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El "Gordo" bueno

Troilo ha sido bueno en todo sentido. En lo profesional. En la amistad. En la sensibilidad del trato musical como el humano. Un hermano verdadero.
 

Viernes, 15 de septiembre de 2023 a las 17:00

Qué otra cosa le cabía. Era de todo lo que enaltece al hombre, al músico, al colega que cada noche le pone alma al bandoneón.
Aníbal Troilo “Pichuco”, de él justamente se trata. En toda su dimensión de amistad sin límite. En toda su capacidad de músico de Buenos Aires, nochero, casi un padre, siempre bien dispuesto de comenzar otra vez.
“El bandoneón mayor de Buenos Aires”, como acertadamente lo bautizó el decidor Julián Centeya, el italiano de pequeño nacionalizado argentino.
Tal vez sea acertado, lo expresamente señalado por Luis Adolfo Sierra: “Bandoneonista eximio, reúne en su personalísimo estilo, a manera de prodigiosa síntesis, la delicada sonoridad de Pedro Maffia, la brillantez académica de Pedro Laurenz, y el fraseo octavado de Ciriaco Ortíz.”
Roberto Goyeneche, “el polaco”, que siempre se sintió como su hijo se cuidaba en recordar que, “Pichuco”, dado sus consejos amables, esas enseñanzas que se prenden a fuego que caracterizan a un Director, lo distinguían merecidamente como “Maestro de Cantores”.
Porque su influencia didáctica iba más allá, mucho más, hasta diseccionar cada tango en una guía permanente para atacar con una coloratura diferente, donde cada palabra juega un rol preponderante, en volumen, pasión y pausa.
Sumado a ello el don de gente, respetuoso, amable, diríamos cariñoso, con que enriquecía cada clase, haciéndolas únicas. 
Hay un disco a propósito, registrado por el sello “Melopea” que da cuenta de ello. De esos largos ensayos donde Aníbal Troilo con su orquesta, pulía detenidamente cada detalle, lo llevó 23´39” minutos de ardua tarea.
Cabe señalar que se trataba del tema de Canaro y Amadori, “Madreselva”, cantado por Nelly Vázquez, atendiendo cada tramo, dónde y cómo cortar cada verso, para que ejerzan mayor fuerza interpretativa.
Se trata del CD titulado: “Aníbal Troilo. Recordación al 20 aniversario celebración de su cumpleaños”, conteniendo 10 bandas. En la banda 9, se registra el ensayo en cuestión.
“Pichuco” nació en el Barrio de Almagro allí donde se confunde con Abasto. Aproximadamente a los 12 años descubre el bandoneón como instrumento musical. Después se viene como regalo, su bandoneón Doble “A”, que su madre se lo compró en $140,00.
Su maestro primero y definitivo fue el tano Juan Amendolaro, que en tan solo 6 meses agotó todo lo que sabía ya que la ansiedad y sensibilidad por el instrumento, hizo de Troilo niño un prodigio aventajado.
En la previa jugó para ganadores: Osvaldo Pugliese, Elvino Bardaro, Julio De Caro, Angel DÁgostino, Juan DÁrienzo, Alfredo Attadía, Juan Carlos Cobián, Ciriaco Ortíz.
Su primera orquesta se alistó con Juan Rodríguez, Roberto Yanitelli, bandoneones. Reynaldo Nichele, José Stilman y Pedro Sapochnik, en violines. Orlando Goñi, piano. Juan Fasio en contrabajo. Cantante, Francisco Fiorentino. Los arreglos de un triunfador, Argentino Galván. Actuaron también en ese rol, jugando para Troilo, Héctor Artola, Astor Piazzolla, Ismael Spitalnik y Eduardo Rovira. 
Las voces que cantaron para su orquesta han sido numerosas y de gran popularidad: Francisco Fiorentino, Amadeo Mandarino, Alberto Marino, Floreal Ruíz, Edmundo Rivero, Aldo Calderón, Jorge Casal, Raúl Berón, Carlos Olmedo, Pablo Lozano, Roberto Goyeneche, Angel Cárdenas, Elba Berón, Roberto Rufino. Nelly Vázquez, Tito Reyes y Roberto Achával. 
Por si fuera poco una lista notable de autoría: “Toda mi vida”, “Mi tango triste”, “Pa´que bailen los muchachos”, “Barrio de tango”, “Sur”, “Che bandoneón”, “Discepolín”, “Desencuentro”, “Una canción”, “Patio mío”, “La cantina”, “La última curda”, “La patraña”, “Te llaman malevo”, “Tú penúltimo tango”, “Responso”, “Contrabajeando”, “A Pedro Maffia”, “La trampera”, “Con mi perro”, “Milonga de Manuel Flores”, “Con toda la voz que tengo”, “Romance de barrio”, “Valsecito amigo.”
María Esther Gilio ha sido una periodista uruguaya que en 1972 debió exiliarse en Buenos Aires, lo que le  permitió disponer de toda la porteñidad, su música, su gente, el ámbito tanguero con fisonomía blanco y negro de radiografía.
Hay un libro suyo que da cuenta de la aventura de seguirlo a Aníbal Troilo “Pichuco”, para que le cuente toda esa magia que hay detrás de él, tanto por parte del público pero más que nada de sus propios músicos que lo vieron en vivo y en directo.
Ese libro, lleva por título: “Aníbal Troilo Pichuco. Conversaciones”. Parte de su prólogo escrito por Juan Gelman, dice; “Seguramente así fue: querido y querendón, fiel a las mujeres, leal a los amigos. Esta troica de Troilo es una verdadera radiografía-no de datos fatigados, sino de sueños, deseos, tonos, atmósferas-de un hombre que supo decirle a María Esther Gilio al final de la entrevista, en la voz baja de la confesión, “tengo unas ganas de morirme que no puedo más”, y se murió meses después. No cualquiera despierta en el ajeno la necesidad de expresar una verdad de ese calibre. Hay que ser muy especial.”
El “gordo” era un tipo muy especial. Querido y querible. Sensible como en “Responso” despidiendo a su amigo del alma, Homero Manzi.
La María Esther Gilio, la periodista empeñada en sacarle palabras a un ser humano, a un músico muy grande, que vivía a pleno su interioridad, era imposible lograrlo.
Ella, concluye el libro develando una intimidad que habla a las claras de Pichuco, que se lo dijo en una nota Astor Piazzolla:
“Pero yo no nací en un frasquito ni el sonido de mi bandoneón es una rareza del cielo. Todo está ligado, lo expreso con mi música. En el primer tema de la “Suite Troileana”, que se llama “Bandoneón”, el Gordo está siempre a mi lado, por momentos toco como Piazzolla, y de a ratos como Troilo.”
Ha sido un “gordo bueno” en todo lo que se propuso. Se parangona con la perfección de una melodía, en la seguridad de un ritmo, en el abrazo predispuesto.
 

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