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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Psicología latinoamericana: una lógica desde el “nosotros”

Por Natalia Blengino y Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

La mente humana, la psiquis, el aparato mental, las emociones y todas aquellas palabras que asociamos a la salud mental, no son conceptos estancos: son construcciones que se van resignificando a la luz de nuevas investigaciones, nuevos contextos que interpelan a movimientos y a repensar modos de abordar el malestar.

Hay diversas estrategias psicológicas que en ocasiones desconocemos como abordajes posibles, reconociendo que no todo se circunscribe al psicoanálisis o a las terapias cognitivo-conductuales. Hay otros posicionamientos, otras lecturas que involucran el existencialismo, el humanismo, la complejidad, la logoterapia, la terapia breve centrada en soluciones, entre otras.

“Therapeuo” significaba (en los hospitales griegos originarios de la época de Asclepio) cuidar lo divino que se manifiesta en lo humano, y si bien hay otras acepciones, todas se unifican en la frase “mirar sanando”. Es por eso que lo “terapéutico” viene de la mano de la capacidad para sanar e, incluso, para salvar. 

Etimológicamente, psicoterapia significa tratamiento del alma. Desde esta amplitud es que justamente se sostiene que no hay un solo modo de sanar ni de tratar. Una formación como psicólogo representa ir mas allá de una sola corriente teórica o de un solo modelo de intervención. El vicio instalado en el reduccionismo por el positivismo no da cuenta de la vida y de lo indeterminado de la misma.

En esta nota presentamos una serie de encuentros que se dan desde la virtualidad, de la mano del licenciado en Psicología,  Hilce Darío Dejesús, quien desde diversas entrevistas a psicólogos, filósofos e investigadores contemporáneos de diferentes partes del mundo, nos posibilita la conexión y un lugar para tomar conocimiento de otros abordajes posibles que se gestan y se resignifican en este mismo momento.

—¿Quién es Darío Dejesús?

—¡Qué pregunta! Hubiésemos comenzado con una más sencilla. Inicialmente puedo decir que soy papá de tres hijos hermosos, ellos correntinos, yo nací en Buenos Aires. Por esas cosas de la vida estudié en Corrientes y me fui desarrollando profesionalmente en ámbitos variados. Mi inicio pasó más por el mundo religioso, filosófico, y después apareció la psicología; de igual forma, siempre creo que mi primer amor fue la filosofía y sigue siéndolo, y en este abanico de posibilidades de lectura y demás, me he encontrado con personas interesadas en ir más allá, en no quedarse o no hacer de un abordaje una teoría, una religión, sino, más bien, generar conceptualizaciones o teorías para dar cuenta de situaciones.

No sé cómo me nombraría. La  verdad, es difícil encontrar una palabra, no me considero anarquista, pero soy bastante revolucionario en muchas cosas, en todas las etapas de mi vida. 

Nunca me gustó que me acomoden en un lugar y me digan “en qué equipo jugás o de qué lado estás”. Me gusta estar abierto al encuentro de nuevas posibilidades, así que yo diría que por ahí me nombraría como un nómade, un indómito.

—En esa búsqueda fuiste haciendo un recorrido, ¿podés nombrar hitos, personas o situaciones que te cambiaron el rumbo, o que te hayan generado nuevos interrogantes?

—En la vida universitaria, en el escenario propiamente de la Psicología (porque primero hice el profesorado de Filosofía, hice algo de Abogacía y después comencé a estudiar Psicología). Creo que los dos profesores de Filosofía me abrieron la cabeza, me generaron pasión por ir más allá: Andrada y Fraschia, la socióloga Julia Passicot; y Alfredo Vara y todos su desarrollos.

