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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

El mundo rural visto por sus protagonistas

Por Carlos Lezcano y Natalia Schejter

Especial para El Litoral

Los próximos 18 y 19 de agosto se realizará la octava edición del Festival Regional de Cine Rural. Este festival nació en el año 2015 en la Estación Experimental Agropecuaria Inta de Bella Vista, provincia de Corrientes. El Festival Regional de Cine Rural es un espacio de proyección audiovisual, no competitivo, que se realiza bajo el lema: “Cháke mitârusu oku’e” - “Ojo, jóvenes en movimiento”.

Una de las claves del festival es salirse de la hegemonía de la representación rural que nos otorgan las narraciones mainstream que nos llegan masivamente y por eso los mismos organizadores cuentan que pretenden poner en tensión la nueva construcción de un relato que requiere de todas las voces y miradas. Otras formas de producir, otros públicos y circuitos.

Los ejes que proponen atravesar desde el festival son los de cultura y comunicación popular, soberanía alimentaria, educación popular y experiencias organizativas en zonas rurales. Si bien reciben producciones audiovisuales de diversos puntos de la Región, entendiendo esta como Latinoamérica, y se comparte una visión no “edulcorada” de la ruralidad, se busca también que el protagonismo lo tengan los jóvenes, desde todos los ángulos de una película (delante de la cámara, narrando historias, siendo técnicos, directores, etc). Para eso se realizan diversas actividades de fomento e intercambio, por ejemplo en el mes de mayo se realizó un campamento taller audiovisual, donde se realizaron prácticas en guion, teatro, cámara, sonido y edición de video. Sobre esta actividad, el espíritu e historia del festival y el impulso de estos “adultos pensando para chicos” —pero que impulsan a que los jóvenes se apropien del festival y sean protagonistas— conversamos con Marcela Collard, una de las organizadoras.

— ¿Cuándo comenzó el festival y de qué se trata?

— El festival comenzó en el año 2015, en la misma estación experimental, cuyo motor fueron las ideas de René Oviedo que era el comunicador del Inta. Era para él, una manera de visibilizar ciertas cuestiones relacionadas con la ruralidad y la manera de proponer un espacio donde la pantalla grande sea la protagonista. Pero más que la proyección de un cine, lo que destacamos es la producción de los mismos chicos de nivel secundario, de las mismas escuelas rurales, que puedan ser los protagonistas de esas proyecciones.

— En general hay una mirada muy parcial desde los grandes medios, las grandes narrativas acerca de la ruralidad y la idea es mostrar diversas realidades desde los propios protagonistas.

— Claro, imagínate que, si todo lo tuviese que transmitir la tele, el mensaje que nos llega es bastante hegemónico y una balanza girada hacia los grandes monopolios y ocurre siempre, que ganan las conveniencias de los que más o menos todos conocemos. La pantalla del cine rural no pretende competir contra un cine marketinero, porque es una espada de cartón frente a un gigante, en una lucha con un gigante. Sí, tenemos la convicción, estas ocho ediciones de festival que llevamos lo demuestran, de que este espacio es una herramienta revolucionaria que podemos ofrecer a los pibes, y ellos responden. Por el momento somos gente grande pensando para chicos, pero año tras año nos va sorprendiendo como estos protagonistas. o esto que fue como una invitación a”juguemos a hacer cine”, se va tornando con una presencia importante o una impronta propia que estos ocho años lo acreditan.

— ¿Notás algún cambio a lo largo de los años? ¿Cuáles fueron las primeras imágenes de ese cine producido allí?

— Es muy lindo ver el progreso. Por ejemplo, la primera escuela que se enganchó o la que fue la primera destinataria de esta inquietud, fue la escuela n° 846 de Paraje Cebolla, que queda a unos 100 kilómetros de Bella Vista.

Esa escuela, con el profe Karlen, hicieron una experiencia con los celulares, con unas movidas muy de entrecasa, con lo que se tenía; y estos pibes fueron dos veces a Villa María y presentaron sus cortos. Lograron participar de un concurso de Cultura de Nación y se le proveyó de toda la isla de edición: luces, cámaras, etc. para esa escuela.  Entonces, esa escuela rural hoy por hoy es una productora de contenidos fija de nuestro festival y que a la vez se réplica en los distintos festivales de la región. Para nosotros es un orgullo haberlos visto crecer, desde filmarse con celular, cortar y editar todo manualmente como se dice, a tener hoy una isla de edición en la propia escuela. Y año tras año los chicos lo van trabajando y lo van perfeccionando.

