Manuel Aguirre*
Especial para El Litoral
Para quienes nacimos veinte años después del final de la Segunda Guerra, siempre fue una incógnita cómo se pudo llegar a tanto horror. Que la historia redujera tanta maldad a un grupo minúsculo de jerarcas nazis siempre fue una sinrazón.
Muchos hechos fueron hechos a la luz pública, e incluso con grandes reflectores, por lo menos mientras el triunfo del Reich de los mil años parecía posible y próximo.
Se debieron reunir muchas voluntades en un mismo sentido deshumanizante para que se consienta la barbarie y la aniquilación, cuyo real volumen después se hizo público. Incluso un acusado, desde el banquillo, refutó el número de exterminio, señalando un error de varios millones.
Este planteo resulta una postal de época que demuestra que la aniquilación de varios millones de seres humanos era aceptada, consentida, alentada o tolerada por una sociedad que pocos años atrás se autopercibía como culta y elevada.
Ahora que Rusia —un país con formidable ejército, recursos y armamentos— invadió Ucrania, resultaría cómico, si no fuera trágico, ver a comunicadores oficialistas ensayar todo tipo de justificación para esa atrocidad. Y no solo los más exaltados (que los hay en todo sistema) por lo general poco instruidos y carentes de lucidez, sino el fenómeno se verifica aun en pensadores con una estatura mínima, quienes por años rechazaron el horror de la dictadura cuyo fin está próximo a cumplir cuarenta años.
Desde el infantil argumento de que el “imperio americano” hizo lo mismo en otras geografías, hasta el supuesto bullying que sufrió Putin en los últimos años. Desde la amenaza misilística de corto alcance hasta la partencia de Ucrania a la gran Rusia. Y los más prudentes piden por lo menos que miremos hacia otro lado hasta que la invasión sea exitosa y estemos ante un hecho consumado.
Y quienes al mismo tiempo dicen horrorizarse ante la muerte de animales en Corrientes por incendios monumentales, tratan de no ver la muerte de personas por misiles soviéticos.
Tal vez si la prensa hegemónica no pasara esas imágenes, su incomodidad no sería continua y universal, y podrían volver a condenar a los genocidas locales y defender derechos de las minorías.
Digámoslo claramente: son unos impostores. Usan la impostura para justificar atrocidades y no puedo sino recordar lo que dijo el Rabí: cuelan el agua para no beber insectos y se devoran elefantes. Es evidente que el ser humano no ha evolucionado lo suficiente en estos últimos cien años y que resulta aún muy sencillo manipular a la sociedad con sus propios intereses.
Algunos por el metálico, otros para no perder privilegios o lugares, lo cierto es que ya hemos respondido cómo fue posible el holocausto, y su reiteración no resulta imposible. Condeno todo ataque militar, toda muerte invocando la Patria o valores de dudosa procedencia. Creo que el ser humano es el centro de la creación, pues todo fue hecho para él. Rechazo cualquier impostura que pretenda justificar nuevos horrores mientras se vitupera contra los antiguos. Si no cambia la conciencia, si el hombre no acepta mínimamente que algunas conductas ya no pueden ser toleradas, que la guerra ya no es una opción, entonces lo único que queda es un tribunal para todos. Incluso para quien escribe como representante de la raza humana.
* Diputado nacional por Corrientes.