Creo que pasaron muchas personas y no quiero quedarme con unas pocas, pero fueron muchas personas que me aportaron esto. Lo que sí, coincidentemente no fueron personas que estaban acomodadas a los sistemas, sino justamente aquellas personas que no se encasillaban en un paradigma de la normalidad, o que no se representaban con la situación clásica de comodidad académica. Eso es llamativo, yo creo que fueron las que siempre me incentivaron, me desafiaron a la búsqueda de otras lecturas, otras visiones, otro modo de pensar y de relacionar; pero siempre fueron y son personas muy cultas que vivían con pasión lo que enseñaban y transmitían con pasión lo que encontraban en el mundo de los libros y lo hacían asequible.

—¿Qué te apasiona?

—Es muy difícil decir una sola cosa, pero creo que aprender y compartir lo que uno aprende enamorado del aprendizaje, no del contenido sino del aprender, de alimentarme constantemente con descubrimientos, con novedades. Eso es lo que más me apasiona, y estar en movimiento, sentirme vivo con lo que aprendo. Cuando uno siente que encontró un tesoro -como dice por ahí esa frase trillada- pero lo quiere compartir y la verdad que de ahí surge quizás la relación entre la filosofía y la pasión por enseñar, ¿no? 

Encontrar una novedad interesante, disfrutarla y entender que el disfrute no puede ser egoísta; si es solitario, no llega a ser disfrute, es como la necesidad de pensar que se construye en red. En esta idea de compartir lo que encontré con otros está la relación entre aprender y enseñar; ese encuentro sería lo que me apasiona.

—¿Qué encontraste en este contexto de cuarentena de la mano de estos días de los diálogos? ¿De qué se trata?

—La pandemia implicó buscar una salida, generar posibilidades, y esto de los diálogos no nace con la pandemia, se afianzó por el contexto.

Hace casi tres años que comenzamos a contactarnos con profesionales de distintos lugares, afianzando un poco el lazo con Latinoamérica. Me parecía, y compartimos con los interlocutores, que muchas de nuestras academias no miran lo propio, no miran lo nuestro, sino que están mirando hacia Europa, Francia o Alemania particularmente, o Estados Unidos. 

En nuestra formación de grado y de posgrado muy pocas veces nos encontramos con los nuestros y lo nuestro, las producciones e intelectuales latinoamericanos, que los hay y en muchos ámbitos, no solamente en el ámbito de la psicología, en el ámbito de la teología, en el ámbito de la filosofía, en el ámbito de la sociología, en los abordajes terapéuticos. Me parecía importante dar ese salto, ver la forma de utilizar este medio global de internet, que normalmente puede ser muy criticado, pero es el medio más lógico para suprimir las fronteras y generar comunicaciones en red. 

Comenzó con Chile, con México, y sucesivamente cada persona lleva a otra, cada propuesta era un viaje virtual por un nuevo país, un nuevo escenario. Actualmente tenemos el diálogo con compañeros y se creó una fraternidad latinoamericana con amigos de México, Chile, Uruguay, Perú, Brasil,  Ecuador, Colombia y Bolivia.

Es muy interesante el hecho de sentir que más allá de las fronteras, de la lejanía física, está la cercanía de búsqueda. Empecé  a considerar la posibilidad de una familia más amplia que la familia de la zona NEA, una familia mucho más grande y  generosa, y esto, creo, está muy presente en los pueblos originarios, que no hablan tanto de “yo”, del ego, del sujeto, y ponen el punto central de la palabra en lo comunitario y en el “nosotros”. 

En este momento estamos haciendo diálogos del “nosotros”,  aprendiendo uno del otro y construyendo, no solamente un imaginario sino decires, palabras, teorías que tengan más que ver con el latido latinoamericano y no tanto en latido europeo.

—¿Cuáles son los temas que habitualmente se abordan desde estos diálogos latinoamericanos? 

