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El accidente de los rugbiers uruguayos

El pasado viernes 13 de octubre se cumplió un aniversario más de la terrible tragedia de Los Andes, cuando un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, llevando a bordo al equipo de rugby amateur Old Cristians, cayó en plena cordillera de Los Andes. En un principio se los dio a todos por muertos,  pero no fue así, 16 de los 45 viajeros sobrevivieron. Esta es su historia, superresumida.

Por El Litoral

Domingo, 22 de octubre de 2023 a las 01:00
Sobrevivientes. Algunos de los que se salvaron, junto a los restos del avión.

Por Francisco Villagrán
[email protected]
Especial para El Litoral

Ese viernes 13 de octubre de 1972, nunca más fatídico, el equipo de rugby uruguayo amateur Old Cristians, formado por ex alumnos de entre 18 y 23 años, se dirigía de Montevideo a Santiago de Chile para jugar un partido amistoso contra su par de Old Boys. Fueron acompañados por familiares y amigos. El avión se estrelló en plena Cordillera de los Andes en una zona inaccesible denominada el Glaciar de las Lágrimas. Estaba piloteado por el coronel  Julián Ferradás, habiendo partido del aeropuerto mendocino El Plumerillo, luego de una escala obligada en Mendoza por un frente de tormenta, tenía previsto realizar el cruce de la cordillera por el llamado Paso del Planchón para llegar a Chile. Las condiciones climáticas adversas confundieron a Ferradás y lo llevaron a estrellar el avión contra las montañas, destrozando su cola y sus alas antes de precipitarse en el Valle de las Lágrimas, una larga pendiente nevada de 3.500 metros de altura, en las inmediaciones del cerro El Sosneado. Antes de ocurrir el accidente, Ferradás había transmitido su posición erróneamente 100 Km. más hacia el norte, por lo cual la posterior búsqueda no dio resultados. Trece personas murieron inmediatamente en el accidente y otras cuatro en la madrugada posterior, entre ellos el piloto Ferradás y toda la tripulación. Quedaron 28 sobrevivientes que lucharían por mantenerse vivos en una geografía hostil, de hielos traicioneros y temperaturas de 40 grados bajo cero, sin víveres suficientes y aferrados a una esperanza débil de rescate. Al cabo de 72 días, 16 sobrevivientes fueron rescatados de las altas montañas y allí se produjo el llamado Milagro de Navidad por la cercanía de la fecha.
Después de haberse precipitado a tierra, el avión se deslizó varios cientos de metros  por la pendiente de nieve hasta detenerse por completo. La desaceleración fue brutal y por la inercia, los asientos delanteros quedaron comprimidos contra la parte frontal, lo que causó la muerte inmediata de muchos pasajeros. A la mañana siguiente ya habían muerto cuatro personas más y otras tres estaban graves, entre ellas Fernando Parrado, quien había estrellado su cabeza contra el montante de los equipajes y tenía una fractura de cráneo agravado  por un edema cerebral. Milagrosamente Parrado se recuperó y  terminó siendo uno de los pilares del grupo de sobrevivientes que lograría salir de la cordillera. Un informe médico especializado en neurología, realizado meses más tarde, demostró que hubo una combinación de factores que le permitieron superar ese mal momento. En un comienzo fue dado por muerto y colocado afuera del avión, hasta que alguien se dio cuenta que aún respiraba y fue llevado adentro del avión, cubierto por el fuselaje. Pasó tres días en coma con fractura de cráneo, hipotermia  y deshidratación. Fueron problemas que, paradójicamente lo ayudaron a mantenerse con vida. La baja temperatura permitió la sobrevida de las neuronas que habían sido afectadas por el golpe. Milagrosamente se recuperó y junto con Roberto Canessa, ellos fueron los héroes que tras caminar 55 km. en la nieve durante 9 días y finalmente encontraron al arriero chileno Sergio Catalán, quien fue el que llevó la noticia a los carabineros, quienes finalmente los rescataron.
Una verdadera odisea
En las últimas horas del domingo 29 de octubre cuando ya habían pasado más de dos semanas desde el accidente, un alud se precipitó desde lo alto de las montañas sepultando por completo los restos del avión donde dormían todos. Solo uno no quedó cubierto por la nieve: Roy Harley, quien desesperadamente comenzó a cavar con las manos en la nieve para rescatar a sus compañeros. Pudo recuperar a varios, pero el saldo trágico que dejó el alud fue de 8 muertos. El fuerte temporal de viento y nieve que azotaba afuera no los dejaba salir del fuselaje. No había más comestibles y hubo entonces que tomar una decisión: comer la carne de sus compañeros muertos para  poder sobrevivir. Al suponer  que las autoridades ya los habían dado por muertos, decidieron elegir a los dos más fuertes para emprender una expedición en busca de ayuda. Fueron elegidos Roberto Canessa y Fernando Parrado, quienes luego de caminar nueve días por sitios con mucho hielo, roca y temperaturas de -30º, llegaron a un valle rodeado de algunos pequeños árboles y al otro lado de un riacho de poco caudal, divisaron a un arriero que los observaba curioso. Tomaron entonces una piedra con la que envolvieron un papel en el que escribieron: “Venimos de un avión que cayó en la cordillera, somos uruguayos, quedan 14 personas heridas, ayúdenos por favor.” 
El arriero chileno, llamado Sergio Catalán, les arrojó un poco de pan que tenía encima y les dijo que esperen, que buscaría ayuda. Se dirigió al retén de Puente Negro, donde dio la noticia a los carabineros chilenos, quienes de inmediato comenzaron el rescate. Al día siguiente, dos helicópteros de la Fuerza Aérea Chilena rescataron a los 14 sobrevivientes restantes que habían quedado en el avión y así se puso fin a la odisea y drama que habían soportado los uruguayos. Un mes después del rescate, los restos de los fallecidos fueron enterrados a unos 800 metros del avión y sobre ellos se erigió una gran cruz de hierro en homenaje a las víctimas de la tragedia. Lo que quedó del fuselaje fue quemado para evitar que buscadores de curiosidades y reliquias se lo llevaran. Esta increíble historia inspiró a escribir varios libros y filmar películas que aún hoy son vistas y valoradas. Una verdadera historia de coraje y supervivencia a toda prueba que quedó marcada a fuego para siempre en la historia de los accidentes aéreos.

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