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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La convicción de hacer lo que te gusta

Romina es correntina y pasó su infancia en una casa en la que aún vive, en Villa Raquel por calle Andalucía, a media cuadra de la calle Chacabuco. La Escuela Normal fue su segundo hogar desde jardín de infantes hasta el último año de la escuela secundaria.

En su adolescencia vio mucho cine de los 30 y 40 o 60 y tiene un recuerdo muy vívido de “Tiempos modernos” de Charles Chaplin o algunas de Federico Fellini. Tampoco le fue indiferente la inquietante película “Salo o 120 días de Sodoma” (1975) de Pier Paolo Pasolini, que le impactó por su contenido. 

Antes de entrar a la carrera de Artes Combinadas vio “Los amores imaginarios” de Xavier Dolan, donde las citas de la historia del arte le parecieron muy bellas y conmovedoras. Abandonó en esos tiempos la carrera de Licenciatura de Administración, en Resistencia, porque claramente veía que no era lo suyo.

Luego de un tiempo de incertidumbre y dudas acerca de qué estudiar, se encuentra con la Licenciatura de Artes Combinadas y decide encarar esa carrera. “Decido estudiar eso, un mundo nuevo para mí. Más allá de leer mucho o dibujar, era una autodidacta y hasta entonces no tenía otro acercamiento con el arte”, cuenta, y me dice que “es una profesión que está llena de oportunidades y propuestas”. 

Su afinidad con el cine encontraba al fin algún punto de contacto con el estudio y la vocación. Ese era el ámbito para desarrollar sus gustos por los directores que tanto admiró en silencio durante mucho tiempo.

“Quería hacer eso o a través de una experiencia audiovisual generar algo a un espectador, hacer un clic en el otro”. A partir de eso, abraza la carrera y toma ese camino, estudiar,  producir  o dirigir pensando imágenes para contar algo. “Esto quiero hacer... no otra cosa”, pensó.

Gladis, su mamá, la apoyó siempre en esos recorridos: cuando decidió estudiar Ciencias Económicas, cuando abandonó esos estudios y, cuando decidió empezar Artes Combinadas también estuvo allí. 

En su memoria queda para siempre la nena de 5 o 6 años con su  librito de cuentos de un gato que se iba a pescar porque muchas veces copió y se lo mostró a todo el mundo con orgullo.

Romina Garay es artista audiovisual y sonora, estudiante de la Licenciatura en Artes Combinadas (Fadycc-Unne) y de la Diplomatura en Música Expandida (Unsam). En el 2020, con su obra “Lucrecia” obtuvo el premio a Mejor Obra Regional en el Festival Play de Videoarte y Cine Experimental. Ha asistido a numerosos talleres, seminarios y laboratorios que hacen a su formación artística profesional. 

Presentó “Autorretrato” en la apertura del plasma del Centro Cultural Universitario de la Unne de 2021. Romina forma parte de una generación de artistas visuales, que a su vocación y talento suma el estudio universitario y sobre todo la posibilidad de reflexionar sobre su actividad creativa.

A propósito, el área de comunicación de la Extensión Universitaria entrevistó a la videasta, que sostuvo que “cada obra audiovisual aporta lo suyo tanto al artista que la realiza como a lxs espectadorxs. Últimamente siento mucha afinidad y curiosidad también por los documentales y pretendo realizar producciones de esta índole porque creo que se pueden desarrollar cosas diferentes al ser una artista audiovisual, y que ayudan a construir y encontrar nuevas formas o formas propias de contar dentro de este lenguaje. Son posibilidades y si tenés la oportunidad de experimentar con las vertientes audiovisuales que desees, tenés que hacerlo, no hay una norma o decreto para definirte en una sola cosa, y si la hay, no hay que seguirla”.

Una experiencia que la marcó en su breve recorrido fue Poéticas Expandidas a cargo de Maia Navas y Franco Rivero, un espacio de intercambio y reflexión de proyecto.

Al respecto, Maia Navas, alma máter y curadora de Play dice que “las experiencias construidas en Poéticas Expandidas fueron de mucho afecto y se plasmaron fundamentalmente en la escucha atenta y los abrazos. También en el arduo trabajo grupal en articular las lecturas, aportes de Franco y míos, como también de los/as demás integrantes. Recuerdo la honestidad y valentía de Romi. Sus proyectos y obras van delineando una voz sincera, cuya singularidad  escapa la pose”.

—¿Cómo fue el proceso de la obra de Autorretrato? 

