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Un rey llamado D’Arienzo

Se diferenció del resto, sin perder el basamento, continuando con el ritmo como un metrónomo imparable. Y se erigió por mérito propio en “Rey del compás”.

n El Barrio de Balvanera, pleno Buenos Aires, entre Hipólito Yrigoyen y Cevallos, fue la cuna de nacimiento del músico vital del tango, que lo proyectó con un ritmo incisivo haciéndolo único por su marcación pertinaz.

Juan D’Arienzo, hijo de padres inmigrantes italianos, se volcó por el violín, y en alguna época también lo sedujo la música de jazz. Cuenta Roberto Selles, que D’Arienzo “posibilitó el resurgimiento del baile” que se marca cuando los evolucionistas como Julio de Caro, comenzaron en el 23, a ensayar nuevas orquestaciones.

Sin embargo él, se planta en el férreo 2x4, que lo ensayaron en principio los padres del tango, al comienzo de todo.

En 1918, Carlos Posadas, uno de esos nombres que habitaron y propulsaron el ritmo que bailaba la guardia vieja, lo integró a la orquesta del Teatro Avenida. Al poco tiempo fallece Posadas, y la nueva agrupación se compone con el pianista Angel D’Ágostino, viejo compañero de barrio de Juan D’Árienzo.

Después de un “desliz” con el jazz que lo mantuvo alejado un breve tiempo,  D’Arienzo regresa al ruedo, conformando varias agrupaciones de tango, ya que en 1928 formó una nueva.

Esta vez con la compañía del pianista Luis Visca y la voz de Carlos Dante, pero al poco tiempo queda en manos de D’Arienzo  por desvincularse el primero. En 1935 es cuando comienza su proyección con la incorporación del pianista “Manos Brujas”, así llamado por su aplomo y creatividad, quien fuera el impulsor de marcar con firmeza rítmica el 2x4: Rodolfo Biaggi.

Juan D’Arienzo ha sido un personaje particular en la forma de dirigir, dándole aire y fuerza a sus músicos como nunca nadie lo había hecho, parado frente a la orquesta como quien enfrenta un malón. 

Escucharlo a Juan D’Arienzo no es detenernos, es avanzar marchando al ritmo del gotán, que encontró el estilo justo de hacer memoria a quienes lo fundaron, como ofrenda permanente del “Rey del compás”.

Ritmo que comenzó a ser nuevamente popular en su renacer, y que la orquesta promovía en sus inolvidables presentaciones en el famoso “Chantecler”, como así a través de LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires, constituyéndose en la voz de mayor alcance.

Sus discos para el sello RCA Víctor eran éxitos de venta, que la gente accedía para tenerlo muy cerca al “Rey del compás”. Recordemos que Juan D’Arienzo ha compuesto reconocidos títulos que fueron sucesos.

“Paciencia”, “Chirusa”, “Callejas solo”, “El vino triste”, “Bien pulenta”, “Nada más”, “Chichipía”, “Brumas”, “El raje”, Bandera baja”, “Bailate un tango”, “Ganzúa”, “Sepeñoporipitapa”. 

Sin duda la orquesta de Juan D’Arienzo  era una agrupación de grandes intérpretes, compenetrados en la marcación de un 2x4 inflexible, tenaz, que lo hacía imbatible.

Pasaron por ella calificadas voces, que fueron moda, y éxitos tanto en radios, teatros, clubes y televisión, que en cada actuación reafirmaba la soberana denominación de su popular mentor.

Ellos fueron Carlos Dante, Alberto Echagüe (también yerno del maestro D’Arienzo), Francisco Fiorentino, Walter Cabral, Rafael Cisca, Mario Landi, Alberto Reynal, Héctor Mauré, Enríque Carbel, Carlos Casares, Jorge Valdés, Mario Bustos, Armando Laborde, Horacio Palma, Héctor Millán y Osvaldo Ramos.

En su tango, “Bien pulenta”, afirma:

Estoy en el ambiente de muchachos calaveras, / entre guapos y malandras me hice taura pa´tallar, / me he jugado sin dar pifias en bulines y carpetas. /  Me enseñaron a ser vivo muchos vivos de verdad. / No me gustan los boliches, que las copas charlan mucho / y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó. / Yo conozco tantos hombres que eran vivos y eran duchos, / y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón. / Yo nunca fui shusheta de pinta y fulería / y sé lo que es jugarse la suerte de una baraja / si tengo un metejón. / Le escapo a ese chamuyo fulero y confidente / de aquellos  que se sienten amigos de ocasión. / Yo soy de aquellas horas que laten dentro el pecho, / las minas seguidoras, de hombres bien derechos / tallando tras cartón. / Siempre sé tener conducta, por más contra que me busquen, / aunque muchos se embalurden  que soy punto  pa´ currar, /  ando chivo con la yuta porque tengo mi rebusque / y me aguanto cualquier cupo con las cartas que me dan. / No me gusta avivar giles que después se me hacen contras, / acostumbro escuchar mucho, nunca fui conversador / y aprendí desde purrete que el que nace calavera / no se tuerce con la mala ni tampoco es batidor.

Lo que permite suponer, que a D’Arienzo  no le era ajeno el chamuyo de pueblo. De allí su ritmo, que como un latido marca a fondo, ese 2x4 rescatado por ser piedra fundacional.

Se lo vuelve a escuchar, y uno se emociona con la disciplina “militar” de su línea de bandoneones avanzando plenos y sonoros, mientras los violines se suman al ritmo inexorable del contrabajo y piano. Se detienen brevemente como en “La cumparsita” todos a la vez, marcando pausa con una perfecta sincronía de compases en silencio que, a la orden del Maestro arrancan de nuevo todos juntos, creando una antesala de suspenso.

Escucharlo a Juan D’Arienzo  no es detenernos, es avanzar marchando al ritmo del gotán, que encontró el estilo justo de hacer memoria a quienes lo fundaron, como ofrenda permanente del “Rey del Compás”.

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LA FRASE

Un estilo marcado por una síncopa feroz.