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Latinoamérica, en la trampa de otra fantasía ideológica

Por Bernardo Saravia Frías*

Publicado en Clarín

El koan es una práctica de la tradición zen, por la que el maestro indaga en el progreso del alumno a través de un planteo absurdo, una aporía. Típicamente aplaude y a continuación pregunta: este es el sonido de dos manos, ¿cuál es el sonido de una? Interrogante ridículo, sin respuesta.

Desde hace años ya, Latinoamérica está aprisionada en las murallas de un koan, en las trampas de una fantasía ideológica. No vive actualmente; su actualidad es la perduración del pasado. No hay mutación, nada nuevo comienza, nada viejo caduca por completo. Latinoamérica no se transforma, se repite. Vivir aquí es volver a hacer lo mismo.

Los límites lo marcan dos visiones antagónicas. El gran problema es que han tomado el rango de dogma, luego de ajustes que han ido realizando para no perder mortífera vitalidad. Y lo peor es que ambas posiciones están vueltas al pasado, viviendo de rémoras de lo que no fue. En el rincón colorado, el “populismo del siglo XXI”, reforzado por recientes triunfos en países en los que hasta ahora habían primado las visiones mesuradas. Su mayor falencia es que propone transformaciones radicales a partir de una mirada parcial, que representa sectores y nunca el todo (el bien común, digamos). Vaya de ejemplo el medio ambiente: el prisma de análisis parte de la negación radical, basándose en argumentos como los pueblos originarios. El mismo rango de análisis se extiende a la mayoría de los temas que proponen, sea el género o los derechos humanos.

En el rincón azul, el “liberalismo à outrance”, mal entendido, muy alejado de su origen clásico, aquel asentado en la tolerancia y el respeto al otro. La libertad, para hablar sin rodeos. Para algunos devino en algo tan vulgar como trasladar un razonamiento de mercado desregulado a todos los ámbitos de la vida pública, desde la comercialización de los órganos hasta la portación indiscriminada de armas de fuego.

La política puramente agonal es el error. Nunca es cuestión de extremos, pero sobre todas las cosas, nunca puede ser dogma. Al menos si quiere cumplir su rol fundamental, que no es otro que dar expresión a lo que es. Es decir, hacer que las cosas pasen para el bien común, para la gente.

Teniendo claro y sin perder nunca de vista que hay valores irrenunciables: la libertad, la república, la democracia y el estado de derecho. Si es eso lo que está en juego, pues bienvenida la grieta, porque lo que se cuestiona es el sistema. Y eso sí que no se puede transigir ni aceptar. No hay avenida del medio.

Lamentablemente gran parte de Latinoamérica se está volcando al rincón colorado. Para aquellos que pasamos años (muchos, demasiados) sometidos a ese intento de reinventar la rueda, sabemos que no conduce a ningún lado y termina mal. Las expresiones de deseo iniciales devienen en errores graves, desde la negligencia o la ignorancia.

En el extremo, la sociedad se desentona gravemente rumbo a la anomia: el gobierno de la opinión pública a través de los partidos políticos se reemplaza por la acción directa de algunos movimientos sociales, que dicen representar a todos, sin representar más que unos pocos intereses.

En Argentina, aquella aventura está en el ocaso, a contramarcha de los que la están inaugurando. Se vislumbra una esperanza, en esa costumbre que tenemos de ir contra la corriente. Esperemos que hayamos superado aquella reductio ad absurdum, y esta vez sea el principio de algo duradero y superador.

* Abogado. Exprocurador del Tesoro de la Nación.

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