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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La presencialidad escolar

Con la reanudación de las clases después del receso invernal y el retorno a la presencialidad, ya no quedan distritos con el 100% de escolaridad virtual. Este positivo paso, sin embargo, encierra no pocos desafíos, fundamentalmente por los cambios de hábitos que provocó en muchos niños y adolescentes la educación remota, y por la disparidad de aprendizaje entre unos y otros alumnos durante el prolongado período fuera del aula.

Uno de los desafíos de los docentes será detectar los niveles de rendimiento de los alumnos, especialmente en aquellos que sufran problemas emocionales en el regreso a la normalidad educativa. Del mismo modo, familiares y maestros deberán estar atentos a las dificultades que no pocos chicos experimentarán a la hora de socializar con sus pares y a la elevada timidez que puedan manifestar en este proceso.

Inmersos en una profunda crisis educativa que contabilizó todo un ciclo lectivo sin clases presenciales, con el apoyo de distintas organizaciones locales, el programa Acompañar trabaja junto a 22 referentes de distintas provincias en la reincorporación de los cientos de miles de alumnos que quedaron al margen del sistema. La falta de conectividad, con casi la mitad de los chicos sin acceso a computadoras hogareñas o a servicios de internet domiciliario, ha sido uno de los mayores obstáculos.

Medida a partir de un modelo matemático, para el Banco Mundial la llamada “pobreza del aprendizaje”, dada por los chicos de 10 años que no pueden leer y comprender un texto sencillo, se incrementó en un 22% en el último año en la Argentina. Agustín Claus, especialista de Flacso, estimó que el número de estudiantes que se habrían desvinculado del nivel inicial, primario, secundario y del nivel superior no universitario durante la pandemia rondaría el millón y medio. Una situación explosiva, a la cual se suman las consecuencias emocionales asociadas a las aulas vacías.

Una encuesta del Observatorio Argentinos por la Educación y de la Universidad de San Andrés realizada en abril último reveló que el 75% de las escuelas estatales urbanas del país optaron por la bimodalidad virtual-presencial, con solo un 18% totalmente presencial y apenas un 16% los 5 días de la semana.

Unicef presentó estos días la cuarta entrega de su informe “Impacto de la pandemia en la educación de niños, niñas y adolescentes”. Relevada una muestra de hogares de todo el país, si bien la mayoría de los chicos fueron en algún momento a la escuela, más de un millón no habían asistido a un aula desde el inicio de este año. Esa cifra equivale al 9% de los estudiantes, que, al menos hasta ayer, no habían retomado la presencialidad. Las disparidades según regiones son importantes. El noroeste y la Patagonia fueron las más afectadas y, en ellas, la ausencia de presencialidad trepa al 21% y al 23%, respectivamente.

El referido estudio también da triste cuenta de que en el 6% de los hogares encuestados hubo un niño o adolescente que abandonó los estudios el año pasado. Esto equivaldría a casi unos 700.000 alumnos argentinos que salieron del sistema educativo en 2020.

Enfrentando a muchos gremios docentes que insisten en sus tan acostumbradas como infundadas acusaciones de “negacionismo sanitario”, desde el gobierno de la Caba anunciaron el retorno completo, escalonado y obligatorio a la presencialidad. En la provincia de Buenos Aires, más de cuatro millones de alumnos que cursan en unos 16.000 establecimientos educativos se integraron al sistema de rotación presencial semanal, por lo que, a diferencia de la Capital Federal, alternarán una semana de clases presenciales y otra semana de educación virtual.

Para minimizar los riesgos, todo esto debe acompañarse de la vacunación completa al personal docente y no docente, testeos suficientes y continuidad de los protocolos.

El cierre de escuelas en América Latina se vio prolongado por encima de lo registrado en otros lugares del mundo. Quienes entienden que no hay desarrollo posible sin una verdadera apuesta por la educación exigen que se respete el derecho de los niños a formarse y prepararse. 

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