Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
No se trata de un “michifuz”, sino de un autor de fuste que le puso amor desgarrado al tango argentino. Sucede que siendo muy chico y sus hermanitos, su madre separada de Pascual Contursi vivió en el Brasil, donde lo apodaron “Catunga”, o sea, gatito en portugués. Estamos hablando de José María Contursi “Catunga”, hijo de Pascual Contursi, autor del primer tango canción “Mi noche triste”. Esta canción marca para siempre la influencia de la poesía pensada como fundamental incidencia, en el profundo expresar de los sentimientos. Este tango adalid se estrena en el año 1917 integrando el repertorio de Carlos Gardel, en sus actuaciones realizadas en el Teatro Urquiza de Uruguay y en el Teatro Empire de Buenos Aires.
Pero prosigamos con José María Contursi, siempre tuvo inclinación genética por la buena escritura, identificándola como el blues, con esa particularidad por el desgarro, la mala vida, la costosa marcha por alcanzar si se tiene suerte, el objetivo, la armonía que solo el amor es capaz de ofrendar.
Siendo muy joven y tratando de sumar para hacer la diferencia, se desempeñó paralelamente como locutor en la radio de entonces, Stentor de Buenos Aires. Ese paso fue fundamental para poder dar con su destino final: obtener el amor de Gricel. Pero había un impedimento, era casado y con hijos. No obstante, no dejó de admirarla cuando una quinceañera llamada Susana Gricel Viganó visitara la emisora como flamante Miss Valle de Punilla, ya que ella procedía de Capilla del Monte, Córdoba. Sus ojos verdes azulados y su grácil presencia lograron captar la atención de “Catunga”, inspirándolo a partir de ese momento a escribir letras de tangos que trasunten el dolor incontenible cuando el amor se estrella con una realidad incierta.
Pero la historia que vamos desarrollando casi siempre nos depara sorpresas nada felices, pero que algún día sería tan solo un sueño o bien un puente no deseado que nos transporte a algún lado. El dramatismo de la dura realidad vivida por “Catunga” lo obliga a luchar cinchando con lo que venga, pero nada pudo hacer ante la viudez que lo ponía frente al duelo de su familia. Pasó mucho tiempo que le sumaban años, teniendo en cuenta que jamás habló ni le hizo saber su admiración enamorada a Gricel, si bien sus tangos comenzaban a gritar desesperadamente su tristeza incontenible por todo lo que le acontecía.
Él escribió para el tango “Como aquella princesa”, un párrafo que hablaba del primer momento en que la conoció en radio Stentor: “Como aquella princesa del librito de cuentos / apareciste un día, deslumbrante de luz…”. Era costumbre para que el cuerpo tuviera una terapia saludable, el aire puro de la serranía le haría mucho bien, por eso, los médicos aconsejaban Córdoba. Por unas amigas de Gricel, ella lo supo y lo invitó a que parara en la pensión que poseían sus padres en Capilla del Monte, y así lentamente comienza una historia que no solo promueve el amor sino también las letras irrepetibles de sus creaciones. En “Sin lágrimas”, dice enfáticamente en uno de sus versos: “Qué me importa de la vida / si mi vida está en tus ojos”. En “Tú” certifica sin dudas: “Llegaste como un rayo deslumbrante de luz…”. La convivencia fue una angustia, la muerte de su primera esposa, sus hijos y el milagro que lo rescata de los vicios y poniendo por fin rienda suelta a la profusa creación de temas que serían piezas vitales del tango y de José María Contursi, cuando a partir de 1962 consolidan hasta el final una pareja enamorada con Gricel. La producción de “Catunga” es numerosa. Sin embargo, tomando los títulos más trascendentes vemos que todo ha sido importante, tanto la producción más conocida como las otras también memorables. “Gricel”, “En esta tarde gris”, “Quiero verte una vez más”, “Como dos extraños”, “Cristal”, “Garras”, “Milonga de mis amores”, “Sombras… nada más”, “Toda mi vida”, “Tú”, “Verdemar”, etc.
“Gricel” es el monumento tanguero al amor desesperado, pero también al abrazo esperanzado de la constancia de un hombre por obtener lo que le parecía imposible, su mayoría de edad, la juventud de ella y también con su vida y su hija; todas eran penas, todas eran muestras de constancias más allá de los escollos. “No debí pensar jamás / en lograr tu corazón, / y sin embargo te busqué / hasta que un día te encontré / y con mis besos te aturdí / sin importarme que eras buena… / Tu ilusión fue de cristal, / se rompió cuando partí, / pues nunca, nunca más volví.. / ¡Qué amarga fue tu pena..! / No te olvides de mí, / de tu Gricel, / me dijiste al besar / el Cristo aquel. / Y hoy que vivo enloquecido / porque no te olvidé, / ni te acuerdas de mí…/ ¡ Gricel..! ¡Gricel..!”. En “Tú” no escapa a la vertiente de su propia vida, casi letras testimoniales que “Catunga” las impregnó de amor en entrega infinita. “Llegaste como un rayo deslumbrante de luz… / ¡Yo andaba por el mundo sin amor, sin quietud..! / Mis ansias ya se habían refugiado / entre las ruinas de mi pasado../ Traías en tus ojos…en tus labios… tu voz… / la cálida promesa de un destino mejor… / mis manos y tus manos se encontraron / y nuevamente palpitó mi corazón. / Tú, con la magia de tu amor y tu bondad… / Tú, me enseñaste a sonreír y a perdonar…/ ¿Ves?… yo era un grito de rencor / en el trágico final / de mi desesperación. / ¿Ves?… todo aquello se esfumó / como brumas en el mar / al llegar la luz del sol… / Tú, milagrosa musiquita de cristal… / Tú me enseñaste a sonreír y a perdonar…”. Muchísimos son los títulos de las producción de José María Contursi, la que se complementa con una gran obra que tal vez con menos notoriedad habla de la capacidad creativa de “Catunga”: “A mí no me hablen de tango”, “Al verla pasar”, “Alondras”, “Claveles blancos”, “Cómo me puse a llorar”, “Con mi perro”, “Cosas olvidadas”, “Culpable”, “Es mejor perdonar”, “Como aquella princesa”, “Desagravio”, “Entre la lluvia”, “Bajo un cielo de alondras”, etc.
Dice la biografía del gran autor que murió cuando la felicidad le sonreía en el año 1972 en Capilla del Monte con tanto amor soñado, pero José María Contursi “Catunga” y Gricel fueron inmensamente dichosos, vivieron el uno para el otro una brevedad grandiosa. No importa el tiempo, sino la intensidad y la transparencia de ese eterno amor. En “Sombras… nada más”, el recuerdo que lo dejó prendido en ese encuentro breve en radio Stentor de Buenos Aires, cuando este se desempeñaba como locutor, lo memora: “…tus ojos azules / ¡azul que tienen el cielo y el mar..! / … Sombras, nada más, entre tu vida y mi vida… / Sombras, nada más, entre mi amor y tu amor. / …Y me quedé como un duende, temblando / sin el azul de tus ojos de mar, / que se han cerrado para mí / sin ver que estoy así… / ¡Perdido en mi soledad..!”.