—Muchos casos, en este compartir con Carlos Maldonado, con Rocío Chavestes, con Andrés Buschiazzo, Maximiliano Peralta, Claudia Lobos, César Vázquez, Jorge Ayala, Marcos Lamadrid..., varios de estos hermanos que nos nombramos como referentes indisciplinados. Porque justamente estamos yendo más allá de las doctrinas. No son las teorías elegidas y las prácticas elegidas el límite, sino que se comparte lo que uno trae, todos ponen en la mesa su teoría, sus prácticas, sus abordajes y, a la vez, está permitido cuestionar y cuestionarnos y ver qué surge de ese movimiento de preguntas, que no se queda en esas afirmaciones tácitas y determinantes, sino que vamos más allá de las afirmaciones. Vamos siempre de la mano de las preguntas y del descubrir qué más nos quiere decir. 

Tratar de preguntar para entender lo que está diciendo, lo que está queriendo compartir, ubicarnos en el contexto donde surge esa apreciación y, a la vez, mudarnos mentalmente y experiencialmente a ese lugar y a ese contexto que hace que podamos vernos con una territorialidad más amplia.

—¿Sobre qué temas o preguntas están trabajando?

—En este momento trabajamos  sobre ciencias de la complejidad y terapias, tratando de ver si podemos llegar a pensar una terapia latinoamericana.

A la vez, pensando y aprendiendo con Carlos Maldonado lo que son las ciencias de la complejidad, que no se remiten solamente al pensamiento complejo, pues de ese pensamiento puede nacer una propuesta de abordaje, una terapéutica especial.

Es necesario aclarar que Carlos Maldonado plantea la importancia de complejizar y explicar la complejidad de las ciencias sociales y de campos cruzados, como el de las artes y las posthumanidades. Inicia con los planteamientos de Ilya Prigogine acerca de los sistemas alejados del equilibrio, y la necesidad de abrir estos campos a otras ciencias, y especialmente a nuevas formas de conocimiento, ligadas a problemas radicales, nuevos lenguajes y lógicas, y hace una crítica a los enfoques nomotéticos e ideográficos, a la disputa metodológica en la cual nacieron las ciencias sociales y las humanidades en la visión newtoniana de la ciencia clásica, donde se buscaba el formalismo, el equilibrio, la continuidad y las certezas. Una imagen propia del siglo XIX y que todavía pervive hoy anacrónicamente.

Hay un amplio espectro que nos lleva a reflexionar y, por otro lado, también estamos haciendo camino en ver cómo ingresaron los distintos abordajes a Latinoamérica, cuáles fueron los inicios de la terapia sistémica, las posmodernas, las cognitivas, las humanistas, entre otras. La pregunta es ¿cómo ingresaron o por qué no ingresaron a la Argentina?, ¿por qué no ingresó la terapia teleológica de Adler a la Argentina y sí a Uruguay? 

Todas estas cuestiones interpelan al orden del poder y la política, atravesando cualquier búsqueda de conocimiento.

Vamos descubriendo cómo el discurso científico de un sector o los fundamentalismos han impedido el ingreso del conocimiento y solo han promovido la circulación de algunos discursos, dejando en los márgenes otros que pueden resultar interesantes.

—Desde estos conversatorios se habilitan espacios y encuentros para pensar en que no hay una sola psicología posible. ¿Cuáles de todas esas líneas te resultan más interesantes para compartir? 

—Hoy sabemos que hay más de trescientas escuelas o abordajes en terapias o en psicoterapias. En Argentina, lamentablemente, nos circunscribimos a unos pocos; el psicoanálisis, el análisis, tiene la delantera en un porcentaje mayor e increíblemente no tenemos en este momento psicoanalistas que se sumen a estos encuentros para dialogar juntos y para enriquecer la práctica con otras miradas, otras teorías y otros abordajes, para poder construir juntos.

Lo fundamental es sentir y vivir como que la teoría puede decir algo, pero nunca puede abarcar todo. Cuando hay una teoría todóloga, no permite la posibilidad de ingreso de nada y no hay diálogo.

Más allá de los distintos abordajes, todos están queriendo conocer algo del otro y algo de las otras teorías. 

Me interesa saber más sobre las terapias llamadas posestructuralistas, que no se definen desde una sola línea sino que abarcan muchos abordajes de otras teorías, entre ellas, la colaborativa conversacional, la de equipos reflexivos, la de diálogos abiertos; la terapia centrada en soluciones, la terapia orientada a las posibilidades. 

