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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

El poderoso método que usó una maestra para que sus alumnos hablen guaraní

Como parte de un proyecto para elaborar material didáctico bilingüe, una investigadora del Conicet creó un “rincón escolar” donde los niños comenzaron sus procesos de revitalización de la lengua originaria de Corrientes. De este modo, propuso discutir el supuesto de que “ya no se habla tanto guaraní” en la provincia. 

La profesora en Ciencias de la Educación María Florencia Conde llegó en 2015 a la escuela primaria N° 784 Héroe de Malvinas Ramón Cirilo Blanco, ubicada en la zona rural de San Luis del Palmar, con el propósito de elaborar material didáctico bilingüe (guaraní-español). Con el correr del tiempo, encontró un lugar y un “modo” para que los estudiantes valoricen la lengua originaria. 

En un reciente artículo, Conde reconstruyó cómo se creó un espacio en el cual los niños y la investigadora intercambiaron y reflexionaron sobre las representaciones lingüísticas, los usos cotidianos y las normas de escritura de la lengua originaria.

Primero, Conde puso en evidencia cómoel mástil de la escuela se convirtió poco a poco en un lugar de socialización entre ella y los niños, como hablantes de guaraní. En el lugar, dialogaban sobre usos sociales de las lenguas e instalaron un modo específico de enseñar, aprender y compartir la lengua aborigen.

“Durante los años de trabajo de campo mi lugar preferido para 'tomarme un recreo' en la escuela era el sector del mástil. De esta manera se nombraba no solo al poste donde se iza la bandera nacional, sino también a la base de cemento sobre la que se ubica. Este sector se sitúa frente a la entrada principal del edificio escolar (ver foto). Aunque inicialmente estaba sola, poco a poco comencé a recibir visitas”, relató la becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

“Cuando tocaba la campana que indicaba el inicio del recreo, los chicos salían corriendo al patio a jugar. Yo me dirigía al mástil, pero con la expectativa de que las nenas más pequeñas se acercaran, dado que en el inicio de la jornada escolar me anticipaban la visita con algunos comentarios, ‘mi abuela me está enseñando guaraní’, ‘tengo una palabra a ver si sabés’”, continuó Conde.

Variedades

“Durante 2015 empecé a estudiar un curso de guaraní de tres años en la capital correntina. Ese curso significó un reencuentro con esta lengua. Volver a escucharla, animarme a decir palabras que las había aprendido en la niñez con mi abuela materna, acercarme a las prácticas de escritura y lectura. Mi profesor siempre resaltaba la importancia de conocer las diferentes variedades dialectales, aclarándonos aquellos modos de decir más habituales en Corrientes y otros más comunes en la variedad hablada en Paraguay. En varias oportunidades me dirigí a las niñas que se acercaban al mástil diciendo alguna frase que había aprendido recientemente, tardábamos unos minutos en entendernos. Las niñas intentaban descifrar lo que les decía a pesar de mi pronunciación dudosa y de los modos diferentes de decir algunas palabras”, detalló la investigadora.

Conde se sorprendió cuando notó que los propios estudiantes comenzaron a interpelar a la directora y a las demás maestras para que hablen en guaraní en las aulas o en las actividades escolares.

Intercambios

“Para los niños, ir al mástil a conversar tenía una variedad de motivaciones e intereses: conversar sobre y en guaraní, leer, estar juntos, jugar a adivinar palabras. Yoni, por ejemplo, en ocasiones se acercaba para que yo ‘angá, no esté solita’.Con el tiempo, hablar guaraní o tener algo que contar respecto a ese tema se fue convirtiendo en una especie de requisito para participar de los intercambios”, reflexionó Conde en su artículo“La creación de un espacio de socialización lingüística junto con niños de Corrientes, Argentina”, publicado en  Bellaterra Journal of Teaching & Learning Language & Literature. 

A partir de entonces, el simple hecho de conversar en guaraní y sobre guaraní en el mástil se convirtió en una práctica de política sociolingüística. 

