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@amedinamendez
Ante este hito tan singularmente aterrador resulta muy desafiante conservar la serenidad necesaria para analizar equilibradamente cada uno de los acontecimientos recientes con la sensatez que la coyuntura amerita.
Las angustias son infinitas y los peores temores merodean cotidianamente en un planeta que asumió como superadas estas dinámicas violentas y mucho más aun esta manera de resolver discrepancias entre comunidades.
Sin embargo y a pesar de todo, nuevamente se ha tropezado con una piedra parecida, pero es vital comprender que no se trata de una clase similar de eventualidades y por lo tanto es esencial evitar caer en la trampa de considerar a este hecho como una más de la larga secuencia histórica.
Esta guerra, aunque para describirla se utilice la misma palabra, tiene poco y nada que ver con los esquemas bélicos de los siglos precedentes. Todo ha cambiado e intentar establecer paralelismos con otros incidentes equivalentes descartando la información disponible puede ser un error.
Por estas horas se escuchan a múltiples especialistas explicando variados ángulos de esta nueva tragedia que azota con contundencia en el foco del conflicto e impacta con fuerza en otras latitudes con disímiles efectos.
Las derivaciones aun emergen como incalculables, porque nadie sabe precisamente cómo y cuándo culminará esta locura ni cuáles serán las secuelas que aparecerán una vez que sea superada la etapa más feroz y dramática de este desgraciado desencuentro.
Tal vez sea este el momento más oportuno para escuchar más y hablar menos, aprender de los que entienden mejor antes de opinar con liviandad. Los códigos militares de hoy no son los de antes. Todo se ha transformado mucho y entonces la cautela para deslizar comentarios debería ser proporcionalmente superior.
En el pasado las guerras implicaban movilizaciones de numerosos ejércitos que luchaban cuerpo a cuerpo exponiendo sus vidas a cada instante. Las reglas del combate eran evidentes y durante centurias ese paradigma siguió vigente con alteraciones sutiles y a veces difíciles de identificar.
Hoy todo ha mutado demasiado y los formatos no son los mismos. Ahora se habla de hibridez, de combinar herramientas y tácticas, de utilizar la tecnología como protagonista central y aplicar un conjunto de armamento novedoso que asombra sorprendiendo a propios y extraños.
Mientras se fueron eludiendo las batallas tradicionales la industria bélica siguió avanzando, con investigaciones sofisticadas e incorporando todo lo que descubrió a su paso.
Hoy la guerra no es solo frontal como fue conocida, ahora también es psicológica apelando el miedo, es comunicacional, cibernética y digital, participan en ella satélites y drones, se instrumentan bloqueos financieros y económicos, en definitiva, no existe aspecto de la vida en comunidad que no sea usada para amedrentar al adversario o imponer estrategias.
De hecho, la diplomacia también modificó sus prácticas y hasta el modo de negociar se ha visto enriquecido con flamantes y retorcidas técnicas que fueron demostrando enorme efectividad en ciertas circunstancias.
Comparar esta era con cualquier otra, establecer analogías ignorando lo que ha ocurrido en la última centuria es extremadamente temerario y tomar determinaciones espasmódicas basadas exclusivamente en esa endeble lógica puede traer consigo una extensa nómina de indeseadas consecuencias.
Esta suerte de relativización de las conclusiones no pretende abrir puertas a la claudicación de las convicciones y mucho menos propone rendirse mansamente, sino por el contrario aspira a generar una profesionalización del análisis, que tome en cuenta diversas aristas, considerar todos los lados y sobre todo para no terminar siendo rehén de los prejuicios instintivos.
Intentar analizar lo que pasa recurriendo a simplificaciones en las que de un lado están los malos y del otro los buenos, no ayuda a decodificar la realidad y se constituye en la perfecta aliada de la pereza intelectual.
Sería mejor estudiar el asunto con profundidad, leer mucho sobre el entorno contextual, repasar la historia y las culturas, las etnias y los idiomas y hasta indagar acerca del derrotero ideológico y político de los protagonistas involucrados.
Eso no significa que haya que ser neutral en instancias como las actuales, ni mucho menos que se deba avalar los traumáticos caminos que se han seleccionado ahora para conseguir ciertos cuestionables objetivos, o tolerar que los déspotas hagan su juego como si fueran los dueños de la verdad.
Lo económico y sus consecuencias en un mundo globalizado hace inclusive que quienes habitualmente se sentirían alejados del espacio físico donde se desarrolla el despliegue territorial reciban esquirlas imprevistas.
Es que la interrelación entre naciones y continentes es descomunal. Por lo tanto, lo que acaece en un ámbito geográfico inexorablemente tendrá recurrentes y explosivas derivaciones en otros lugares. Nadie se salva de lo que está ocurriendo, aunque prefiera mirar para otro lado ignorándolo todo.
Es un tiempo especialmente complicado. El desenlace de este incordio puede estar a la vuelta de la esquina y ser pacífico o quizás sea solo el comienzo de una escalada que nadie parece alimentar. Justamente por eso, vale la pena reflexionar, esquivar la linealidad en el pensamiento, y asumir lo relevante que será tomar decisiones con los pies plantados en la tierra y no bajo los influjos de los caprichos y la improvisación.