—Esta obra nace en el 2017 de la mano de una de las cátedras que tenemos en la Licenciatura de Artes Combinadas, en la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura (Unne). Como consigna a seguir, teníamos que responder al interrogante “¿quién soy?”, y la verdad es que es una pregunta bastante amplia y muy compleja de responder, porque ni una misma se conoce del todo y cómo te ves a vos misma y cómo te ven lxs demás es muy complejo. Entonces ¿cómo te definís bajo tu mirada y bajo la mirada de lxs demás? Comencé a pensar, porque trabajo mucho desde el pensamiento, desde la reflexión a partir de una cosa y, en este caso, el punto de partida era esa pregunta. Inicié una búsqueda de cómo definirme, ¿cómo me defino? Entonces, dije: nos describimos a través de las palabras ¿qué palabras me definen a mí? Es así como recolecte todas las palabras que me definen o con las cuales intento definirme bajo mi mirada. Asimismo, recordé ciertas palabras que en su momento me dijeron algunas personas, ya sea en una relación buena o en una relación mala, ciertas palabras como “estúpida” o ciertos insultos también en ese momento te definen como te observa el otro. 

Todas esas palabras que recaudé desde mi mirada y de la de los demás fueron las que me ayudaron a definirme en ese momento; creo que así nacen todas estas etiquetas que te ponés y que te ponen también los otros. Así fue como cobró forma la obra y nació este autorretrato videográfico para intentar dar respuesta a esa pregunta.

—¿Y eso, tuvo una escritura? Porque puede verse un trabajo de guion, pregunto si ese procedimiento fue también escribirlo.

—Claro, a la hora de cómo plasmarlo y pensar cómo hacerlo, necesariamente me demandó un desarrollo escrito para que pueda tener un orden y una claridad para trabajar. Obviamente, por un lado, se desarrolló la parte visual y después, por el otro, lo sonoro. Me grabé hablando, diciendo todas esas palabras y luego realicé el montaje. Sí, siguió luego todo un proceso técnico digamos.

—No contemos el video, porque lo mejor es que la gente lo pueda ver, pero sí podemos hablar de cosas generales que llamen la atención y que inviten a verlo. Hay en tu trabajo una idea del despojo; es decir, de sacarse de encima ciertas cosas, ¿no?

—Si, también. Exacto. Justamente de eso se trata el gesto de ir quitándome esas etiquetas o papelitos, estos roles que vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida. Y sí, se trata de ir quitándonos eso porque al final nos definen o no estas palabras, al final es lo que somos, lo que soy.

—Ahora, llega un momento en que uno está despojado ¿qué le pasa en ese momento al artista? O mejor, ¿qué te pasó?

—Y la verdad es que sentí que fue un proceso bastante agotador de por sí, pero disfrutable, siento que una parte mía está dentro de ese video, de ese producto digamos. Una parte mía sí, pero no completamente y creo que sí, que es como una rama más, otra etiqueta.

—Me llamó la atención también que el año pasado ganaste el premio de Play con la obra “Lucrecia”. Siempre digo que Play es lo más importante que sucedió en las artes visuales en estos últimos años, por todo lo que sucede ahí, no sólo las charlas sino también por los encuentros, los productos, la circulación de esos nuevos bienes culturales y ahí, en ese marco, “Lucrecia” me pareció una obra impresionante. Es un poco más larga que “Autorretrato”, hay un desarrollo que también supongo que habrá sido laborioso…

—“Lucrecia” es una obra que nace en el 2019 de la mano de un taller llamado Poéticas Expandidas, que fue llevado a cabo por Maia Navas y Franco Rivero. Junto con otros convocados también compartimos todo un proceso creativo. Y en este taller, que se desarrolló a través de charlas, conversaciones, mucha escritura y, también, otra vez, reflexionar sobre uno mismo, sobre una misma, se empezaron a gestar ideas, a expandir las cosas que puedo producir desde el arte y también ver que depende mucho del contexto personal a la hora de producir. Entonces, ciertas cosas que me estaban inquietando en ese momento, que me estaban haciendo ruido –digamos– traté de volcarlas dentro de este taller, de este proceso creativo que se desarrolló a lo largo de todo el 2019 y así fue como nació la obra.

Aparte, me brindaron como muchas cositas mis compañeros de ese taller y así fue ese proceso, bastante arduo, utilizar archivos personales, donde leí mucho, indagué sobre ciertas cuestiones que me estaban pasando y a partir de ahí empecé a armar este video que obviamente todo está correlacionado, ¿no? Y saqué este producto artístico.