Lo que allí ocurría tenía repercusiones en la escuela, los varones participaban de la actividad desde otras modalidades, las maestras expresaban que sus alumnos comenzaban a demandarles e interpelarlas para que hablen guaraní en las aulas, mientras la directora promovía que ese espacio se sostuviera. Por su parte, las familias también sabían de qué se conversaba allí ya que las niñas volvían a sus casas con interrogantes o en busca de nuevas palabras, frases o cuentos para compartirlos durante los recreos”, señaló la profesora en Ciencias de la Educación.

Es más, ella misma se vio en este proceso como una aprendiz de la lengua, así como sus acompañantes del mástil: “En este espacio de socialización no siempre fue posible establecer quién enseña a quién o en qué direcciones, más bien podemos ver cómo se dan procesos simultáneos, cómo las dinámicas de interacción se van construyendo y negociando en los encuentros. Que yo sea la única adulta presente podría suponer que disponía de un repertorio de recursos lingüísticos más amplio que el de los niños. Sin embargo, mi proceso de socialización como hablante también estaba en marcha, había iniciado una incipiente alfabetización en guaraní, lo que no implicaba que podía ser competente comunicativamente en los intercambios que se producían en el paraje. Sumado a esto,muchas de las niñas asumían y expresaban con convencimiento que ese espacio era para enseñar guaraní, tanto al grupo de pares como a mí, posicionándose como las más competentes para hacerlo”.  

Política

Con base en otras investigaciones, como la de su directora del proyecto de investigación, la doctora en Antropología Social Carolina Gandulfo, Conde consideró que desde y en el mástil los niños desarrollaron acciones de políticas lingüísticas, ocupando posiciones activas en los procesos de socialización que allí se producen, interpelando a los adultos, participando activamente de las reflexiones sobre usos orales y escritos, instalando prácticas lingüísticas novedosas en la escuela, apropiándose y defendiendo el espacio y realizando deliberaciones conscientes y performativas con relación a la lengua.

“Tanto las identificaciones que las niñas hacen de sí mismas como hablantes de ‘guaraní y castellano’, como los usos y reflexiones que van construyendo, tensionan los discursos con los que nos encontramos al llegar, aquellos que sostenían que ‘ya no se hablaba tanto guaraní’ y que invisibilizaban las competencias lingüísticas de las familias y de los niños del paraje. Aquí, en cambio, podemos ver cómo las acciones de estos niños estaban contribuyendo desde un ‘rincón escolar’ a procesos de revitalización lingüística". 

Ella entiende que su relato podría servir como ejemplo para otros educadores: “Desde la primera charla que inauguró ‘el mástil’  hasta el intercambio sobre mis escritos transcurrieron muchos encuentros en los que fuimos construyendo un modo de estar allí. La descripción de este modo permite visibilizar algunas características que podrían tener futuros dispositivos de socialización lingüística en la escuela”.

Contexto

En la provincia de Corrientes se habla una variedad del guaraní, comúnmente denominada “guaraní correntino”, una de las seis variedades habladas en Argentina. No existen datos fiables sobre la cantidad de hablantes de guaraní en la provincia y esto, en parte, se debe a que la mayoría de sus usuarios no se identifican como indígenas, y en algunos casos tampoco como hablantes, quienes, por lo general, expresan que “entienden pero no hablan”.

A partir de una investigación etnográfica iniciada en el año 2002 se ha caracterizado el “discurso de la prohibición del guaraní” como una ideología lingüística que organiza los usos y sentidos del guaraní y del castellano en Corrientes. La antropóloga Gandulfo describe algunos modos en los que opera dicho discurso: hablar guaraní solo en contextos autorizados, situaciones o ámbitos adecuados; hablar guaraní entre adultos; no dirigirse a otras personas en guaraní, en la mayor parte de los intercambios, aun sabiendo que son hablantes de guaraní; el recuerdo en pasado de la situación de prohibición de hablar guaraní; la prohibición directa y explícita de no hablar guaraní cuando alguien –especialmente algún niño– lo está haciendo; considerar que los niños correntinos no hablan “más” guaraní o que, en todo caso, lo que hablan es una mezcla de guaraní y castellano, aludiendo así a que el guaraní solo lo hablarían algunas personas ancianas; pretender enseñar, indicar, corregir, señalar, que es necesario hablar “bien” castellano, intentando erradicar marcas del guaraní en el uso del castellano correntino; haber perdido memoria respecto de la socialización lingüística donde el guaraní tuvo lugar.

(IB)

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