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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Rosita, la cantora del decidor Julián y del chamamé impregnado de realidad social

“Falleció, pero no dejó de existir, sino que empezó a vivir en su pueblo”, resaltó Leiva al recordar al cura chamamecero que murió el 16 de agosto. Ella le dio voz a los enormes versos del pai con su grupo Neike Chamigo. Pero ya se conocían de antes. En los 70, en aquella iglesia conciliar, formó parte de los animadores que trabajaron con el artista. “Nos dejó un gran legado que hay que honrarlo”, acentuó la cantante mercedeña.  

Gustavo Lescano

glescano@ellitoral.com.ar

Firme, erguida y con una voz potente, desde el escenario. Rosita Leiva canta expresando claramente cada palabra, acentuándolas con un gesto enérgico que enfatiza la emoción, tanto la de ella como la del público. De esa forma, indudablemente el mensaje en formato canción llega directamente al corazón. Más si es producto de la pluma del eximio poeta chamamecero Julián Zini. 

Así se la ve a la cantante en las actuaciones de Neike Chamigo, el conjunto liderado por el pai decidor de la correntinidad. Una unidad artística que se plantó con creces en las trincheras en defensa de la cultura y la revalorización del ser correntino, en una batalla cultural y social para decir verdades que muy pocos las quieren revelar. 

Al cumplirse un mes del fallecimiento de Julián Zini y en el marco del Día del Chamamé, Rosita lo recuerda muy presente. “Él vino a reafirmar en nosotros, como pueblo chamamecero, toda esta riqueza social que tenemos y el gran valor cultural de nuestras raíces”, sintetizó. 

“Tenemos que hablar del hombre de esta región, de este lugar, en toda su dimensión; no solamente de su paisaje, que es también maravilloso. Es decir, hablar de su realidad social, sus problemáticas, y sobre qué cosas atentan contra este modo que tenemos de ser los correntinos. Esa profunda humanidad, solidaridad y cordialidad que tenemos en Corrientes. El chamamé debe resguardar eso”, advirtió. 

No caben dudas de que Leiva comparte plenamente el mensaje de Zini: “El chamamé no es chamamé si no se habla del hombre primero, del chamamecero. Debemos hablar de una realidad humana, regional y correntina, con sus problemáticas, sus necesidades... El chamamé es la gente. Y Julián le puso esa palabra a nuestra música”. 

Aquí una muestra más de esa amalgama sociocultural con Zini: “El chamamé debe hablar de las cosas que atentan contra estos valores que tenemos. Y nosotros debemos decirlas desde el chamamé: ‘anunciar y denunciar’, como decía Julián. En este sentido, somos un todo, no solamente la música. No se puede mirar una sola cara de la moneda”. 

 

Canto litúrgico 

Al presentarse, Rosita Leiva dice orgullosa: “Soy mercedeña, campesina: nací en un paraje de la costa del Iberá llamado Capivarí. Y siempre estuvo en mi vida esto del canto; es lo que decía Martín Fierro: ‘Desde el vientre de mi madre vine a cantar’”.  

En la escuela primaria se popularizó su distinguida voz, “de la mano de una mujer extraordinaria: Nélida Arzuaga, quien era mi profesora de música. Ella llevaba su guitarrita a la escuela y ahí cantábamos en los actos escolares, en las fiestas, en los fogones...”. 

Años después, en su desarrollo como cantante se topa con Julián Zini. “Cuando él viene como párroco a Mercedes, en el 70 y pico, reúne en su entorno a músicos populares. Siempre fue un ‘rumbeador’ como le decíamos. Y de esa manera empezamos a andar con él en el canto litúrgico, animando a nuestras comunidades. Nuestra diócesis es una conciliar, que nace del Concilio (Vaticano Segundo), donde hay todo un tiempo nuevo dentro de la Iglesia, un renovarse, y los documentos eclesiásticos dicen que el pueblo debe expresarse desde su modo, su cultura, su forma de ser”, recordó Rosita. 

“Julián era un sacerdote conciliar. Nuestra diócesis nace en ese momento, con toda la fuerza del Concilio y también con Julián formando parte de los curas del Tercer Mundo. Así empezó a renovar todos los cantos litúrgicos y comenzó a escribir. Todo con chamamé, rasguido doble y valseado”. 

Recordó que “él escribía y nuestros músicos locales ponían la melodía. En ese entonces eran Julio Cáceres, Francisco Cerimele y varios más”. 

“Así empezó todo -continuó-. Yo cantaba los temas animando a las comunidades y después conformamos un equipo diocesano de animación. Nuestro obispo nos enviaba a distintas partes del país para participar de encuentro eclesiásticos, siempre hablando sobre la cultura y nuestra religiosidad popular. Esa era nuestra tarea con Julián, en ese entonces. Hablamos de nuestro modo de ser, de esta fe que tiene el correntino. Julián y sus charlas siempre fueron desde el chamamé y con el chamamé”. 

  

Neike Chamigo 

En los 90 nace el grupo Julián Zini y Neike Chamigo. “Era una época económicamente brava en el país. Yo me había quedado sin trabajo y un día hablamos con Julián y la coordinadora de su comunidad, Chiquita Benítez, quien nos dice: ‘Por qué ustedes no empiezan a trabajar juntos en el canto’. Todo el mundo le pedía eso a Julián y, bueno, así arrancamos”, contó Rosita. 

—“¿Qué aprendió de Julián en ese lapso?”, se le preguntó a la cantante. 

