Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Quién lo niega, si ha llorado cada semana, se ha reído, y con una mirada llena de nostalgia embargaba el aire, en una hora de emisión. Claro, hubo un hacedor que posibilitó crear mundos casi reales, permitiéndose nuevos ángulos, tomas en picadas como se dice en la jerga televisiva, la cámara produciendo en exteriores alternando con estudios. Ese mesías lo fue el cubano, ingeniero en Electrónica, recibido en los Estados Unidos, arrendatario de la cadena de Radio y Televisión de su pequeño país, Cuba: Goar Mestre. Acuciado, casi empujado por la politización revolucionaria de Fidel Castro, decidió levantar todo y venirse para la Argentina, donde vivió buena parte de su vida hasta su deceso. Él, fue, el licenciatario de LS 85 TV Canal 13 Buenos Aires, Argentina, con su brazo productivo, Proartel, donde los sueños cobraban formas. Convocó a personas idóneas porque sostenía que la jerarquía es posible y había que hacer una constante de ella. Se vino a nuestro país acompañado de algunos artistas que formaron parte de su equilibrada programación: “Pepe” Biondi, argentino; Verdaguer, uruguayo; los cubanos Rolando Laserie, María Magdalena y muchísimos otros, entre técnicos y ejecutivos. En esa convocatoria obedeciendo al romanticismo, contrató a Roberto Denis como director de Emisión de Aire y a Alberto Migré, el libretista autor y director artístico, que sacó de la galera un verdadero éxito: “Rolando Rivas, taxista”, con un elenco, rico y numeroso, fuera de serie, en su rol estelar encabezado por Claudio García Satur y Soledad Silveyra. Hasta se pensó en las músicas que compondrían su banda sonora, para ello se utilizaron las creaciones escritas en tiempo de tango y milonga de Rodolfo Taboada y Picky, y cantada por Carlos Paiva: “Taxi mío”, y “Si mi taxi, hablara.” Demás está contar la gran audiencia y repercusión lograda; tira que se emitió durante los años 1972/1973, todos los días martes de 22,00 a 23,00, a través de 76 capítulos producidos en dos años. Sucede, que los romances como las peleas estériles de enamorados, siempre atrapó a todos los públicos, como así dio material para que el chisme se potencie y fortalezca la “prensa del corazón”. Como si fuera poco, una zaga de telenovela exitosa que el Gobierno nacional puso en el aire desde que asumió no ha hecho otra cosa que reprisar, las trifulcas de palacio, sin regularizar ninguna de las falencias a normalizar prometidas con la verborragia política que ante el apuro electoral, juraron y perjuraron. Una telenovela que la vemos a diario, amén de “la lapicera” sugerida, aunque en realidad la tiene ella, lo que revela un desorden en que el asunto no es de arriba para abajo, sino de abajo para arriba, es decir, el Presidente en realidad es la vicepresidenta; y el Presidente es la vice-presidenta. Un desdoblamiento a la argentina aunque la nave se vaya a pique, una alteración imperdonable de correlación en que las cosas son delegadas de “contramano”. Las peleas no se hacen en estudio como las encaraba Alberto Migré en su novela, sino que a la inversa: en público, “sacando los trapitos al sol”, escrachando, con frases destituyentes, siempre en función de “maestra siruela”y faltando al respeto de la investidura Presidencial, guste o no nos guste. Es decir, no de él a ella. Sino de ella a él. Rencillas que ponen en peligro la institucionalidad de un gobierno a la deriva, pero mucho más la credibilidad, sumado a los dichos y desmentidas. Todo en el marco de un verdadero teleteatro, amén de la expectativa de los medios porque hacían 3 meses que no se veían, no se hablaban, para angustia y suspenso de la teleplatea afín al lagrimón. Qué certeza podemos tener cuando analizamos cada anécdota incurrida: cuando necesitamos