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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Qué han hecho ellos, para merecerse tanto

El desprestigio de la política viene de la mano del político. Hay algunos faltos de solidaridad que no observan las urgencias del pueblo, donde comprar remedios hay que prescindir de alimentos. 

Acaso, sufrieron las inclemencias del sol o la lluvia, a cielo abierto, torso liberado, abriendo una calle, una zanja, como tantos argentinos que sin opciones debe abonar un pasaje de colectivos rescindiendo el alimento para los suyos.

No creo que ellos, los Senadores, no hayan defraudado más de una vez la idea impoluta, de no ser el auténtico equilibrio de la balanza que rige la justicia.

Alguna vez, la ambición, el no ser menos que el otro seguramente que lo ha tentado, que como él ha jurado por Dios y la Patria, y si así no lo hiciera será juzgado y tendrá su castigo. En serio..? O, simplemente se trata de una acendrada idealización.

Coincidente con “el tirón de oreja”, formulada en San Expedito por el Arzobispo de Buenos Aires, Garda Cuerva: “Muchachos, no se aumenten los sueldos..!”

Creo que dada nuestra capacidad para crear como el mago con el conejo siempre, siempre y más aún ellos con todas las facilidades en sus manos, alguna cana al aire han cometido.

Pero, vemos: LA CASTA NO CAMBIA. Siempre tiene pretextos. Saben cómo salir de atolladeros. Más aún la desfachatez de votar haciendo lo imposible por hacerse perdiz sin que se lo note. Aunque más no fuera, “sin querer, queriendo.”

Como lo vemos a Lustou, con el brazo ligeramente levantado para que no se lo vea, en abierta actitud de disimulo, “como quien baila de luto”, mientras sostiene una conversación con una colega en pleno Congreso, pero habilitando el sí, después como dice la prensa, de haber protestado hace una semana por el aumento de Adorni.

Uno coincide, son nomás la casta, que no repara en nada con tal de arrimar provecho propio, haber engrosado a mano levantada un aumento que compone la dieta de un Senador, de 1,7 a 4,5 millones de pesos, más otras yerbas. Pequeñeces, que el hombre de la pala, ni en sueños lo verá nunca.

Es notable cómo la vergüenza se ha convertido en un detalle sin sentido, en un incómodo detalle, que solamente sirve para poner obstáculo en el camino. Congestionar la ruta del “exitoso político” devenido en juez y parte.

Mientras la gente más pobre que hoy la Argentina construye segundo a segundo más urgentemente desposeídos, existen personas cacareando como un gallo, como si el rol que poseen lo hacen dioses terrenos, más “dignos”.

Las voces se levantan con justa bronca, como decía Jorge Lanata, si no presento mi denuncia queda como si el Presi tiene razón, cuando no lo tiene ni tampoco pruebas.

Es cierto que la política es la ciencia de lo posible, pero las cosas con ciertos temas están vedadas por la moral pública. Es también cierto que  “La política también es arte, doctrina o práctica referente al Gobierno, promoviendo la participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar EL BIEN COMUN DE LA SOCIEDAD”.

Es la indignación que promueven operaciones de esta índole cuando toman estado público, hablan de la bajeza del propósito y la solapada oportunidad cuando lo más pobres dieron el batacazo electoral, para terminar por siempre  con la corrupción de quienes se fueron, aunque el alimento y lo remedios se lo hagan prohibitivos.

Pero lo que sucedió, fue con los de hoy, los de ayer, con propios y ajenos, aquellos que se rasgan las vestiduras y de los otros, hasta el indeciso titubeante pero que a última hora tampoco se ha perdido el tren.

Son nomás, la casta. Con mayor disimulo, con mayor sigilo, pero la misma y total desfachatez de siempre. No son, somos. Porque asentir ante la neutralidad es de alguna forma morigerar la gravedad del caso, si bien estaban, no era ni es el momento en su derecho, cuando la mayoría silenciosa cumple crudamente con un ajuste histórico, podría decirse inhumano pero único y último camino posible rumbo a ese país que todos soñamos.

Torpes, qué otra mancha más poco importa. Y eso, que les fue rápido y cómodo; cronometrado duró tan solo 20 segundos la votación a mano alzada.

Que nunca lo hemos podido consolidar, salvo brevemente como la felicidad a cuenta gotas, justamente por los malos ejemplos reiterados en determinados momentos de torpeza de la historia.

El abuso de las atribuciones. El desmadre de los buenos ejemplos. El poco sentido de pertenencia de Argentina, que se trata de “nuestra casa”, y como tal debemos ser honestos con nosotros mismos.

Es el domicilio de nuestra identidad. Que ningún rango conferido está por encima del sacrificio honesto, esfuerzo denodado del último de los argentinos en la cola de la esperanza, esa visión que cada uno dibuja persiguiendo el bienestar como objetivo y derecho que a cada uno nos corresponde.

Al respecto por ética deben tomarse sentencias ejemplares; por credibilidad debilitada la incredulidad ha ganado el escepticismo. Las cosas malas no solo cunden, sino que el descreimiento gana toda verdad esforzada en hacerse creer.

Son nomás la casta. Qué han hecho ellos, para merecerse tanto. No se puede premiar improcedencias que desmerecen a quienes verdaderamente se sacrifican, diferenciando inocentes por pecadores. 

No se puede torcer verdades que degradan. Las malas costumbres se prenden; algo hay que hacer ante peligrosa pandemia. Son nomás la casta. Inoportunos, mostrando la hilacha. Torpes, qué otra mancha más poco importa. Y, eso, que les fue rápido y cómodo; cronometrado duró tan solo 20 segundos la votación a mano alzada.

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