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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Vendedor de humo

Vender humo equivale a promover un beneficio imposible, una estafa consumada a expensas de la ilusión de alguien. Se trata de una expresión con múltiples aplicaciones en distintos órdenes de la vida que en Corrientes adquiere una dimensión inesperada. Literalmente, en esta provincia herida por el monstruo flamígero más devastador que se recuerde, el humo no es un timo, sino una realidad que penetra puertas y ventanas de la urbe para golpear conciencias con un mensaje de la naturaleza.

La obra predadora del hombre alcanzó niveles de devastación irreversibles y el planeta pasó factura con algo llamado cambio climático. De pronto, Corrientes se convirtió en escenario de una película apocalíptica con medio millón de hectáreas arrasadas y un ruego ecuménico: que llueva de una buena vez, clamor que se materializó en las últimas horas con un chaparrón tan inesperado como milagroso.

Pero lo de ayer fue excepcional. Lo cierto es que el ciclo de las precipitaciones ha cambiado como consecuencia del llamado efecto invernadero, al que se sumó la deforestación amazónica. Sencillamente, los árboles talados ya no producen vapor de agua con el ritmo de años atrás y los “ríos voladores” (que llegaban al Litoral argentino por efecto de los centros ciclónicos) perdieron regularidad.

Ahora Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Norte de Santa Fe, Misiones y Formosa se hallan bajo un gran centro anticiclónico que produce el descenso de vientos secos, cuyo avance reduce el porcentaje de lluvias. Se trata de un fenómeno estacional que se agravó en combinación con las altas temperaturas y la bajante récord del río Paraná, además del progresivo agotamiento de las napas freáticas. Y su consecuencia más dañina son los incendios rurales, no solamente forestales, sino también de pasturas, cultivos y reservas protegidas como el Iberá.

Si bien las llamas comenzaron en diciembre, recrudecieron en febrero a partir de la multiplicación de focos a lo largo de prácticamente todo el territorio correntino. Los productores fueron los primeros en advertir que los incendios venían más voraces que de costumbre y el Gobierno provincial reaccionó con la distribución de recursos y equipamiento a las brigadas de bomberos voluntarios, el 23 de enero. Al menos 20 días antes de esa entrega de subsidios, el primer mandatario, Gustavo Valdés, ya sabía que la situación iría de mal en peor, por lo que activó gestiones en busca de apoyo nacional.

Aquí es clave el testimonio del ministro de la Producción de Corrientes, Claudio Anselmo, quien aseguró que el 13 de enero viajó por encargo del gobernador para advertir sobre lo que venía. “Me recibió la jefa de Gabinete del Ministerio de Ambiente, María Soledad Cantero, dado que el ministro Juan Cabandié tenía covid. Solicité cuatro aviones hidrantes y equipamiento para bomberos, pero nunca contestaron formalmente. Solamente dijeron que no tenían recursos”, relató el funcionario en un informe publicado por Infobae.

El dato cronológico proporcionado por Anselmo es clave y nunca fue desmentido por Cabandié ni su entorno. Contradice las argumentaciones del ministro de Ambiente en el marco de la refriega que mantuvo con el gobernador Valdés en redes sociales, a partir del reclamo del correntino ante la aquiescencia de la esfera federal. “Cristina tiene razón, hay funcionarios que no funcionan”, había despotricado el jefe del Ejecutivo provincial ante la indiferencia nacional frente a la catástrofe.

Cabandié, que por esos días andaba de gira con el presidente Alberto Fernández, contestó desde Barbados: “El 23 de enero ofrecimos ayuda y recién la aceptaron el 5 de febrero”. Pasó por alto el infructuoso encuentro del 13 de enero, entre el ministro correntino y la que en ese momento era su segunda al mando (Cantero) y hasta tuvo el arrojo de calificar de inexpertos a los bomberos correntinos, dando por sentado que la provincia “no cuenta” con un cuerpo especializado en el manejo del fuego.