Eso, por ahí, en cierta medida, desde una línea de cercanía o familiaridad y, por otro lado, toda la línea que ha llamado o ha nombrado como tercera ola o tercera generación. El de TCC, que tienen que ver con aceptación y compromiso. La terapia centrada en la compasión a mí me resulta muy interesante por lo novedoso de su aporte. La Terapia Centrada en la Compasión (Compassion-Focused Therapy, CFT) es un proceso terapéutico desarrollado por el psicólogo inglés Paul Gilbert para tratar pacientes con altos niveles de vergüenza y autocrítica, cualidades que están a la base de una gran diversidad de trastornos psicológicos.

El cuerpo teórico y la aplicación práctica de CFT integran distintos campos de estudio y enfoques de tratamiento, incluyendo la psicología evolutiva, teorías del apego, psicología budista, terapia cognitivo-conductual, la psicología profunda, entre otros, pero manteniendo un foco central en la compasión.

También me resulta sustancial el aporte de Mindfulness, de Kanasin, que trata de la meditación y cuestiones de sanación desde el perdón, teniendo en consideración que hoy día, en este contexto de pandemia, muchos han podido sanar o al menos mejorar los problemas relacionados con el insomnio y la ansiedad. En la Argentina hay referentes de esas líneas con los cuales estamos compartiendo.

Es un abanico muy interesante lo que se genera, si bien muchas de esas expresiones inicialmente han surgido desde otro lugar, ahora comienzan a tener forma propia en el encuentro con el contexto latinoamericano. Un trabajo que da cuenta de esos desarrollos es un colega de Brasil que está trabajando con equipos reflexivos, con una modalidad diferente a la de los fundadores, pero enraizada en estos preceptos.

 Los equipos reflexivos se consideran como una rama de los modelos de terapia sistémica constructivista. Dicho modelo de intervención tiene como base una dinámica de constante retroalimentación y circularidad entre el sistema consultante y el equipo de trabajo, y ha sido estudiado como una forma de interacción que promueve cambios en el contexto de la misma terapia.

—¿Cómo van a dar a conocer este trabajo?

—La idea es generar una publicación escrita que tenga esta impronta del nosotros, de lo comunitario con la guía y el monitoreo de Carlos Maldonado, que es quien nos aporta la mirada desde el paradigma de la complejidad, y también estamos pensando generar, de manera gratuita, un congreso internacional donde producir diálogos abiertos desde la red y en red. Hacer un mes de conversatorios, escuchando las voces y las propuestas de todos los referentes que hay en Latinoamérica y a los que desconocemos, porque no son los que nos presentan en las academias.

El espíritu es dar a conocer pensadores, terapeutas, filósofos, sociólogos que están trabajando en diferentes ámbitos con una producción muy rica y muy propia. 

—¿Cómo podemos acceder a estos diálogos?

—La verdad que es muy interesante esto de la generosidad y algo interesantísimo es que hay personas con las que conversamos que tienen una formación increíble, desde doctorados, postítulos, manejo de idiomas, investigaciones, y demás, pero nadie se presenta desde ese lugar, desde una titulación, todos se presentan desde esta idea de querer construir algo juntos, una fraternidad, una comunidad. Todas las voces son escuchadas, no por la formación sino porque todo es un aporte que construye.

No solamente es generosidad, es gentileza. Es fantástico encontrar esta calidez humana en personas que saben tanto y que me generan admiración y sorpresa a la vez, porque no siempre en nuestra zona de desarrollo próximo encontramos tantas personas así, con ese carisma por encontrarse con el otro y ensanchar los libros de su vida con la presencia de una persona que por ahí físicamente y geográficamente está alejada, pero que pareciera como que nos conocemos de toda la vida. Es algo del orden de la emoción. 

Las entrevistas son subidas a diferentes canales de internet, como YouTube y Facebook.

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