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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Un castigo a toda la sociedad

Para los problemas económicos no existen soluciones mágicas, solo recetas exitosas. Al parecer, en nuestro país existen sectores que no logran o no quieren comprender esto. Por tanto, los argentinos terminamos padeciendo las consecuencias de aplicar las mismas políticas que nunca funcionaron y no lo van a hacer. Asegura Natalia Moty, economista de la Fundación Libertad y Progreso.

Una de ellas es la aplicación del impuesto a la riqueza. En primer lugar, es necesario entender que los impuestos no son más que una transferencia de recursos del sector privado al sector público; sin que exista evidencia alguna de que una unidad adicional en el sector público pueda llegar a compensar toda la pérdida ocasionada en el sector privado. Es decir, es una destrucción de riqueza total de la sociedad.

En cualquier país medianamente desarrollado se entiende que para poder crecer de forma sostenida es necesario tener un capital. No obstante, el capital se ahorra durante mucho tiempo. Por ende, para incrementar el capital es necesario favorecer el ahorro. Dentro de una sociedad, aquellos que tienen una mayor capacidad de ahorro son los que se encuentran, dentro de la distribución de ingresos, en los grupos de ingresos más altos. Es necesario enfatizar que el ahorro de hoy es más inversión, riqueza y salarios para mañana.

No obstante, si condenamos la posibilidad de ahorrar, por medio de políticas tan nocivas como el impuesto a la riqueza, entonces sentenciamos también las inversiones, la posibilidad de gestar nuevos proyectos productivos, la creación de empleo, la posibilidad de que los argentinos accedamos a productos más baratos ni de mejor calidad, y la suba de salarios reales. ¿Cómo se compensa esta destrucción? No se puede.

En segundo lugar, deberían tener en cuenta que ante una caída de la recaudación fiscal, en medio de un contexto recesivo de tal magnitud, que podría llevar el déficit fiscal este año por encima del 6 %, deberían aplicar una medida que genere un efecto expansivo.

Una de ellas, tomando el ejemplo del expresidente Reagan en Estados Unidos o del actual presidente Donald Trump, podría ser bajar los impuestos. Si bajamos los impuestos va a incrementarse la actividad económica y, resultado de ese repunte económico, la recaudación va a aumentar de tal manera que esa bajada de impuestos inicial terminará autofinanciándose. La recaudación podría subir hasta tal punto que los costos de la reducción de impuestos no afectará la provisión de servicios públicos sino que los incrementará.

Por otra parte, es necesario bajar los impuestos porque, desde un punto de vista moral, robar está mal. Aun cuando la baja de impuestos genere una suba de la recaudación, la confiscación de ingresos está mal, a pesar de que se haya naturalizado esta práctica y hoy en día cuente con el aval del sector público.

Desafortunadamente, hoy el sistema tributario ahoga a los argentinos. Según la Iaraf, las familias argentinas de más bajos ingresos pagan un 50 % de impuestos, las de mayor ingresos, un 59 %. Juan Bautista Alberdi decía que éramos presos del fisco español; hoy pasamos a serlo del nacional.

Por otra parte, ¿por qué no estudiamos la experiencia internacional? La experiencia mundial ha demostrado que el impuesto a la riqueza no funciona. En aquellos países en donde se aplicó el impuesto a las grandes fortunas, como en Francia y Suecia, hubo una salida de capitales a otros países. Lo que a la larga terminó perjudicando económicamente a estos países.

¿Qué logramos con este tipo de impuestos? Como mencionamos anteriormente, menos oportunidades para todos y más desigualdad. Debemos comenzar a observar más el mundo: no hay nada nuevo que inventar, solo aprender. Si no aprendemos de los errores, es muy difícil que logremos que nuestro país crezca. Encaremos una reforma tributaria con madurez que aprenda de los errores del pasado y baje los impuestos; sin celos, ni desconfianza, mirando al futuro de frente y comprendiendo que el único camino al progreso es apostando a la fuerza y al amor por este país de muchos argentinos. De otra forma, lo único que lograremos es un futuro bastante desalentador para todos.

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La experiencia mundial ha demostrado que el impuesto a la riqueza no funciona.