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El fracaso de la misión Apolo 13

“Houston, tenemos un problema”. Con esta frase corta del comandante de la misión Apolo 13 se desencadenó uno de los hechos más dramáticos en toda la historia de la conquista del espacio. Y vaya que hubo problemas: los astronautas no pudieron descender en la superficie lunar y estuvieron a punto de perder la vida y no poder regresar a la Tierra.
Expectativa. Los tres astronautas de la fallida misión Apolo 13.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral.

 

A las 13 horas y 13 minutos exactamente, el gigantesco cohete Saturno V que llevaba a la misión Apolo 13, despegó hacia un cielo ligeramente cubierto de nubes. En el módulo de mando Odisea iba la tripulación, integrada por el comandante James Lowell y los astronautas Jack Swigert y Fred Haise. Las primeras etapas de la puesta en órbita se desarrollaron sin novedad y Apolo 13 puso rumbo a su ruta de vuelo a la Luna. Ya orientado hacia nuestro satélite, se activaron los pernos explosivos que sujetaban al módulo de mando Odisea con la tercera etapa del Saturno V. Libre ya, el módulo de mando giró 180 grados e insertó su nariz cónica en el habitáculo de la tercera etapa. Allí atracó el módulo lunar Acuario y, perfectamente sujetos, ambos módulos se separaron de la tercera etapa del Saturno V para realizar su vuelo lunar de manera independiente

Aquel día lunes 13 (¡13, vaya coincidencia!) debía ser un día tranquilo, sin mucha actividad en los integrantes de la misión espacial Apolo 13. Hacia el mediodía de Houston, los tripulantes empezaron la inspección del módulo lunar Acuario, en el cual un depósito de helio mostraba un cierto aumento en la presión, lo cual era bastante preocupante, aunque hasta ese momento era controlable. A las 21 horas empezarían los problemas serios. Apolo 13 se encontraba en la zona de equilibrio de la gravedad terrestre y lunar, a unos 329.900 kilómetros de la Tierra y la velocidad del módulo de mando Odisea había disminuido hasta los 3.000 kilómetros por hora. Entonces sobrevino la explosión y las alarmas comenzaron a sonar a bordo del módulo. Una seria avería en uno de los tanques de oxígeno amenazaba dejarlos sin aire. Y aquí fue cuando el comandante de la misión dijo la famosa frase: “Houston, we have a problem” (Houston, tenemos un problema). El Centro de Control de Houston inmediatamente intentó averiguar qué era lo que pasaba a bordo de Apolo 13, mientras el comandante seguía informando: “Tenemos una disminución de tensión en el distribuidor principal, nuestro depósito número dos está en cero”.

Esta frase puso en tensión a los técnicos de Houston. Ese depósito contenía casi 150 kilolibras de oxígeno líquido para alimentar las celdas de combustible que dotaban de energía eléctrica a los instrumentos a bordo, los sistemas de supervivencia y propulsión de la nave, así como de agua potable a la tripulación. Por alguna razón, el depósito estaba inexplicablemente vacío. El piloto del módulo continuó informando: “Ahora tenemos también una bajada de tensión en el distribuidor principal, y cuando miro por la escotilla me parece que perdemos algo, que se va al espacio. Hay algo que nos pone en movimiento en los ejes longitudinal y transversal, de manera que debo utilizar el control manual, pero no me responde del todo”. 

Ante todo este cúmulo de problemas que iba en aumento, el Centro Houston respondió a Apolo 13, tratando de calmarlos acotando que “tenemos aquí mucha gente que está tratando de resolver los problemas que se presentan, en cuanto tengamos algo concreto se lo comunicamos”. A partir de ese momento, la Nasa desarrolló la movilización de científicos más impresionante de la historia. Inmediatamente los diseñadores de la nave Apolo y diversos especialistas fueron enviados a Houston para auxiliar a la Nasa. Todos sabían que la misión peligraba y sobre todo estaban en peligro las vidas de los tres astronautas. El comandante Lowell, a cargo de la misión Apolo 13, dijo que: “Se acabó, el descenso se da por cancelado, es imposible”. Los encargados de la misión en Houston elevaron una serie de recomendaciones a los astronautas que, con el tiempo, mostraron su efectividad.

Problemas y más problemas…

Comienza el drama

“¡Ahorren la energía eléctrica, desconecten la banda de sonido, la calefacción y todos los dispositivos que consuman energía eléctrica y que no sean absolutamente indispensables!”. Esas eran las órdenes desde Houston. Todos sabían que la misión fracasó, los astronautas no podrían descender sobre la superficie de la Luna y lo más importante era traerlos de vuelta a la Tierra sanos y salvos. Mientras todos trabajaban febrilmente buscando una solución a la serie de problemas, los astronautas se refugiaron en el módulo lunar Acuario, la energía se iba debilitando y comenzaba a sentirse mucho frío, pero por otra parte, ellos sabían que, al cancelarse el descenso, deberían dar vueltas alrededor de la Luna buscando el momento justo para salir de su órbita y tratar de que el encendido de los cohetes que impulsarían al módulo hacia la Tierra no fallen en el intento. Con toda esta incertidumbre, y racionando el agua y la alimentación al mínimo, los astronautas pudieron finalmente encender el cohete de regreso en el primer intento y poner rumbo hacia la Tierra.

Finalmente llegó el momento crítico de descenso hacia nuestro planeta. A petición del gobierno estadounidense, todas las emisoras de radio y comunicaciones que trabajaban en la misma gama de frecuencia que los astronautas, apagaron sus transmisores para evitar interferencias en la señal. Pero la incertidumbre no terminaba allí: ¿se habría dañado el escudo protector térmico de la cápsula y, de ser así, estarían en peligro los astronautas al reingreso? Si fueran así las cosas, Apolo 13 y toda su tripulación se calcinarían irremediablemente. A las 11:53 todas las comunicaciones con la cápsula se interrumpieron al iniciarse la fricción con las altas capas de la atmósfera terrestre. Había que esperar que la cápsula atraviese esa zona peligrosa y sea vista ingresando a la atmósfera. A los 9.000 metros de altitud la cápsula fue divisada ingresando a nuestro espacio terrestre y, a unos 3.000 metros de altura, unos tranquilizadores paracaídas blancos y anaranjados pudieron ser captados por las cámaras de televisión a bordo del navío de rescate, el portaaviones Iwo Jima. Eran las 12:07 del 17 de abril de 1970 y la cápsula Odisea solo amerizó a 6 kilómetros del navío de rescate, en el Pacífico Sur, cerca de la isla Pago-Pago. Los astronautas de la fallida misión Apolo 13 habían sobrevivido a la mayor crisis espacial de toda la historia. Rebosantes de alegría, los tres fueron rescatados por los hombres rana de la Armada y llevados en helicóptero hacia el Iwo Jima, donde fueron recibidos como auténticos héroes. Aquellos valerosos hombres, acostumbrados a la adversidad del espacio, pudieron apreciar desde afuera lo bello y hermoso que es nuestro planeta Tierra y, sobre todo, regresar a él después de una tremenda odisea.

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