Sin celulares en las aulas

En 2018, una polémica ley prohibió el uso de celulares en las aulas francesas. “Nuestra misión principal es proteger a los niños y adolescentes”, había dicho el ministro de Educación Jean-Michel Blanquer.

Días atrás, fue el turno de Italia cuando confirmó la prohibición de utilizar dispositivos electrónicos en las aulas si no es con fines educativos. “Estar distraído con el celular no permite seguir de manera provechosa las lecciones y es además una falta de respeto a la figura del docente, a quienes es prioritario restituir la autoridad”, expresó el ministro Giuseppe Valditara. Citó también una investigación del Senado que resaltó los efectos nocivos que el descuidado uso de dispositivos electrónicos puede tener sobre la concentración, la memoria y el espíritu crítico de los niños.

Es bien sabido que las aplicaciones están hábilmente diseñadas para atrapar a los usuarios. Que los algoritmos les proponen lo que es de su interés y que, en ese intercambio de información, las personas que no logran poner coto a la dependencia terminan sometidas a las pantallas. Con mentes aún en formación, niños y jóvenes se vuelven víctimas aún más lábiles de estas adicciones.

En 2006, una temprana percepción sobre los peligros del celular en el aula llevó al gobierno de Buenos Aires a prohibirlos durante una década. Recientemente, el gobierno de Catamarca siguió los pasos de los países europeos y prohibió su uso, salvo con fines pedagógicos para disminuir así también el ciberbullying, un doloroso fenómeno en crecimiento.

La pandemia obligó a muchas personas a estrenar el camino de la virtualidad. Fue una presencialidad interrumpida la que aceleró y promovió ese rumbo que hoy Catamarca prefiere limitar. Las normas deben sostenerse en razones suficientes y valederas, mucho más cuando involucran la construcción de un andamiaje tan delicado como el educativo. Los procesos pedagógicos se ven revolucionados por las nuevas tecnologías, si bien es cierto que es mayor su disponibilidad en sectores socioeconómicos privilegiados. Según un estudio de Argentinos por la Educación, el 80% de los estudiantes de barrios populares usaron el celular como vínculo con el proceso educativo en pandemia.

El principio de autoridad de un docente no puede verse condicionado por el uso de celulares en las aulas. Siempre será su buen tino y el conocimiento de sus alumnos el que mejor guíe sus decisiones y determine los límites. En todo caso, serán también los propios docentes quienes deban explorar la utilidad de estas nuevas herramientas para el aprendizaje en el aula, capacitados para comprender su mejor uso, para producir contenidos valiosos y para desarrollar actividades en beneficio de los aprendizajes.