Nada más lejos de la realidad. En la provincia funcionan 97 brigadas especializadas, apoyadas por establecimientos forestales que contribuyen a su capacitación. Varias son privadas, pero a ellas se suman 47 cuarteles de bomberos voluntarios que cuentan con entrenamiento y equipos financiados por el Estado correntino, además del cuerpo profesionalizado de bomberos policiales. De no ser por ellos, el panorama sería todavía más trágico.

No conforme con sus errores conceptuales, el ministro de Ambiente metió la pata hasta la verija cuando, en declaraciones a radio La Red de Buenos Aires, culpó a los productores por las igniciones. “Esos incendios comienzan con quemas de productores. Esas llamas escapan y se descontrolan”, dijo entrevistado por Facundo Pastor, en un inverosímil pretexto que mereció el repudio de cientos de foristas en las redes sociales.

Si Cabandié hubiese bajado a las provincias afectadas, hubiera podido constatar que además de los brigadistas locales en el frente de batalla están los dueños de los campos y los rodeos que se están perdiendo minuto a minuto frente a la impotencia generalizada. Es que ante la voracidad de las llamaradas poco se puede hacer cuando la cabeza del país no asume que se está ante un desastre de proporciones históricas. Para que quede claro: si alguien enciende una fogata a propósito, o es inconsciente o es pirómano, pero no son los agricultores, ni los ganaderos, ni los arroceros.

Tuvieron que pasar quince días de dimes y diretes para que la ayuda se concretara. Tarde, pero llegó con aviones hidrantes y cuadrillas de personal especializado. Todo a partir del diferendo con Valdés.

Desde que el gobernador levantó la voz y comenzó a aparecer en los medios nacionales, la cosa cambió. No solo llegaron los recursos de Nación, sino que el Ministerio de Ambiente fue fácticamente intervenido mediante la flamante designación de Cecilia Nicolini, con el rango de secretaria de Estado.

Nicolini se destacó en el diseño de la logística para obtener vacunas Sputnik y es una referente de confianza del riñón albertista, por lo que su nombramiento puede ser tomado como un recorte de atribuciones para el ministro Cabandié, un cuadro del kirchnerismo paladar negro que en los 15 días más críticos del azote ígneo subestimó las imágenes satelitales que daban cuenta de un avance indiscriminado de las quemazones.

Otra señal admonitoria para con la actitud del ministro K fue el desembarco de su colega de Producción, Julián Domínguez, quien llegó a Corrientes en un claro intento de despegarse, a fin de colectar declaraciones juradas de productores en el contexto de “Zona de Desastre” declarada por el Gobierno provincial, lo que significa la posibilidad de diferimientos impositivos y ayudas crediticias que por el momento se circunscriben a líneas de emergencia lanzadas por el Banco de Corrientes.

Así las cosas, el corazón ecosistémico que es nuestra provincia, la tierra bendecida por una de las reservas acuíferas más grandes del mundo, sigue y seguirá atravesando momentos desesperantes por causas que en su momento fueron evitables. Desde las drásticas alteraciones en las variables meteorológicas que se profundizaron con el fenómeno definido como La Niña, hasta la indolencia de funcionarios ungidos por el dedo de sus líderes, sin el voto popular y sin acreditar pericia.

Entre tanto, una hoguera insaciable va matando aquel fulgor del desierto verde que alguna vez maravilló a Horacio Quiroga, y va dejando a cambio peladares de cenizas irrespirables, infértiles, desoladas. Es cierto que la lucha contra el fuego prosigue, pero el enemigo lleva la delantera como consecuencia de décadas de negligencia en la explotación indiscriminada de recursos naturales.

No reconocerlo, no actuar con la responsabilidad de la hora, evadirse de la responsabilidad de un Ministerio cuyo titular ni siquiera se manchó los zapatos con el tizne de los suelos incinerados mientras gastaba energías en fabricar pretextos vía Twitter, no es más que vender humo.

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