— ¿Qué se cuenta desde allí?

— Tenemos de todo un poco, porque hemos pasado por historias, por mitos, donde ellos mismos son los protagonistas, los actores, las voces en off y los guionistas. Por ejemplo, una escuela produjo una historia del pombero, otra fue la maldición de las tres cruces; van contando varias inquietudes. Que no se entienda que el cine rural es una denuncia en contra, de otra manera de ver la ruralidad; sino también cómo lo ven ellos al proyecto cine y cómo utilizan su entorno, su realidad y lo que tienen a mano para hacer una historia, para hacer su propia historia. Es muy lindo ver que se animan a la ficción o que se animan también a la denuncia, como por ejemplo la problemática del agua. Ellos tratan de hacer inclusive con estas temáticas su presentación, pero es libre, ellos lo van decidiendo a medida que se larga la propuesta. Vamos a ver con qué nos sorprendemos este año en cuanto al audiovisual.

— ¿Quiénes pueden presentar o quiénes presentan trabajos?, ¿sólo chicos? ¿La condición es que sean estudiantes de escuelas rurales solo de nuestra región?

— La convocatoria es abierta, de ahí viene también el nombre de Festival Regional, no solo tiene que ver con la región NEA. Tenemos realizadores de distintas partes de Latinoamérica que envían sus contenidos. De hecho, hubo un año vinieron dos actores de Paraguay, de Uruguay. Como es un festival que no es un concurso, no se gana, no se pierde, entonces se recibe a todos los que quieran enviar trabajos. La temática sí es un poco la condición: la soberanía alimentaria, el derecho a la tierra, el derecho al agua, las experiencias comunitarias. Este año agregamos la crisis ambiental, la idea surgió de los mismos chicos, porque puntualmente ellos nos hablaban del fuego en el patio de su casa; entonces, estamos hablando de otras realidades.

Seguramente, nos vamos a sorprender con otra versión de los hechos. Siempre digo, se le agradece a Santi Maratea que hayamos sido conocidos, desgraciadamente conocidos por este tema en todo el país, pero estos pibes lo cuentan como una realidad que les pasó en su casa, en su patio. Por eso vamos a tener otra mirada, vamos a saber hasta dónde fue el impacto del fuego en este verano y lo que sigue como pronóstico. Después el otro tema es el agua. O sea, tiene que ver con esa posibilidad y esas son las temáticas, sí es como condicionante. No proyectamos largometraje, no proyectamos películas en los dos días de festival, pero si las dejamos en la página del cine y queda como un repositorio podríamos decir, o como un archivo teórico para todos aquellos que quieran participar. 

— ¿Este encuentro es solo una cuestión de cine?

— No, habrá encuentros de música, de baile, de títeres o de teatro; porque el cine, la palabra cine es, para nosotros, una excusa para que sucedan varias cosas. Es un encuentro entre varias realidades. Inclusive hemos hecho la invitación a la facultad a la Unne y a la Enerc de Formosa, también hacemos extensiva la invitación a las carreras que proponen, porque entendemos que los pibes están en los últimos años del secundario, puedan profesionalizar esto que ahora les parece como un juego, ellos mismos lo dijeron. Es bueno que sepan que tienen en la escuela pública y en la universidad pública esta continuidad, que para nosotros es sumamente importante, darle esta herramienta a los chicos. Entonces convergen en la Estación Experimental varias cosas: el encuentro, la música, la danza, el cine, las historias y esta posibilidad de ver un poquito más allá del cine como una carrera o como una profesión.

— Hicieron en el mes de mayo un campamento audiovisual. ¿De qué se trató la experiencia?

