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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La magia de la radio se escabulló

Qué ha sido de ella. Con su encanto que nos envolvía. En qué momento ocurrió. Ni se despidió. Nos dejó en cambio otras cosas importantes, pero sin alma. Solo lo que son, informaciones breves, directas, sin anestesia, como piedras lanzadas en un ataque mano a mano con la verdad desnuda. Diría aprovechando sus vías, pero saltando esa escuela que hizo de ella cálida, amiga íntima, olvidando del tema, de la voz, del tono, de las pausas que marcaban suspenso, fortaleciendo la palabra. En una época donde hablar para muchos es una lata o un rollo del sinsentido, como lo caracterizan los españoles, porque si bien son enunciadas, olvidan esa elocuencia de emotividad absoluta que las palabras transmiten en armonía con la estructura de la frase, simplemente pero apasionadas. La radio ha evolucionado en un mundo donde las comunicaciones son esenciales, pero mucho más que nunca, porque no logramos rescatar su karma, porque al irse la magia se fue su alma.

Todo comenzó con el rol más importante: la voz del emisor de palabras, y con la música lograron tejer historias, que al principio también cumplió con su ciclo, ya que el oyente pedía más. Entonces la búsqueda fue primordial, porque fabricó la creatividad, esa que toma un espacio, dispone las voces, y en vías de un libreto o esbozo de una estructura como firmes columnas consolidan una obra. Sin apartarnos de la música, cabalga todos los cielos de la imaginación. Porque la conducción bien hilvanada forja realidades con la música, constituyendo la suma del valor agregado. Porque crear no significa aferrarnos a la ficción, sino aportar certezas que en el todo armonicen, conmuevan. Pero los tiempos fueron cambiando, entonces la creatividad que no tiene límites rescató lo vital, instalar el clima, la atmósfera, ese ámbito donde todo es posible porque imaginar es a cielo abierto y plena libertad artística pero con base concreta; claro que no siempre ocurre. No soy la radio misma pero amo la radio. Trato de que cada emisión conlleve todo lo que su mundo de posibilidades son capaces de ofrecer, amén de documentar con muestras de audio donde pervivan voces, estilos que han quedado grabados, haciendo de ella no solo el resultado de amplificar sonido, sino enriquecerla con el aporte de la opinión, que en forma didáctica de por sí hacen escuela. La forma de pensar, donde se dan todos los elementos que hacen a una personalidad citada, a las palabras sabias de los imprescindibles, a la música, a la poesía misma, a las historias simples de la vida, denotando su origen, lo cual logra sintonizar sintetizando a la figura aludida, dimensionando su historia, geografía de los hechos, ya que la forma de pensar que tienen los intérpretes a través de sus obras logran trazar una fisonomía que ilustre radialmente.

Pero la radio no solo es historia sino también presente, porque ella es testigo calificado de cuanto sucede. Si al principio fue la necesidad de decir, luego la urgencia de que ella sea proyectada a más público, la revolución que  produjo el advenimiento del transistor fue vital porque eliminó voluminosos sistemas valvulares. Ello se debió al trabajo denodado de los físicos William Shockley, John Bardeen y Walter Brattian, que logran esa pequeñez que daría lugar a la radio a transistor, que venían experimentando desde el año 1947. El logro de la Radio Spica, pequeña y poderosa, sin cables y a pilas, se debe a una empresa japonesa que fuera fundada en 1939, como Japan TRansformer Work Co. Ltd. La misma cambia de denominación en 1945, bajo el nombre de Sanritsu Electric Co. Ltd., comenzando en 1955 su fabricación, logrando masificar el mercado en la década del 60. Ella reunía todo para ser popular: diseño extrachato, pequeña, de gran alcance, capaz de acompañar a todos lados, en los lugares más diversos, permitiendo compartir en oficinas, hospitales, al hombre de campo en su dura tarea, a los estudiantes, que la hicieron su preferida. La Spica era portátil, pequeña, portentosa, de voz clara, transponiendo cualquier distancia. Claro, ella sumó más oyentes, y las radios crearon haciendo realidad sus armas persuasivas para conquistar más oyentes. Cuenta el autor del libro “Otro siglo de radio”, Ricardo M. Haye, que un maestro suyo lo alentaba con el título de un recordado vals peruano: “Alma, corazón y vida”, pero le agregaba fortaleciendo la consigna: “Eso es la radio”. Y, claro, el alma es lo esencial, en principio para ser creíble, pero más que nada entonarla con esa radio con magia de atraparnos, que hoy se escabulló, prácticamente se perdió. Es que no se piensa. Nos acostumbramos a la remanida brevedad, justificada por el acostumbramiento con los mensajitos de textos, y ello nos quitó el “carreteo” necesario para despegar el vuelo. Todo se remite, pareciera, a no pensar. Con el escritor, periodista y docente Martín Alvarenga, conjuntamente con el artista plástico y fotógrafo Eugenio Led, asumimos hace mucho una emisión radial denominada “Magia de radio en creación fotográfica” con artistas y público en emisión en vivo desde la Universidad Católica de Salta, con la suma de una apertura en paralelo de exposición de imágenes de radio, realizada con tomas fotográficas documentales en formato de gigantografía. Alvarenga, remarcando la “saludable manera de recuperar el alma de la radio”, establecía reafirmando la idea: “La radio, más que tecnología, vibración humana”. Es decir, una radio que piensa y hace pensar, poniendo cara a cara esa chispa que hace que lo aparentemente casual se transforme en memorable. Los temas sobran y la elección del material rigurosamente seleccionado conlleva documentación invalorable. Uno puede hacer un gran programa radial predisponiéndose a que todo sacrificio que asuma, es decir, ese valor agregado que le da alas, siempre es poco ante la tamaña empresa del oyente de escucharnos, seguirnos, hacerse un hábito. 

Menciona sin cambiar de sintonía, el periodista Carlos Ulanovsky, especialista en medios pero muy en particular descubre su amor por la radio, en una expresión de un movilero, en su libro “Siempre los escucho. Retratos de la radio argentina en el siglo XXI”: “Los celulares son un desastre. Ahora vienen con todo, para sacar fotos, y si te descuidás, hasta te toman la presión; pero siguen teniendo serios problemas de recepción”. Aparte, un celular no es magia de radio. De alguna manera está sintetizando que la tecnología aporta todo lo valioso que la técnica fortalece, pero el alma, la emoción, el afecto, la calidez, esa atracción que permite ser diferente a una emisión, le pone lo que otros no pueden: sentimiento y  pasión. Por eso es importante recuperar la magia de la radio, construyéndola, trayéndola de nuevo; priorizando el sentido común, la imaginación sin fronteras, todo aquello que la hace diferente, el ritmo, un buen tono, tomarnos el tiempo, y siempre convencidos de que brindamos lo mejor de nosotros.

Para que se venga de nuevo la magia, esa que sacaba conejos de la galera como en un sueño cargado de emotividad, que hacía de la sintonía nuestra estación predilecta para descansar y pensar, es necesario fortalecer la esperanza, porque su fundamento permite que sean posibles días mejores para convivir.

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