Esta es la segunda entrega de una larga entrevista del ciclo “Gobernadores de la democracia”. Una charla que paseó por los tres gobiernos de Ricardo Colombi: por aquellos 12 años y varias de sus circunstancias más salientes, algunas de las cuales fueron buenas, y que convivieron con otras que no lo fueron; con situaciones polémicas y otras que transitaron el camino de la violencia. De eso y más trata esta nota, que puso el énfasis en su segundo y tercer mandato, y que cierra el “colombismo”, neologismo que no existe, según el propio Colombi, porque muchas veces, quizás, su carga semántica contuvo valores negativos.
He aquí entonces a Horacio Ricardo Colombi, el dirigente político, el radical y el mercedeño con más tiempo en ejercicio del gobierno de Corrientes.
—Siempre se dijo que buscó la reelección ya en el primer período. ¿Por qué cree que no logró la reforma en aquellos primeros años de gobierno?
—No era solo la reelección, a tal punto de que hoy tenemos un problema de interpretación del Artículo 156, de la convocatoria a elecciones. Era una reforma integral donde sí estaba incluida la reelección. Porque yo creo que es necesario adaptar la Constitución Provincial a la Nacional, que establece un período para ser reelecto en todos los cargos. Por eso estoy en contra de lo que se está trabajando en la provincia de Buenos Aires para derogar la ley que impide la reelección indefinida de los intendentes.
—Tal vez creían en ese momento que los otros institutos ocultaban el verdadero interés. ¿O por qué no salió?
—Y porque no hubo los números necesarios. Así de simple, si hay números sale y si no hay números no sale.
—¿No supo generar ese consenso?
—No, porque tampoco yo me puse a trabajar concretamente, sino que lo hice pensando que había cosas más importantes que la reelección. Porque la reelección no la voy a decidir yo, lo va a decidir la gente. Pero las otras cosas sí.
—De todas maneras, impedido usted, aparece la figura de su primo. Él dice que usted midió a Sergio Flinta y a Carlos Vignolo y que ninguno daba. ¿Por qué eligió a Arturo Colombi?
—Hubo muchos elementos y argumentos que llevaron a tomar esa decisión al igual que la de 2017.
—¿Cuáles fueron?
—No, eso solamente yo sé. Pero fueron las decisiones que llevaron a definir por qué un candidato en 2005 y por qué otro en 2017.
—¿No nos quiere contar?
—No, eso es de consumo interno.
—¿Qué fue lo más importante de su segundo gobierno?
—Darle la impronta a cuestiones que habíamos dejado en el primero, como el Fondo de Desarrollo Rural, la recuperación del Banco, la participación del sector privado en el Ministerio de la Producción para hacer uso de los recursos que generaba el campo. Profundizar la política social, cultural y deportiva. Comenzar a proyectar el tema de los parques industriales y ahí comenzamos a armar el parque foresto-industrial de Santa Rosa, que hoy es algo extraordinario y que no solo tiene una generación de energía a través de la biomasa, sino que ya está exportando a varios países de Europa. Comenzamos con planes de obras públicas, en ese momento pudimos hacer muchas viviendas, cosa que después lamentablemente se paralizaron. Después una fuerte política e inversión en hospitales y escuelas. Y por supuesto tratar de afianzar esa relación original del 2001 ya que en 2009 nos abrimos todos. Entonces, había que tratar de establecer los vínculos y la credibilidad, porque sabíamos que solos no íbamos a poder. Eso llevó su tiempo.
—¿Y del tercer gobierno?
—En ese entonces no tuvimos acompañamiento del gobierno nacional los dos primeros años, de 2013 a 2015. Corrientes fue muy castigada. Yo me acuerdo que nosotros habíamos conseguido créditos para pavimentar la Ruta N° 126, que en todos los planos aparecía pavimentada y nunca se pavimentó. Se comió la vaca la plata. Y cuando ya se hizo la licitación, por cuestiones políticas del momento, se transfirió ese crédito para hacer la autovía Concordia-Paraná.
Entonces, los dos primeros años tuvimos que aguantar con lo que teníamos. Recién en 2015, con (Mauricio) Macri, Corrientes comenzó su despegue, a recuperar el 15% de la coparticipación, créditos, el gas natural, los parques industriales, las energías. Y eso continuó después de 2017 hasta 2019, con Gustavo (Valdés), donde se hicieron también muchas cosas importantes. Ahora, en este momento creo que hay un parate en Nación con todos los fondos para la provincia.
—El relato del “colombismo” sacralizó hasta el cansancio la previsibilidad, el pago de los salarios y la paz social. ¿Cree que alcanza con eso hoy?
