas castigaban con la pena capital a todo aquel que intentara la cremación. Y también algunas religiones como la védica y la hinduista aconsejaban la cremación  para facilitar la ascensión del alma. Ya en el siglo pasado, en la Segunda Guerra Mundial, los nazis cremaban a sus víctimas en las cámaras de gas de los campos de concentración para hacer desaparecer cualquier vestigio. En Japón también se cremaron los cuerpos de los criminales de guerra ejecutados. Sin embargo, ya desde hace unos años en el mundo occidental, la cremación ha dejado de ser una cuestión que provocara implicancias en la vida de los deudos, que buscaron en ese método el rechazo al entierro de los cadáveres de sus seres queridos.  Incluso, conforme ha avanzado esta práctica, cada día más personas vivas solicitan ser cremadas, a diferencia de quienes eligen ser enterrados. ¿Y el alma de esas personas?

Existen muchas formas y métodos de despedir a los difuntos, pero a diferencia del entierro, que es poner el cuerpo inerte en una caja de madera o cartón de material biodegradable para después enterrarlo en el cementerio, la cremación dejará escasísimos rastros, dado que es un proceso irreversible al someter el cuerpo a altísimas temperaturas para reducir sus elementos básicos. Ese proceso se lleva a cabo en un crematorio y dura por lo menos tres horas. Siendo que ese ser ya fallecido es reducido a cenizas en su parte física y visible, vuelve a surgir la pregunta: ¿El alma también se incinera? En realidad no hay uniformidad de criterios, son varias las religiones que defienden la existencia de ese espíritu superior que asistido por la cremación, se eleva a un nivel superlativo. Otros piensan que el proceso de la cremación evitará que el alma sea capaz de continuar su elevación y su camino hacia el más allá. Pero veamos qué dicen algunos estudiosos en la materia para disipar muchas de las ideas que van contra la cremación. Afirman que el alma abandona el cuerpo físico al mismo tiempo que la persona fallece, ese es el momento de la elevación o salida del espíritu, provocado por la muerte del cuerpo físico. Y reafirman que esa alma lógicamente no es tangible y por lo tanto no está en contacto con ese cuerpo que se someterá al fuego y sólo puede actuar sobre la materia, el cuerpo inerte. Así afirman que el proceso de la cremación, no molesta, daña o afecta negativamente a ninguna parte del ser que no sea el cuerpo físico, que ya ha muerto mucho antes de ser cremado.

¿Qué pasa después?

Tras la cremación, afirman los especialistas, los restos cremados pueden ser desechados en un sinfín de formas, como dispersándolos por el aire, en la tierra, enterrándolos en un jardín, o tirando los restos a un río o al mar. Tirar los restos al agua es la modalidad más elegida en los últimos tiempos. Lo que no aconsejan es guardar las cenizas del difunto en una urna y guardarlas en su propia casa, desde la mirada espiritual. Hay muchos que creen que el agua es un elemento de limpieza permanente al esparcir las cenizas en el agua, usando esto como una ruta más rápida hacia el más allá. Algunos expertos sugieren aguardar de tres a cinco días tras el fallecimiento de un ser, antes de ser incinerado el cuerpo, porque de esa manera el alma asume su nuevo estado y deja a un lado todos los traumas y pensamientos encontrados que les han afectado mientras estaban vivos.

Según la Teosofía o sabiduría mística, el cuerpo astral se desintegra después de la muerte, al mismo ritmo del cuerpo físico, pero luego continúa estando cerca del cuerpo en descomposición y está disipándose junto con el cuerpo físico que anteriormente había vitalizado. Si el cuerpo físico es enterrado, entonces los restos del cuerpo astral estarán en nuestra dimensión durante mucho más tiempo y esto puede llegar a tener consecuencias indeseables. Esto se debe a que al momento de morir, los gases de excreción son expulsados  del cuerpo muerto y las frecuencias y vibraciones son de naturaleza negativa, con lo que entidades negativas son atraídas a ese cuerpo y entran en contacto con el cadáver, para apoderarse de las cinco energías vitales que están en proceso de ser liberadas desde el cuerpo al momento de su muerte. Emiten una energía oscura en forma de humo que envuelve el cuerpo muerto. Está claro que este humo es invisible y sólo puede ser percibido a través del sexto sentido.

En concreto, después de la muerte de un ser querido, la decisión de cremarlo o enterrarlo, está en manos de sus familiares, a menos que el difunto haya dejado una última voluntad expresa de cómo ser enterrado o cremado. Muchas personas adoptan el método de la cremación por ser más práctico y rápido. Otros en cambio siguen aferrados al sistema tradicional de la inhumación en el cementerio. Cada uno tiene en sus manos la decisión.

 

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