—“Pensábamos por estos días que Julián nos vinos a confirmar el modo en que somos como pueblo y en lo que tenemos. Si bien uno es consciente de que este valor cultural lo traemos por la memoria de la sangre y que lo hacemos naturalmente todos los días de nuestra vida, Julián vino a ratificarlo”. 

   Rosita consignó, en este sentido, que Zini “nos confirmó este modo que tenemos de bailar y de hacer nuestras cosas. Eso es lo que generó Julián en nuestras vidas. Y entonces lo llevamos a cabo con total orgullo porque sabemos de dónde venimos, tenemos una profunda raíz y empezamos a creer en ese momento que nosotros somos una región que le podemos aportar mucho al país, con valores, con este modo que tiene el correntino de hacer las cosas”. 

—“En qué tema chamamecero extrañará más a Julián sobre un escenario?”, le planteó El Litoral en otro tramo de la entrevista. 

—“Hay un tema primordial: ‘Niña del Ñangapirí’, que tiene una melodía maravillosa, y eso se lo debemos a ‘Tito’ Gómez, que era un genio, uno de los jóvenes de aquellos años. 

    Después hay otros temas enormes y que tienen que ver con el compromiso social de Julián. Él era un hombre consciente de la realidad en la que vivía, entonces para nosotros el chamamé siempre fue nuestra trinchera cultural para defender lo que creemos que es nuestro y lo que somos”. 

    En este sentido, la cantante agregó. “Útilmente él estaba muy preocupado por el tema de la tierra, del agua, de nuestras reservas naturales. Entonces, su mensaje y su canto siempre fueron comprometidos y referían a temas que nos hicieron pensar muchísimo. 

     Creo que en estos momentos se lo extraña a Julián, yo lo extraño porque digo dónde habrá gente que hable de lo que nos está pasando y que diga nuestra palabra o que vuelva a poner la expresión de nuestro pueblo que está necesitado, en canto y chamamé. En eso creo que lo voy a extrañar. 

      Pero creo que, si Dios quiere, van a venir los poetas que se comprometan con su realidad”.  

  

En comunión 

Rosita también recordó momentos de intensa comunión que experimentaba, desde el escenario, Zini con el público. “Hay dos temas en que Julián se emocionaba mucho y nos emocionaba a nosotros también, porque era ese hilo conductor de una poesía que llegaba hasta el canto, pasaba por el fuelle chamamecero y llegaba a su pueblo. La emoción lo embargaba siempre en dos oportunidades: una con los malvineros, los hermanos excombatientes, y la segunda en Itatí, cada 15 (de julio, víspera de la Fiesta de la Coronación Pontificia de la Virgen) a la noche cuando íbamos a la serenata en honor a nuestra Madre, y se abrían las puertas de la Basílica y estaba todo su pueblo ahí esperándola para verla. Era increíble. 

Buenos esos eran los momentos profundos, de sensaciones incomparables”.

  

¡Julián vive! 

“Hace unos días, cuando se cumplió un mes de su fallecimiento, fui al cementerio. Visité su tumba y vi muchas velas y una cinta roja en su cruz, además de flores frescas. Allí me acordé de que cuando supe que falleció había dicho: ‘Hoy empezó a vivir en su pueblo, en su gente’. 

Y ahora, su tumba me confirmó: el lugar en que sembramos su cuerpo va a ser un lugar de peregrinación para nuestra gente”, resaltó Rosita Leiva. “Hace un mes Julián falleció, pero no dejó de existir, sino que empezó a vivir en su pueblo”. 

En el tramo final de la charla Rosita destacó aspectos centrales de la vida de Julián. “Nos dejó un gran legado que hay que honrarlo”, acentuó. 

“Destacó dos valores fundamentales del ser humano y del correntino. Primero, que somos un pueblo alegre, y Julián tenía una profundísima alegría. 

Segundo: era un hombre de una sola pieza, sin dobles, vivía lo que decía en el escenario, su compromiso era entero. Toda su prédica, su palabra, todo lo que él decía lo vivía: la humildad, la solidaridad, el desprendimiento, era un hombre profundamente generoso. 

En estos tiempos en que la palabra perdió valor y donde la tentación de nuestros artistas es estar sobre el escenario y volverse demagógico, me parece que la presencia de Julián en nuestras vidas nos marcó eso: ser coherentes con lo que decimos. Entonces, desde el chamamé no podemos decir cualquier cosa y cantar sin fundamento”. 

“Esas dos cosas nos marcó Julián. Agradezco a Dios que haya pasado por nuestras vidas”, concluyó con esa voz firme y melodiosa, como cuando cantaba con el pai y Neike Chamigo. Él, seguro, sonreirá desde arriba por las palabras de su cantora.

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Más Info

Familia correntina

Rosita tiene dos hijas, María Esperanza y Viviana; dos nietas, Rosarito y María Eva, y un nieto, Genaro. “Vengo de una familia numerosísima, somos nueve hermanos, mis padres eran 15 hermanos”, contó y resaltó al respecto: “Bueno, este también es un modo de ser que tenemos los correntinos: ser una familia grande. Este es otro valor nuestro”.
Explicó, en este sentido, que “cuando decimos familia no pensamos en el nene, la nena y los padres, pensamos en familia, pero mucho más grande.
Familia es el pariente del corazón, son aquellos que están bajo mi techo, que comen en mi mesa… Ese es el sentido de familia para los correntinos”.