—No, eso era la base para recuperar la confianza de la sociedad. Por eso yo dije hoy, tenemos que retroalimentarnos. Hoy los desafíos no solo son esos sino otras cuestiones: hacer una provincia industrial, darle valor agregado a la producción, seguir invirtiendo en áreas clave como la Salud y la Educación, y hacer de Corrientes una provincia confiable en el tiempo. Pero esta es la base. Si yo voy a atraer a un inversor privado, pero no le aseguro lo esencial de la Administración Pública, indudablemente no va a venir.
Pero hay cosas sobre las que a veces se cargan mucho las tintas sobre la provincia, pero la provincia hace lo que está dentro de su alcance y facultades. ¿Y la Nación? Acá viene un problema mucho más grave: si nosotros no reformamos la Constitución Nacional y no volvemos a un sistema de elección indirecta, a los Colegios Electorales, no vamos a ser un país federal nunca. (...) Te doy otro ejemplo: las nueve provincias del norte, cuando hay que renovar legisladores, no alcanzan a cubrir la mitad de lo que le corresponde a Buenos Aires. Entonces, estas asimetrías van profundizando las diferencias como país. Fijate que ahora se aprobó este tema de la ley fría por el tema del gas y ¿por qué nosotros no tenemos la misma posibilidad con la electricidad, cuando viene el verano y aumenta el consumo?
Este es el problema que tenemos. Corrientes crece y hace todo lo que puede. Pero si yo quiero que venga una empresa a radicarse acá, la derogación impositiva es de acuerdo a las facultades que tiene la provincia. Pero hay otros impuestos que corresponden a la Nación. Entonces, este es el problema de fondo y de hecho, por experiencia puedo decir que todas estas reuniones con gobernadores del Norte Grande son para la foto, porque después no se concreta absolutamente nada.
—¿Temió que podía perder alguna de las dos elecciones; en 2009 y 2013?
—No. Yo estaba seguro. Sabía que los resultados iban a ser muy parejos, no podemos ser soberbios. Y por eso digo ahora que las elecciones no están ganadas, que tenemos que trabajar. El peronismo va con un piso del 30 o 35% a las elecciones. Sino fijate lo que pasó a nivel nacional: el piso y el techo de Cristina (Fernández). Ella puso su techo en un 35 y el otro 10% lo puso el resto, y ganó. No podemos confiarnos. Las elecciones en Corrientes, con este sistema, con estos dos modelos, siempre va a ser un poquito ajustada, no va a haber mucha diferencia. Tenés el ejemplo del 2017: sin Gobierno nacional, sin el Municipio, sin varios municipios más, ganamos por 50 mil votos.
—De la cuestión de las alianzas, dicen que usted es el arquitecto. Pero más que eso parece un gran proveedor de trabajo, porque le genera garantía salarial a todos los profesionales de la política que tienen sello. ¿O por qué cree que hay tantos partidos políticos en Corrientes?
—Yo estoy en contra de eso, además yo no fui el que habilité los partidos. Yo creo que hay que tener un piso. Bueno eso sucede a nivel nacional, responde al deterioro de los partidos más grandes. Que está bien que sean, pero hoy el piso del 3% para el reconocimiento de un partido me parece que debe aumentarse.
—Pero no hay 55 proyectos de provincias ni 55 proyectos para gobernar.
—No, no hay. A nivel país hay uno solo, o dos.
—¿Entonces? Porque eso después dificulta todo lo otro, todo el proceso electoral, el proceso de recuento...
—Pero mirá, si vos te vas al caso de Estados Unidos, la democracia más moderna, más participativa y demás, tardaron tres días para resolver quién fue electo presidente y acá nosotros con la cantidad de boletas, que eso no quiere decir que se mejore, a las 10 de la noche ya tenés la tendencia de quién gana. Así que tampoco está mal el modelo.
—Usted habla de la participación social y política, pero a la hora del poder, no es que se caracteriza mucho por distribuir el juego. Está bastante centralizado el poder en la alianza: en la UCR y en el gobernador.
—Eso responde a una forma y a un modo de ver las cosas, y para que no existan compartimentos estancos. ¿Qué era el Pacto? Era un gobierno de compartimentos estancos: un ministerio para un partido, otro ministerio para otro y cada uno hacía lo que quería. Entonces, era imposible que haya resultados. Y acá no estamos para regalar, estamos para gobernar y esa es la filosofía que se tiene.
—¿La alternancia es viable dentro de Encuentro por Corrientes?
—Y si hay opciones, sí. Cuando haya opciones superadoras a las que uno tiene, bienvenido sea. Por eso en el partido no debemos ser soberbios y tenemos que estar atentos a las cosas que van ocurriendo. Porque si nos quedamos y no avanzamos en algún momento va a haber otro mejor candidato.
—¿La política le dio amigos?
