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Ver la cumbre en el contexto internacional

Por El Litoral

Domingo, 19 de junio de 2022 a las 01:00

En materia de política exterior se hace imperioso hoy en la Argentina superar el desierto de los desencuentros para arribar a la cumbre de nuestras nobles tradiciones.
Pararse en el mundo no debe simplemente tratarse de aplicar reacción táctica. Es necesario avanzar rápidamente hacia la anticipación estratégica.
Para explicarlo mejor, “debemos trascender el corto plazo y salir de la pereza intelectual”, dijo ayer el diplomático Ricardo Lagorio, exembajador y secretario general del Consejo Argentino Relaciones Internacionales, en una lúcida columna aparecida en Infobae. “Es necesario embarcarnos en una reflexión profunda, serena y de largo aliento —más allá de las diversas visiones partidarias coyunturales— porque en estos tiempos de desasosiego colectivo es imperativo desarrollar un pensamiento estratégico de largo plazo.
Pareciera que nos está faltando una brújula que nos permita navegar estos tiempos turbulentos, tanto en el ámbito nacional como en el plano global.
La política exterior no es una sucesión de incidentes, es una composición de políticas, con un fuerte anclaje en la realidad nacional, y con un delicado equilibrio entre los intereses y valores nacionales y las tendencias globales, que constituyen el necesario marco de referencia.
No se trata simplemente de reaccionar a los eventos cotidianos en cada caso; se debe dejar de lado la reacción táctica, y avanzar rápidamente hacia la anticipación estratégica. Hay que identificar los intereses y valores en juego a largo plazo. Para lo cual se requiere
-Una clara concepción sobre la República Argentina. “Toda mi vida he tenido una cierta idea de Francia”, es la famosa frase del general Charles de Gaulle en sus Memorias de Guerra, que me viene recurrentemente a la memoria al meditar sobre la actual situación de la República Argentina. Sin una idea clara y compartida sobre lo que somos y queremos ser en este siglo XXI, difícilmente la República recupere el papel relevante que supo tener en el pasado.
-Una clara y exacta comprensión de la situación internacional, y no una proyección narrativa de nuestros deseos e imaginarios locales.
-Asumir con firmeza los intereses vitales que están en juego: desafíos y oportunidades. La política exterior es un instrumento al servicio del progreso nacional definido en término de paz, democracia, libertad, Derechos Humanos, estado de derecho, libre comercio, todos ellos valores de nuestra matriz occidental, inserta en nuestra Constitución Nacional.
-Un liderazgo basado en la búsqueda de acuerdos y consensos de largo plazo. Un liderazgo que se guíe por una “brújula moral” que marque el rumbo. Consenso interno que, además, genere la necesaria confianza externa para ser un actor relevante y poder contribuir al diseño e implementación de un efectivo multilateralismo necesario para abordar los grandes desafíos y crisis del siglo XXI y que, en el caso argentino, hace también a nuestro interés nacional.
En este contexto, los viajes al exterior de un jefe de Estado constituyen uno de los puntos álgidos de toda diplomacia, ya que permiten difundir el programa de gobierno e interactuar con sus pares.
Es por ello que el Presidente de la Nación debe ser muy cuidadoso y riguroso en la presentación y exposición de sus ideas ya que las mismas no son propias, sino que deben reflejar el ideario nacional.
La actuación del Presidente de la Nación constituye entonces el espejo a través del cual se va auscultar, en un determinado momento, al país.
El desempeño del Presidente debe adaptarse tanto a las formas presidenciales —propuestas constructivas para el desarrollo y progreso nacional, y no agravios innecesarios a personas del propio país o a personalidades internacionales— como a la sustancia propia de la máxima autoridad del Estado: conocimiento y sentido de la historia, sensibilidad cultural, visión estratégica, moderación y sobriedad en el habla, magnanimidad en el trato, y benevolencia con el otro.
Y la conclusión no es menor: “La política exterior no es de naturaleza clausewitziana —no es la continuación de la política interna por otro medios—; pero no por ello es inmune a lo que ocurre internamente”.

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