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Clamor de abrazos

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral.

Como una botella boyando en el mar, navegando un cuento de “Corto Maltés” de Hugo Pratt, los abrazos se acurrucan depositando mensajes venidos de lejos. Ahora todo es lejos aunque estén a la vuelta de la esquina, porque la distancia lo marca la responsabilidad preventiva de cada uno.

Se vienen en bandadas como atravesando allende los mares, exhaustos pero convencidos de que la palabra escrita o en audio, llegarán a buen puerto. Se llevarán las lágrimas, la emoción y la risa alentadora que aseguran la amistad y hermandad del otro extremo. El encierro claustrofóbico hizo imperativo hacer memoria y ver cómo llegamos a los otros, porque hoy más que nunca ellos son los más importantes. Ellos como nosotros, poseemos las claves de los recuerdos vividos, la obligación separada de la familia y los amigos con la  memoria donde cada cual éramos todo.

Tengo por costumbre hace rato, que mis mails y comunicaciones diversas los cierro con un elocuente: abrazo grandote. En ello va mucho de mí, cariño, afecto, reconocimiento. Una parte maravillosa que todos poseemos y que hoy más que nunca se ha tornado una urgencia.

Mirando el móvil me encuentro con un cuadro emotivo y pleno de grandeza: Fernando Abelenda junto a Darwy Berti, hombres de letras en una postal, con unas pequeñas líneas que aluden a “Balada para un loco” de Ferrer y Piazzolla, por el encuentro de ambos, dice “Las tardecitas de Buenos tienen ese... qué sé yo, ¿viste?” y prosigue situándolo físicamente en el local de la librería Capítulo 1. Yo, en el desespero por conectarme a tan buena idea con amigos, hago puente con Fernando, diciéndole: “Está buenísimo. Un abrazo a ambos”. Por lo visto, él, más persuadido que yo, me aclara: “¡Adalberto! Es del 2017… ahora Darwy no sale pero yo hablo por teléfono todos los días… Le voy a pasar tu abrazo. Gracias”. Entonces cierro la breve charla, justificándome que lo decía por extensión, haciendo carne la presente situación de pandemia y sus prevenciones: “Gracias, Fernando. No importa, del 2017 queda el afecto atravesando el tiempo. Abrazo”. Esta es una metáfora clara de lo que representa ese “abrazo chamigo” que, sin serlo específicamente, lo simboliza sin importar el año de origen, ya que el sentimiento atravesó todos estos años potenciando el anhelo común de hablar, oír, ya que el resto conforma parte del puntapié inicial. La necesidad del buscado encuentro, sintiendo otra vez sus voces, imaginando cómo son, dibujando cada figura en cada actitud oral o escrita. El asunto es establecer la bendita conexión. 

Es una muestra de las urgencias de cruzar aunque fuera a nado ese mar simbólico de encrespadas olas, distante pero no ausente, con tal de escuchar una palabra, ver escrito una frase, saber que nos “abrazamos” en algún punto de nuestras imaginaciones.

Una de las mayores preocupaciones y problemas psicológicos que promueven esta pandemia, dicen los expertos, lo constituye esa brecha impuesta que no obstante estamos dispuestos a establecer el desafío de cruzarla. Por eso, de pronto, mucho más que antes, las palabras o la escritura tienen el rol que les corresponde: no pasar desapercibidas.

Los “abrazos”, en mí, tienen una frecuencia mucho antes que ahora; en la década del 2000 hice amistad a distancia con el primo de Eugenio Led, Ramón Royo, español de pura cepa que vive desde siempre en Zaragoza. Empezamos a frecuentar porque cuando le conté de la emisión radial que hacía desde “El Café del Sol” por LT7 Radio Corrientes, me dijo que trataría de ubicarlo desde su tierra pero con la diferencia de 5 horas. No obstante, todos los lunes me llamaba para hablarme de algunos de los temas que yo tocaba los días sábados por radio desde exteriores. Este “abrazo” formalizado desde entonces, tiene su anécdota, pues yo no creía que se tomaría el trabajo de ubicarme radialmente habida cuenta las 5 horas de diferencia. La primera de las veces, me llama el siguiente lunes y antes que nada me dice: “Cómo estuvo la torta que se comieron en la emisión por haberse cumplido el aniversario de esas transmisiones”. Me quedé atónito, porque era muy cierto, y me dije: hombre de poca fe, porque no lo podía creer. Desde entonces, el “abrazo” allende el océano, se cumple inexorablemente, no todos los días pero sí suficientes para reafirmar nuestra amistad, que no estamos solos y que aguardar siempre es recompensado con suficiente afecto.

El abrazo es una necesidad que nos llena el espíritu y que reafirma nuestra humana costumbre de sabernos contenidos, amarrados como fuere: en la voz, o en el texto, que siempre es más, mucho más porque consolida nuestro aprecio y el del otro.

El abrazo está materializado en la música, en la poesía, que siempre exaltan elocuentemente tamaña ceremonia. Por ejemplo, en 1950, compuesto para la película argentina “El ladrón canta boleros” por el “chanssonier de América”, Mario Clavell, es lanzado uno de los temas más difundidos y apreciados desde entonces: “Abrázame así”. En uno de sus versos sintetiza el amor del abrazo: “Abrázame así, / que en la vida no hay nada mejor / que decirle que sí al corazón / cuando pide cariño”.

Hay un amigo común que establece la auténtica figura del abrazo arremetiendo, en una parábola perfecta, el dibujo exacto, Pablo Buratti, hijo del periodista Carlitos Buratti, que en cada oportunidad que podemos nos cruzamos epistolarmente. Él está en Madrid, es correntino, claro, tiene una brillante carrera como ilustrador para publicidad y story board para cine, es decir, las escenas dibujadas estableciendo ángulos de cámara y proponiendo escenografías. Por bueno y minucioso, su trabajo técnico es reclamado por Pedro Almodóvar en todas sus últimas películas. Con el logro brillante hace muy poco en una súper producción de aventuras realizada en China. 

El inicio de la pandemia nos reunió en “abrazo”, habida cuenta de que problemas de familia hubo de distanciarse no por voluntad, sino por urgencia de su señora argentina, que se vino para la Argentina para ver a sus padres, donde le tocó el encierro largo y eterno de la cuarentena, quedando Pablo solo con su pequeña hija en España sorteando el confinamiento. Las fiestas han sido motivo del “abrazo” anual para desearnos mutuamente lo mejor para cada uno. “Estrecharnos” en textos nos situó y dimensionó la urgencia de hacerlo.

No sé si se entiende. Solo sé lo necesario que se hace poder estrecharnos por encima de todos los inconvenientes. Es que una voz, unas frases, unos textos, nos distienden y nos recuerdan cómo era el mundo que extrañamos y conocimos. Para luchar por ellos alimentemos los abrazos, aunque para verlos cerremos los ojos para imaginarlo.

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