Si una gran verdad atraviesa a la economía argentina es que nadie sabe a ciencia cierta cuánto vale el dólar. Ni tampoco como acceder.
El secretario de Programación Económica de Argentina, Gabriel Rubinstein, participó recientemente de un Congreso de Economía y Finanzas donde afirmó que, para que Argentina pueda abandonar el control de cambios y eliminar ese desquiciante sistema por el cual hay 20 precios para el dólar y nadie puede realmente acceder al “precio oficial”, se necesitaban primero tener USD 20.000 millones de reservas netas en el Banco Central.
Con una claridad necesaria, el especialista Iván Carrino ayer en Infobae pintó un panorama al respecto en el que subrayó que para salir del cepo en primer lugar se necesita “la decisión política de salir del cepo y admitir que el dólar no vale lo que el gobierno dice que vale, sino 60 %-70 % más”.
“En segundo lugar, un buen plan económico que genere la confianza de los inversores locales e internacionales. Si eso no está, entonces ningún monto de reservas internacionales será suficiente para parar —en el futuro— una fuerte devaluación y una nueva crisis potencialmente hiperinflacionaria”.
Esto es así, porque “Rubinstein en primer lugar, afirmó que no es cierto que haya que crecer para bajar la inflación, sino que bajar la inflación es un requisito para crecer. Esto es muy importante, ya que refuta el mito de que la inflación no es en realidad un gran problema, y que todo se soluciona “ampliando la oferta de bienes”.
Rubinstein, en acuerdo con la mayoría de los economistas del planeta, plantea que es al revés. Que para ampliar esa oferta, primero se necesita estabilidad macroeconómica. Y estabilidad macroeconómica quiere decir —entre otras pocas cosas— una inflación baja y estable.
Por otro lado, también manifestó que, si fuese por él, el déficit fiscal del año próximo debería ser más bajo, para lo cual habría que achicar el gasto público. Pero en este punto advirtió que, en general, “no hay conciencia política para restringir el gasto” y que “la demanda es que primero se gaste y luego se ve cómo se financia”.
Esto es totalmente cierto y es el problema central de la economía de Argentina. Ahora bien, si todos los políticos quieren aumentar el gasto público: ¿cómo vamos a achicar el déficit fiscal y bajar la inflación?
El panorama no es alentador.
Yendo a las declaraciones sobre el dólar, Rubinstein dice que se necesitan USD 20.000 millones de reservas netas. Esto es, de dólares que el Banco Central tenga total libertad para usar y enfrentar una corrida contra el peso. Si tomamos algunas estimaciones de las Reservas Internacionales netas, hoy en día estas se ubicarían entre los USD 1000 y 3000 millones. Es decir que lo que pide el viceministro es multiplicar por entre 7 y 20 el nivel de las reservas netas, algo que luce completamente imposible.
¿Por qué? Principalmente porque el propio esquema cambiario conspira contra la acumulación. Es que cuando un país tiene un Control de Cambios como el de Argentina, esto equivale a tener una política de precio máximo aplicada al dólar. Así, el Gobierno vende a $160 lo que cuesta $300 en el mercado libre, con lo cual la demanda es muy grande y la oferta es muy chica.
Las restricciones burocráticas que se imponen para que la gente no compre dólares a $160 para ahorrar, o para gastar en el extranjero, o incluso para importar, son el intento del gobierno de no perder todas las reservas que tiene el Banco Central. O sea, un reconocimiento de que el precio del dólar es ficticio. Que se trata de una ilusión insostenible. Como se observa, mantener el dólar por debajo de su valor de mercado no solo no es un sistema idóneo para acumular reservas, sino uno que está condenado a perderlas.
Los datos confirman esta visión. De un estudio de la Fundación Fiel (El control de cambios en Argentina, 1986), se desprende que durante los períodos en que la brecha cambiaria fue positiva (es decir, en donde hubo un precio oficial para el dólar por debajo de su nivel de mercado), solo en el 44 % de los años las reservas internacionales aumentaron. El resto se cuenta solo.