—Sí, me dio amigos. Un amigo en política fue Eduardo Galantini. Impensada esa amistad que nació en la época de estudiantes secundarios, en los famosos intercolegiales. Después en nuestra vida de estudiantes universitarios cuando veníamos en tren, cuando viajábamos a dedo, cuando paraba en mi casa. Cuando ya fue parte de esa idea en el 97 y no lo pudimos concretar. Lo hicimos en 2001.
—¿Y enemigos?
—No, enemigos, no. Uno puede tener por ahí momentos de malestar, pero yo no soy rencoroso y al no ser rencoroso yo no tengo enemigos. La vida es una calesita y en algún momento se traba y ahí se...
—¿Qué no haría de volver a gobernar?
—En este momento pensar qué no haría… Sí podría decir qué tendría que seguir haciendo, que es lo más importante. Y tal vez no haría: no caer en esos momentos que la misma gestión, el encierro, esa burbuja, palabra tan de moda, a veces impide ver un poco más allá. Por eso yo recorría permanentemente el interior, para abrir la mente, para no estar encerrado, para ver directamente.
Yo, por ejemplo, a las 7 de la mañana me juntaba con el tesorero, veíamos los recursos que entraban, lo que había que pagar todos los días. Ese fue un modelo que sigue ahora y eso le da la tranquilidad al inversor, al proveedor, al ciudadano, al empleado de la Administración Pública: que sus obligaciones van a ser cumplidas en tiempo y forma como corresponde.
—¿El poder lo confundió en algún momento?
—No. Si me hubiese confundido no estaría hablando con vos acá.
—¿Por qué?
—Hubiese estado haciendo otra cosa...
—¿Sintió alguna vez la soledad del poder?
—No sentí la soledad. En algunas cuestiones sí sentí la falta de mayor acompañamiento; en cuestiones circunstanciales muy importantes.
—Cuando vuelve en el 2009, dice: “Llegué sin la prensa”. Y esa relación con la prensa fue bastante tirante siempre.
—Sí, no es la mejor.
—¿Por qué?
—Por muchos motivos. Por lo que yo pienso que debe ser el trabajo y la información. Puedo estar equivocado, no soy el dueño de la verdad. Porque vivimos en un mundo donde se publica lo malo y nunca lo bueno. Porque por ahí se piensa que lo malo de todo es la política y la prensa vive de la política. Yo estoy hablando no de la persona, sino en términos institucionales. Entonces, yo desde marzo del año pasado, desde la pandemia, no veo más ningún programa televisivo, ni que responda al oficialismo o a la oposición, porque pueden tener cosas ciertas o no, pero nunca objetividad que permita al lector o al ciudadano tener una visión clara de lo que está pasando.
—¿Usted quiso condicionar o quiso controlar la prensa alguna vez?
—No. Si no me llevo bien con..., bajo ningún punto de vista.
—Bueno, pero una cosa no quita la otra. ¿Usted cree que hay cierta inclinación al discurso único cuando se está en el gobierno?
—Sí, en muchos lugares hay. Acá en Corrientes, no.
—¿Es muy difícil desde el gobierno soportar la crítica de la prensa?
—No. Si uno tiene una claridad de objetivos y la conciencia tranquila, te puede molestar en el momento, pero después en el análisis en frío, no. Esto es como lo que se publica en las redes sociales: 7 de cada 10 personas no creen. Entonces, no. Tiene que ver mucho con la formación de quién consume esa información.
—¿Qué es lo que más le molesta de eso?
—No es que me molesta. Para mí tendría que tener una visión mucho más de formación, mucho más de… A ver, yo soy un tipo que consumo, ahora no porque no llegan, diez diarios por día. Y a mí lo que me nutría era la información de capacitación; números, análisis económicos, cuestiones sociales, artículos que tienen que ver con problemas de salud, educativos, cosas que conlleven al común de la gente, no tanto que vaya en detrimento de una persona o de otra. Me parece que la información tiene que estar más orientada a lo objetivo que a lo subjetivo.
—¿Por qué usted tiene esa relación tirante, a veces jocosa, pero tirante y de choque con los periodistas? De hecho, muchas veces fue tomado como…
—El muerto se asusta del degollado.
—…como maltrato. E incluso nos mandaba a muchos a recorrer la provincia porque no sé qué. Decía que no veíamos y que estábamos acá en Capital.
—Es cierto eso.
—Pero muchos somos del interior.
—Pero también es cierto que no salían.
—¿Cómo debería ser la prensa según usted?