vacunas y en Rusia hablamos mal de Biden. Pero estando en un foro internacional en Europa y encontrándose con él, le faltó manos al Presidente -lastimosamente- para desdecirse con sus gestos y acercarse al presidente norteamericano. Cuando se puso en carpeta boicotear a la Cumbre de las Américas haciendo una contracumbre, al final como siempre ocurre fue dejada sin efecto, aconsejando a Cancillería que le consigan una audiencia con Biden, luego de despotricar de él en la tierra de los zares. Generalmente a esta actitud la conocemos como hipocresía o “careta”, pero en el entorno que se gestan, tenemos que asumir vergüenzas ajenas porque el doble mensaje es el idioma en uso. Basta para dimensionar semejante debacle discursiva, algunos temas que parecen no percatarse ni dar la importancia explosiva de su naturaleza, pero que dan pauta del país “bananero” que nos toca en suerte convivir: 16 gobernadores adictos, proponen la ampliación de la Corte Suprema a 25 integrantes. A propósito hubo expresiones con serias repercusiones: Lavagna, lo designó como “Mercado de favores”. Rosatti, integrante de la Corte, enfático dijo: “En vez de cumplir lo reformado, quieren reformar para no cumplirlo”. Después, como un diagnóstico a propósito dijo sin ponerse colorado: “Los medios de comunicación intoxican la cabeza de los argentinos”, siguiendo la técnica populista de culpar al otro por sus propios errores, siempre a la búsqueda de culpables. Marcos Aguinis, a propósito de la “enfermedad” mental, expresó irónicamente “Que la psicopatía no intoxique a la sociedad”. No se dan cuenta porque no escuchan a la sociedad, que los temas los producen ellos; la semana pasada como consecuencia de pobreza, una madre apeló desesperadamente en un justificativo remitido a la maestra por la ausencia a clases de su hijo, diciendo: “Martín no fue a clases porque no tiene abrigo y hace frío. Tengo que elegir entre comer o vestir”. Los dichos, las expresiones, revelan y expresan el humor de la gente apegadas a su diario vivir y sufrir: “El más débil no es el frágil o el enfermo, sino el que está solo”, María Martinón Torres, paleontóloga. Y, mucha gente está sola, mientras ellos se pelean, se desdicen, cambian integrantes del gabinete demostrando debilidad y falta de criterio, priorizando siempre la mala política, en desmedro de todo, en lugar de la idoneidad y la eficacia, resolución y planes coherentes y concretos por encima de discursos y puestas de escenas disuasivas. “Devolver a la ley su verdadero poder. Y no la ley al servicio del poder”, dice Santiago Kovadloff como apelativo a la razón.
Volviendo al principio. “Rolando Rivas, taxista”, puso en primer plano al trabajador más porteño que uno conoce, el popular “tachero”. Alberto Migré, consagrado autor en principio de radioteatro, trasciende luego en televisión. Hacemos nombres que bien se lo merecen, y esto va en serio, encabezaban la grilla de actores de “Rolando Rivas, taxista”: Claudio García Satur y Soledad Silveyra, con un calificado elenco respaldando la obra. Mabel Landó, Nora Cárpena, Laura Bove, Beba Bidart, Guillermo Rico, Ovidio Fuentes, Leonor Benedetto, Eloiza Cañizares, Carlos Artigas (“Cortito”), Héctor Biuchet, Antuco Telesca, Dora Ferreyro, etc., con el aporte narrativo de una voz particular que le daba marco, carnadura, Julio César Barton. Los del Gobierno nacional pueden llegar, si continúan con la ficción del relato que es la misma cosa, porque lo que hacen muy bien es tenernos a todos los argentinos en vilo, y podrían pelearle a “Rolando Rivas, taxista”. Nuestro gobernador, ante esta “puesta” que ya tiene dos temporadas y media, ha sido inflexible y contundente, llamando a las cosas por su nombre: “Ampliar la Corte a 25, es el disparate jurídico más grande de esta era”.