— Fue hermosa y participaron nueve EFA (Escuelas de la Familias Agrícolas) de distintos lugares de la región cercanos, aunque Mocoretá no está tan cerca pero se vino igual, venían alumnos y profesores a los talleres. Se realizaron cinco talleres: de cámara, teatro para video, teatro para cine, de guión y sonido. Entonces, ellos se llevaron herramientas, un cuadernillo y todos sus apuntes con el desafío de traer para agosto sus producciones con todos estos tips y herramientas brindadas. Fue el fin de semana del 13 y 14 de mayo. Un fin de semana hermoso con las carpas, el encuentro, la guitarreada, la torta frita y el guiso compartido que nos hacía entender que este camino de cine rurales no es solo hacer “play” ese día, sino que tiene que ver con hacer redes, hacer vínculos. Porque estos chicos, los que estuvieron en el campamento se llevaron los contactos de los talleristas que son profesionales, que están trabajando, que son realizadores. Entonces ahora tienen otra visión, inclusive se los convoca para hacer también coequipo junto con el equipo organizador, porque pueden ver, pueden argumentar a todos los cortos que vengan. O sea, trabajamos con un equipo de jóvenes y eso es maravilloso, esto se consiguió con este campamento y vamos a seguir trabajando. Les cuento que después de agosto, aproximadamente al mes de octubre, tenemos ideas que el cine rural se vuelva itinerante. Esto quiere decir que vamos a tomar la estructura y el formato que tenemos y trataremos de llegar a aquellas escuelas que no pudieron participar en agosto o que no pudieron venir al campamento, y poder llegar con el formato del Cine Rural dentro de su escuela, dentro de su espacio particular.

— Dentro del festival tienen un espacio de mujeres latinoamericanas dedicado a visibilizar el trabajo audiovisual realizado por mujeres.

— Exactamente, en el año 2016 tuvimos el desafortunado desenlace de Melisa Bogarín una compañera de trabajo del Inta en Las Breñas; que, a raíz de los recortes que implementaba el Gobierno de los trabajadores, ella se descompensó y tuvo un infarto. Ese fue el desencadenante desagradable, pero ella en su accionar y en su campo era una comunicadora con todas las letras; trabajaba la comunicación popular también en las escuelas y en los pueblos originarios en el Chaco. Entonces, nos pareció que este espacio “Mujeres latinoamericanas, Melisa Bogarín” tiende o pretende transparentar y poner en relieve las producciones de la mujer, y el decir de la mujer, de las colectividades y de las diversidades. Tratamos de poner en relieve este sector que siempre es postergado, porque tenemos muchos realizadores audiovisuales y poco conocemos de las realizadoras audiovisuales.

Todo el cine rural se llama “Cháke mitãrusu oku’e”, que significa “Ojo, jóvenes en movimiento” en lengua guaraní. Entonces, puntualmente el objetivo son los jóvenes con esta particularidad de tener a Melisa Bogarín como una referente de la comunicación y la transmisión de estos pensamientos y de esa manera de visibilizar el decir y la lucha de las mujeres.

— ¿Quién fue René Oviedo?

— En lo personal fue mi compañero de vida durante 17 años, pero lo conozco desde muy chico. René Oviedo, si hay una frase que lo podría describir en el mundo de la comunicación diría que era un “ajedrecista de la comunicación”. Tenía esa particularidad de la estrategia de la comunicación, de la palabra dicha a tiempo y callada a tiempo, de saber que la palabra “encuentro” es el camino a seguir. En él por ahí convergían un montón de seres extraños le decía yo, “del palo” y no “del palo”, de tales posturas y de otras también, en él se encontraba una especie de punto en común que era el encuentro. Y convencía. 

Por eso tenemos ocho años de cine rural y mucha gente entusiasmada que continúa esto. René era un plaga hermoso que no solo era hacer play en una pantalla grande, sino que también era la música, la comida, el mate, el estar y las historias compartidas.  Él se nos mezcló y está en todas estas cositas, porque estaba convencido que había que de visibilizar a estos “a propósito invisibilizados” decía, él no veía que sea un descuido sino que había un adrede de invisibilizar cierto sector, es decir de hacerlos desaparecer y a la pantalla del cine rural la consideraba una herramienta revolucionaria que convencía a los pibes, nos convencía a los grandes como una posibilidad de mostrar lo no visto.

Digo que tenía mucha cabeza para un solo cuerpo, un genio, una cranealidad para organizar las cosas y ahora vamos tras ese horizonte que nos plantó, por ahí la vara nos queda un poquito alta pero si seguimos esa certeza que nos mostró que se podía vivir (y hasta entregó su vida), porque no me cabe duda que fue dejando su vida en cada lucha y en cada manera de empujar este tema. Nosotros seguimos tras eso con mucha emoción, con mucho respeto, honrando su vida, honrando a su manera de ser, de ser con todos, por eso seguimos.

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