—Pero la prensa no, tiene que ser la persona. La persona hace la prensa. La prensa es algo inmaterial. La persona es la que tiene que estar preparada, capacitada, profesional si se quiere. Que se capacite, en realidad, que estudie, que sea objetiva. Bueno, yo pienso que tiene que tener ese rol. No estoy haciendo una opinión crítica destructiva. Creo que esto ocurre en todos lados, no solo en la prensa. Y también ocurre en la política. En la prensa o el medio no escapa a la crisis global que vivimos. Entonces, tenemos que ver cómo convivir y plantear nuestros temas. Yo sé que vos me pegás todos los domingos en el diario, pero yo por eso no me puedo enojar, sino no te hubiera dado esta nota. Seamos objetivos. Cuando vos decís que yo soy responsable de todo, digo no, este está equivocado. Y por ahí me enojo, pero no por eso tengo que dejar de darte esta nota. Entonces, tenemos que ser lo más abarcativos, lo más reflexivos posible.
—Bueno, lo cortés no quita lo valiente. Si usted me dice eso, yo también debo reconocer que en otra situación con otro actor político esta relación que usted dice tal vez sea imposible.
—Es que yo no tengo por qué enojarme con vos de por vida. Vos sos un ser humano que tenés virtudes, defectos, errores y aciertos, como yo los tengo.
—Pero no todos lo entienden así.
—Pero esos errores y aciertos, virtudes y defectos entre dos personas… ¿Qué es lo que nos diferencia de los animales? Cierto grado de raciocinio, la inteligencia. Bueno, eso es lo que tenemos que entender. Y a lo mejor, seguramente vos sos de River.
—No, de Boca.
—Bueno, listo, en algo coincidimos. (Risas) Pero no podemos pelear. No sé, yo creo que hay cuestiones superiores que son más importantes. Por eso te digo, este modelo de provincia, de vida…
—También otra cosa que me parece importante señalar: que las diferencias siempre fueron, en todo caso, equivocadas, pero en el plano político: nunca se pasó de esa línea.
—Está bien. No podemos pensar todos iguales. Si pensáramos todos iguales esto no sé qué sería.
—¿Qué es el “colombismo”?
—No, no existe. El “colombismo”, lo quieren hacer aparecer, pero no existe, por eso yo creo que aquí lo que hay que priorizar es la forma, el modo, el proyecto si se quiere, que por ahí puede ser una palabra bastante bastardeada. Y cuáles son los objetivos que tenemos que trazarnos para que las generaciones que están ahí, al lado nuestro, puedan tener las mismas posibilidades que tuvimos nosotros y mejores.
—¿Por qué quiso ser gobernador no una sino tres veces?
—Porque creía que había que profundizar el camino. Teníamos que afianzar la relación, consolidar esa unión social y política. Y bueno, que después otro tome la posta con más energía, con más fuerza, con más ganas, sin desviarse del camino.
—¿Piensa en un cuarto gobierno?
—No. Yo creo que hay que seguir trabajando y hay que ir forjando hombres y mujeres con las mismas condiciones y las mismas posibilidades, más capacitados y acordes con las exigencias del momento.
—¿Qué cree que les dejó a sus hijos?
—Mirá, yo haciendo un análisis después de salir de esa burbuja que es la Casa de Gobierno, pienso que hubo días en que a mis hijos yo no los veía, por ejemplo. Cuando yo era intendente, me iba a las 7 de la mañana y ellos estaban durmiendo, el más grande se iba a la escuela. Y cuando yo venía a las dos de la tarde, el más chico se iba al jardín. Cuando yo me iba él venía y cuando yo volvía a las 10 u 11 de la noche, él ya estaba durmiendo. A veces, pasaban 3 o 4 días sin verlo despierto. Y eso con el tiempo pasa factura. Pero creo que he tenido la suerte de que hayan sido y son buenas personas, buenos hijos. Nunca habrán escuchado una actitud de ellos. Ni los conocen tal vez.
—Está muy preservada su familia.
—Sí. Ese legado que yo les puedo dar a mis hijos, es el que me dejaron mis padres: la humildad, la honestidad, el trabajo, los valores, la participación. Es lo más importante que uno le puede dejar a los hijos.
—¿Y a la comunidad, qué cree que le está dejando?
—Yo creo en ese sentido que no soy yo, sino un equipo que le ha dejado en su momento las bases de una provincia diferente. Que hay que consolidar, que hay que trabajar, que hay que afianzar, es cierto. Pero esta matriz social y política vino para quedarse por mucho tiempo. Los ingredientes podés ir cambiando, pero la matriz es esta.
—¿Cómo quiere ser recordado?
—Como un ciudadano común. Yo siempre digo que un cargo no hace a la persona sino la persona al cargo. Yo puedo salir, transitar las calles, estar, compartir, comer un guiso, tomar un vino, jugar al fútbol, practicar deportes, comer un asado. Común, silvestre. Cocinar. Sencillo, como es la vida de cada uno. No tiene por qué ser diferente. Fui un gobernador, tuve la posibilidad, tuve el acompañamiento. Pero bueno, eso que evalúe la sociedad. Yo pienso así.