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Choques evitables: adivinar es prevenir

Los conductores arriesgan demasiado en una fila india que transita a baja velocidad por un puente. Arriman los paragolpes al punto de que les resulta imposible frenar en un imprevisto. Lo mismo sucede en los sobrepasos o las maniobras que en escasos segundos pueden dar paso a la tragedia. 

José Luis Zampa

Los recientes accidentes que fueron noticia en las páginas de policiales invitan a la reflexión sobre la forma en que conducen los correntinos y los argentinos en general. Tres episodios ocurridos hace pocos días demuestran que la imprevisión, además de otros factores, es el gran problema que convierte a las rutas, puentes y autovías en una trampa mortal.

Pasemos a analizar uno de los hechos: en el puente General Belgrano, el pasado jueves 19 de mayo, siete automóviles protagonizaron un choque en cadena que interrumpió y complicó el vínculo entre las ciudades de Resistencia y Corrientes, pero también el desenvolvimiento de un tramo neurálgico del denominado Corredor Bioceánico, vital encauzador del transporte internacional de productos y mercancías.

¿Por qué sucedió? Claro que la región necesita imperiosamente un segundo puente. Pero ese no es el punto en esta columna. La verdad es que mientras no haya financiamiento el puente nuevo no se construirá, motivo por el cual la totalidad de automovilistas que dependen del actual viaducto para cumplir con sus actividades deberían asumir que se maneja mal y que cuanto más persista la costumbre de no mantener distancia del vehículo anterior, las colisiones en serie continuarán ocurriendo.

¿Falta prudencia? Por supuesto. Pero no es esa virtud del equilibrio aristotélico la única condición a cumplir para llegar a destino sano y salvo. Lo que realmente está ausente en el criterio de los conductores es la previsión. Esa cualidad que convierte a quien va al volante de un auto o al manillar de una moto en una suerte de adivino del futuro inmediato, en alguien capaz de predecir los movimientos de los demás automovilistas o motociclistas.

¿Cómo es eso? Sencillo: hay que prever que la menos esperada de las maniobras, la más descabellada de las situaciones, puede presentarse frente a nuestro paragolpes en cualquier instante.

Veamos el siguiente ejemplo: si vamos por el puente y delante de nuestro vehículo transita un automóvil equis, a una velocidad que no está acorde con la premura propia, lo mejor será adaptarse a la situación y amoldarse al ritmo de quien nos antecede. De nada sirve arrimar la trompa de nuestro auto al paragolpes trasero del parsimonioso de adelante. Ir “pegados” al de la vanguardia no servirá de nada en un puente donde está prohibido el sobrepaso. Tal actitud aumenta exponencialmente el riesgo de un choque en cadena porque ante el primer toque de frenos de algún integrante de la fila india, los demás carecerán de las décimas de segundo necesarias para apretar el pedal del medio sin evitar una segura colisión.

¿Qué es eso de ir apurando al de adelante? Es inviable desde todo punto de vista. Solo incrementa el estrés y genera una tensión que reducirá nuestra capacidad de reacción ante situaciones contingentes. La filosofía correcta para estos casos debería ser: para llegar antes, hay que salir antes. Y si no pudimos, más vale asumir una demora antes que terminar con el auto destrozado en un sándwich de vehículos ensartados unos con otros.

Segundo hecho

A las pocas horas de la colisión en serie que dificultó durante toda una mañana el cruce desde Resistencia a Corrientes, en la Ruta Nacional 19, que surca el centro de la provincia de Santa Fe, una familia de origen chaqueño perdió la vida al embestir la parte trasera de un camión que se encontraba estacionado en la banquina izquierda de la mano que conecta a las ciudades de Santa Fe y San Francisco (Córdoba).

¿Por qué la tragedia? La falta de previsión. El conductor del camión no previó que esperar en la banquina durante un tiempo relativamente prolongado (a la espera de que le abrieran las puertas de una fábrica del lugar) podría causar un accidente. Y el conductor del automóvil, que se presume estaba en condiciones de divisar el camión detenido, no previó que pasar demasiado cerca de un vehículo de mayor porte a una velocidad del orden de los 100 kilómetros por hora (o superior), podría desembocar en el horror. 

¿Puede que haya habido un intento de sobrepaso del auto que terminó chocando al camión? Es posible. Cuatro vidas se perdieron (dos de ellas de niños) como consecuencia de una superposición de factores que tuvieron como denominador común la falta de previsión.

Tercer hecho

Una Ford Ecosport y un Chevrolet Classic chocan de frente sobre la Ruta Nacional 12, a la altura de Empedrado, el pasado martes a la tarde. La escena es atroz y a medida que pasan las horas se conoce que el número de víctimas mortales va en aumento. 

Al final, son cuatro los fallecidos en el accidente más peligroso de todos los que se puedan dar en una carretera: el choque frontal solapado.

Este tipo de impacto se da cuando dos vehículos colisionan mientras transitan en sentido opuesto, y es consecuencia (generalmente) de un error de cálculo en el adelantamiento. Se los llama solapados porque los autos protagonistas golpean uno contra el otro en sus vértices delanteros derechos, ya que el choque ocurre por invasión de la banda contraria.

¿Qué pasa en el momento del impacto? La desaceleración es tan drástica que aunque se lleven colocados los cinturones de seguridad y estallen los airbags, las posibilidades de sobrevivir se reducen exponencialmente. 

Máxime tratándose de carrocerías de pequeño porte, diseñadas hace veinte años y cuya deformación programada no puede evitar que los ocupantes terminen severamente golpeados por partes metálicas.

¿Cómo evitarlo? Nuevamente la palabra es previsión. Todo conductor debe, indefectiblemente, armarse de paciencia ante la tentación de un sobrepaso al límite. 

En rutas como las que caracterizan a Corrientes (sin multitrochas), el riesgo de encontrarse a otro vehículo de frente es tan alto que no vale la pena intentar ganar unos minutos adelantando a un camión lento. Siempre habrá que prever que del otro lado puede venir un automóvil con la misma (o mayor) velocidad que la desarrollada por nuestro auto. Y en esos casos, nuestra voz interior nos dirá: lo mejor es esperar.

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