Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Rabia contenida. Malestar agudo. Por tal o cual. Pero bronca que tiende a crecer, asfixiada y desesperada por gritar. Decir. Liberar. Lograr plenitud. Paz interior. A ver si reaccionan. Se dan cuenta. Lo que pasa es que se miran para adentro. La elección es la mira. Es decir, ellos piensan en ellos. El hombre común, el que la yuga sin subsidios que valgan, piensa en todos.
Esto de la “Bronca”, nos remite a la época de plomo, pero como en la Argentina nada cambia, esto de la rabia se repite, recordándonos el tema musical de Miguel Cantilo, que hicieran famosa Pedro y Pablo: “La marcha de la bronca”.
Otra vez la bronca en su máxima expresión, si quienes nos gobiernan no se dan por enterados. “Bronca cuando a plena luz del día / sacan a pasear su hipocresía.” / Otra partecita de la bronca, pobrecita: “No puedo ver tanta / mentira organizada / sin esconder con voz ronca / mi bronca, mi bronca.”
Todo se le parece porque nada cambia para que la bronca crezca, pero esta vez en democracia; los episodios aunque aparentemente distantes en el transcurso de la historia, se repiten de diferentes maneras, pero se repiten muy a pesar de la bronca.
“La marcha de la bronca” levantó mucha polvareda, como en su época lo fue “We shall overcome”, tomadas de la estrofas compuestas por el reverendo Charles Tindley, popularizada por Pete Seeger, y usada como bandera en contra de la Guerra de Vietnam, por Bob Dylan y Joan Báez. En 1983 con el advenimiento de la democracia en la Argentina, lo cantó a capella en el Obelisco, Jairo; tema que fuera adaptado al castellano por María Elena Walsh.
Todo se le parece, nuestra reincidencias son repetidas porque no nos curamos de espanto, es como dijeron los medios europeos: ”Argentina es el país que premia a sus ladrones.”
Siempre hacemos lo imposible para volver a lo imposible. Siempre obsequiamos obsecuencia, con una sumisión y tranquilidad que, cuando viene la Bronca, ya es demasiado tarde. Producto de ello, comenzamos a ver, que algo de bronca nos queda, se hicieron eco medios nacionales de una Carta de los Lectores, titulada como “La ira de los mansos”, escrito por la artista plástica Sonia Decker, donde habla de la perdida de la decencia por parte de un gobierno preocupado en otra cosa, como la permanencia indefinida, mientras los mansos se desvelan cómo pasar mediados de mes. Con gastados informes si no son repetidos o descalificatorios, a las pocas horas se desdicen cambiando diametralmente opuesto. Una inflación que consume, una inseguridad que es un castigo diario. En su texto de claridad meridiana, simple y directo Sonia Decker dice: “Llegará un momento en que el Gobierno tome conciencia de la gravedad de la situación por la que estamos pasando la mayoría de los argentinos. No tenemos la más mínima posibilidad de proyectar nada, tengamos la edad que tengamos. La educación y la salud pública están en una decadencia absoluta. Nadie cree en esta justicia populista por más esfuerzos que hagan los jueces honrados para defender la Constitución. Los votos de los miembros del Congreso nos dan pavor a pesar de que los elegimos para que resuelvan nuestros problemas. La inseguridad nos aferra, nos mutila y deshace nuestras familias.
Y mientras tanto, seguimos escuchando estos sainetes y peleas inútiles a diario, que son producto de la inoperancia y la hipocresía absolutas de estos gobernantes sordos que solo se preocupan por mantener su mínima porción de poder y sus sustento de por vida. Estamos hartos. Sépanlo. Y cuídense de la Ira de los Mansos.” Echarle más leña al fuego es peligroso e inútil, porque los responsables tratan de mirar para otro lado. Es bronca, es hartazgo, por tanta ineptitud, pero más que nada por tanta política inútil, al servicio del poder de unos pocos desesperados.
Siempre admiré a Tato Bores como monologuista, pero más que nada por su seriedad en el tratamiento del humor en la televisión argentina. Y mucho más que nada que sus sketchs fueron anticipos de lo que pasaba y luego iba a suceder permanentemente. Lo comparo, salvando las distancias, con los anticipos de Julio Verne que luego fueron realidad.
Tato Bores, detrás de cámara opinó como un hombre común que en realidad no lo era: “El monólogo tiene una clave: es una especie de reportaje político, yo leo los titulares de los diarios y cuento las noticias en el escenario agregándole un comentario jocoso. Pero siempre hay que actualizar la información: un chiste político del jueves no hace reír el viernes.” “No tengo miedo a opinar, tengo miedo de convertirme en otro imbécil más que por el hecho de ser notorio se cree que al público le interesa su opinión. ¿Por qué un artista o un tipo notorio tiene que andar diagnosticando, tirando la precisa..? ¿Acaso por no tener un cacho de fama sabe más que un albañil, que un colectivero? Por favor, dejémonos de jorobar…” ”Quiero una Argentina próspera, pacífica, como era cuando yo era chico. Pero el mundo entero está convulsionado y eso influye. Además ahora ya no hay distancias como había antes. Europa parecía tan lejos, los medios de transporte y comunicación eran por supuesto más precarios. Con los adelantos el mundo parecer achicarse. La Argentina no está sola, es un concierto de naciones y cada una toca su nota.” Y, finalmente, lo que le pasa a la gente, y lo que él también lo experimentaba: “No soy un tipo al que nadie le importa nada. Me preocupo por todo. A la mañana me digo: Tengo que cambiar. ¿Pero cómo? ¿Usted se da cuenta de todo lo que pasa? ¿Cómo se va a quedar tranquilo después de leer el diario, de mirar la cara de la gente?”
Así queda la gente, cuando comprueba la actualidad no solo por los diarios, sino por los precios del supermercado. Por eso la bronca no es infundada, ni tampoco el hartazgo. Ellos, no se dan ni por enterados porque la lucha por el poder es tan grande, que se animan a querer tapar el sol con una mano.
La bronca no tiene época, forma parte de nuestro ser. Es argentina: “No puedo ver tanta / mentira organizada / sin responder con voz ronca / mi bronca, mi bronca.”