El manejo de la crisis del coronavirus en la Argentina tuvo un vuelco significativo en las últimas semanas y cuando parecía que con la aparición de la vacuna el Gobierno recuperaría la confianza que se fue pulverizando con el correr de los meses, una serie de estrategias de comunicación terminaron por poner de nuevo al vehículo oficial en la banquina de la consideración pública.
Es que a la astucia opositora por pasarle el resaltador a ciertas palabras y diagramar un mensaje a medida, el Estado está siendo blanco de numerosos ataques (por cierto, exitosos) por sus falencias en la comunicación.
El episodio más reciente fueron las declaraciones de la virtual viceministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, con palabras que terminaron conformando un rompecabezas con la figura de la desconfianza en el manejo del plan de vacunación.
Ayer la funcionaria aclaró sus dichos y confirmó que finalmente serán dos las dosis de la Sputnik V las que se aplicarán a las personas alcanzadas por esa inmunización.
Este martes, Vizzotti confirmó en su cuenta de Twitter que Argentina planea administrar los 15 millones de esquemas de vacunación que adquirió al Fondo Ruso según la indicación de los dos componentes. Es decir, la estrategia inicial.
Si algo ha signado a esta pandemia, es la incertidumbre. Desde el comportamiento del virus hasta la eficacia de las vacunas, que en una proeza científica se desarrollaron en tiempo récord (patentar un nuevo medicamento demanda habitualmente por lo menos 10 años). En ese contexto y con los movimientos antivacunas siempre al acecho, hay indicadores a los que prestar atención. Una reciente encuesta de Poliarquía muestra un descenso significativo en la cantidad de argentinos dispuestos a vacunarse: en julio eran el 65 %; este mes, el 38 %. Y creció el porcentaje de gente que dice que no se vacunará: casi uno de cada cuatro.
Estuvo claro desde el vamos que la campaña de vacunación contra el covid-19 iba a ser la más compleja hasta la fecha. No solo por la fenomenal logística e inversión que implicará, sino también por el profundo trabajo que los estados deberán hacer para que la gente entienda la importancia de vacunarse por, más que nunca, el ansiado efecto rebaño: vacunarme en primer lugar para protegerme, pero para contribuir a que toda la comunidad se vaya protegiendo y así contener finalmente a este virus que parece indómito.
En vistas de estas dificultades, la Organización Mundial de la Salud publicó en octubre un documento en el que da recomendaciones, justamente, para trabajar en los aspectos del comportamiento que pueden conspirar contra la campaña de vacunación. Y ahí apunta, valga el juego de palabras, al comportamiento de los otros “actores” del sistema, no solo quienes tienen que recibir el pinchazo sino quienes tienen que garantizar que lo reciban. “Comunicar consistentemente, con transparencia, empática y proactivamente sobre la falta de certezas, riesgos y disponibilidad de la vacuna contribuirá a construir confianza”, dice, contundente, la OMS.
El presidente había anunciado el 3 de diciembre que para fin de 2020 se vacunaría a 300.000 personas y que entre enero y febrero, recibirían las dosis de Sputnik V para 10 millones de argentinos. Ese primer plazo no se cumplió y debería acelerarse enormemente la llegada y la aplicación de los próximos lotes para cumplir el segundo en 45 días. También se supo, por una declaración de Vladimir Putin, que en el momento en que se anunció la compra de la vacuna ésta no estaba aprobada para mayores de 60 años, el principal grupo de riesgo. Rusia autorizó luego esa indicación, pero Argentina todavía no. Y tampoco se publicaron aún en The Lancet los esperados resultados de la fase III, lo que el Fondo Ruso dijo que ocurriría en diciembre. Mucho antes, había habido también contramarchas sobre la obligatoriedad de la vacuna.
Los datos pueden tomarse aislados. Pero juntos son todas piedras en ese arduo camino de construir confianza. El que sí o sí hay que transitar para lograr que la campaña de vacunación más grande de la historia efectivamente funcione.
Mientras tanto, no se puede perder de vista que cada acontecimiento se une en un hilván político que asimismo va dándole énfasis a las derrotas y velos a las victorias. Aún no es posible agregarle a esa frase la palabra “viceversa”.