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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Carta abierta

Por Ingrid Jetter*

Especial para El Litoral

En momentos como este es importante que la gente sepa lo que pensamos.  No es momento de tibios. 

Desde el día que el fiscal Luciani expresó su alegato y pidió doce años de prisión para Cristina Kirchner empezó una escalada de violencia alentada casi exclusivamente por ella y sus seguidores, muchos de ellos también con causas abiertas y/o sin poder justificar su patrimonio.

Primero, la actual vicepresidente habló desde su despacho en el Senado. Sus palabras resumieron un mensaje: “Todos son ladrones, ¿por qué debería pagar solo yo?”.  Se quejó también de por qué no le permitieron defenderse, omitiendo que cuando debía hacerlo, en forma despectiva y soberbia contestó a la Justicia que no iba a responder “nada”, que a ella la juzgaría “la historia”.

Al día siguiente, vimos y escuchamos a un Presidente cada día más deshilachado, manifestando impunemente que el fiscal Nisman se suicidó y, en una clara amenaza, diciendo: “Espero que Luciani no se suicide igual que Nisman”. Bochornoso, violento.

Empezaron las parrillas y los barras bravas en las veredas del departamento de Cristina. Una lluvia de viernes hizo que se fueran. 

A fin de evitar cualquier riesgo para los vecinos del barrio (incluida la vicepresidente), el gobierno de Caba decidió poner vallas para controlar adecuadamente que ningún inadaptado ingrese a esa esquina. Violentamente, Máximo Kirchner y otros funcionarios y militantes tumbaron las vallas e hirieron a doce policías de la Ciudad de Buenos Aires. Esa noche, la funcionaria procesada salió en un escenario montado al efecto y agradeció el “apoyo del pueblo”. Apoyo ¿a qué, a quién? A la postura de la vicepresidente de no ser juzgada, de no exponerse a la Justicia, como debemos hacerlo cualquiera de nosotros, cualquier ciudadano.

Después vino la decisión del juez Gallardo, quien “ordenó” a la policía de la Ciudad de Buenos Aires retirarse del lugar. La Policía Federal, hoy al mando de Aníbal Fernández, sería la encargada de dar seguridad a la privilegiada vicepresidente (que tiene además cien custodios pagados por todos nosotros) y también, supuestamente, a los vecinos de esa zona. 

Evidentemente no lo consiguieron.

¿Son inoperantes? ¿Son cómplices? No lo sabemos. Lo determinará la Justicia. Pero lo que sí sabemos es que son “responsables”.

Pasado el hecho, en cadena nacional, el Presidente, en vez de hacer un llamado a todos los argentinos, llamar a la paz y la no violencia, colaborar con la Justicia y poner en disponibilidad a los funcionarios que no estuvieron a la altura de las circunstancias; salió a culpar “a los medios, la oposición y la Justicia”, y para completar el lamentable espectáculo decretó “feriado nacional”.

Sinceramente (hasta esa palabra está devaluada), me involucré en política por vocación de servicio. Tuve muchas satisfacciones, casi todas como intendente y también muchas frustraciones, pero nunca estuve en una situación como la actual. No me resigno a avalar esta locura solo para ser políticamente correcta, para que no me tilden de “violenta o antidemocrática”. No lo soy.

Violencia es todo lo que vivimos y fomentó el kirchnerismo estos últimos días, y si observamos con atención, durante muchos años. Antidemocrático es pretender no acatar la Justicia, violencia es negarse a explicar los miles de millones que tienen muchos funcionarios obtenidos por corrupción, violencia es no luchar de verdad para disminuir la pobreza, mejorar la educación y hacer que cada uno sea premiado por su talento y su esfuerzo. Violencia es saquear al que trabaja, casi diariamente.

No me resigno a la Argentina de pocos privilegiados, de matones, de “vivos y cancheros”, y menos me resigno a ser parte de los tibios que no se le animan.

Quiero expresar que no somos todos lo mismo. 

Estoy convencida de que se sale adelante con verdad, justicia, coraje y firmeza. Nunca con hipocresía, tibieza y corrupción.

      * Diputada nacional. 

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