—Ahora, es la utilización de la imagen y del video con otras texturas, con otros sentidos, y también hay una edición que trabaja esta misma idea. Es decir, no hay una obra demasiado lineal o algo que pueda leerse rápidamente. Me parece que es una obra compleja que tiene al menos tres momentos y señalo dos cosas que me llamaron la atención: primero que está inspirada en una obra de Tiziano y después, claramente, tenés un agradecimiento tanto a Maia Navas como a Franco Rivero, que son artistas que han trabajado en el tema de la memoria, de los recuerdos, de los sueños. Justamente, esto está inspirado en un poema de Franco Rivero que está en su gran libro “Disminuya velocidad” en el poema se llama “Cambyretá”, y habla justamente del miedo y del miedo de volar de un pájaro que es un guacamayo. Contanos cómo fue ese acercamiento y cómo te influyeron estas personas.

—A Maia la conozco porque ella es una de mis profesoras en la licenciatura y la admiro muchísimo como artista desde que conocí sus obras. También a Franco, fue encontrarme primero con su escritura, con sus poemas y después conocerlo. Fue una de las experiencias más inolvidables que tengo, es uno de sus textos que más me trastocaron e impactaron, justamente por esta cuestión del miedo y de ciertas cosas sensibilizantes que hay a lo largo del relato, que tiene en esta conversación Franco con su amigo, con “Chamigo”, digamos.

—Porque también el video digamos se basa en una conversación, una conversación colectiva que está situada y, además, es profundamente correntina.

—Exacto. Me interesa mucho la riqueza del intercambio que se desprende de las conversaciones cotidianas, me gusta cómo poner la lupa ahí. Y ni hablar de la sonoridad de nuestro habla, que tiene su potencialidad.

—¿Cómo usaste esos materiales? ¿Cómo pudiste llegar a esa combinación, a esa alquimia de juntar esos materiales, cómo se hace?

—Así como mencionaste la obra de Tiziano, que fue mi leitmotiv, fui relacionando estos materiales entre sí mediante una asociación reflexiva y muy personal. Sobre todo considerando esos ambientes donde se desarrollan estos diálogos que aparecen en el video y, son conversaciones que también parecen livianas, ¿no? Que pueden suceder en cualquier ámbito familiar, pero después, si te ponés a escuchar atentamente, encontrás ciertas cosas que empiezan a generar tensión y que dejan evidenciar ciertas cosas violentas que, justamente, van de la mano del miedo, de todas esas cuestiones relacionadas también con lo que se muestra en las imágenes.

—Claro. Y ciertas prácticas que indican una violencia, ¿no?

—Exactamente. “Lucrecia” nace desde eso, desde ciertas violencias que no se ven claramente, pero que están ahí.

—Y el prejuicio, ¿no?

—Si, muy ligado a ello.

—El prejuicio está presente en esa conversación, que como vos decís está dicha con gracia y, sin embargo, esconde una gran violencia y un gran prejuicio.

—Claro. Puede ser una conversación “normal”, común, pero sí engloba todo esto que es lo que se esconde detrás de estas palabras, de estas conversaciones, de los dichos y de lo que no se dice también.

—Y cierto desprecio también hacia ciertas personas y esto me parece que es horrible. Pero bueno, está manifestado en la obra y eso creo que ahí está lo que yo digo, no es un video lineal. Uno tiene ahí para ver lo que uno quiera ver o lo que pueda ver.

—Si, y lo que quieras o puedas escuchar también. Por eso, la vez pasada cuando conversaba con una de las chicas del CCU, ella me preguntaba qué es lo que más me llamaba del videoarte y, ni más ni menos, es eso: que no trabajás sobre una linealidad y que podés experimentar desde lo visual y desde lo sonoro y empezar a generar estas cosas que tenés que verlas un poquito más, pensar que no necesariamente tenés que verlas a la pasada digamos.

—Dijiste algo fundamental ahí porque además tenés una diplomatura en Música Expandida. Contanos de qué se trata.

—Es muy reciente, este año inicié la residencia en la diplomatura y es que, por suerte, fui seleccionada para poder estudiar en la Universidad de San Martín y creo que se va abrir un nuevo mundo de posibilidades para experimentar. Vengo hace unos años indagando sobre cuestiones sonoras, sobre paisajes o relatos sonoros y sono-montajes y me interesan mucho estos temas, porque en el sonido también hay capas de lecturas. El otro día leí un libro de un artista chino y él decía que tendríamos que trabajar el sonido, conocerlo, pensarlo... masticar como esa basura que hay en el mundo y tratar de sacar un producto sonoro.

Y también lo relacioné con un dicho de Jean Cocteau que decía que está bueno que hagamos productos, que el artista haga productos que “hagan ruido”. Entonces, por eso me interesan mucho las cuestiones sonoras para poder plasmarlas también en un video, es 50 y 50. Es muy importante el sonido dentro de un video y cómo podés trabajarlo para que eso cargue más todavía a tu trabajo y le brinde otra potencialidad.

 

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