Desde finales del siglo XX, el empleo ha experimentado transformaciones significativas. Según los datos analizados desde la fuente OEDE 1, en Argentina el empleo creció un 63% entre el segundo trimestre de 1998 y el mismo período de 2024. Sin embargo, este crecimiento no ha sido uniforme en todas las actividades económicas. Las actividades en informática registraron un notorio crecimiento del 644% así como la investigación y desarrollo aumentó un 306%, mientras que un sector como la industria apenas creció un 29,4%, quedando por debajo de la media general.
La automatización y la robotización han transformado procesos productivos, desplazando ciertas tareas manuales. Esto no es nuevo en la historia: en el siglo XIX, los artesanos textiles fueron superados por trabajadores industriales que, apoyados por máquinas, lograron procesar materias primas a velocidades y volúmenes sin precedentes. Hoy, un fenómeno similar está ocurriendo con la inteligencia artificial (IA) y la robótica, que han comenzado a integrarse con fuerza dentro de los procesos de producción y consumo imponerse en la producción y el consumo.
Yuval Noah Harari, en su libro Homo Deus, ya vislumbraba en 2016 cómo la convergencia de la inteligencia artificial, la biología y la robótica redefiniría no solo las economías, sino también la naturaleza misma del trabajo. Harari advertía que estas tecnologías no solo automatizarían tareas físicas, sino también cognitivas, marcando una nueva era en la historia humana.
En este contexto, es importante destacar que la IA se está usando para analizar datos en tiempo real para el sector de las finanzas y el petróleo, o bien para realizar una campaña personalizada en redes sociales u ofrecer recomendaciones de productos a consumidores, entre muchas otras aplicaciones. Y es que tiene la capacidad de reducir significativamente los tiempos de tareas complejas, permitiéndonos dedicar más recursos a la creatividad, la estrategia y la innovación. Y, como el tiempo es el recurso más valioso que tenemos –uno que, con el paso de los años, se vuelve cada vez más escaso–, la IA puede convertirse en nuestra mayor aliada.
Sin embargo, hay algo que la IA aún no ha logrado dominar: la empatía y la emoción. Hoy, de cara a un futuro siempre inefable, las empresas comenzaron a priorizar competencias humanas o soft skills que, por su naturaleza compleja, todavía no han sido fácilmente enseñadas a las máquinas. La empatía, la capacidad de conectar emocionalmente con otros, y la emoción, como motor de las decisiones humanas, se están consolidando como habilidades esenciales para los tiempos que vienen. Estas capacidades, sumadas a otras, precisamente por ser más difíciles de replicar mediante algoritmos, permanecen como la piedra angular de lo que nos hace únicos en el mundo laboral.
En lugar de ver la IA como una amenaza, debemos verla como una oportunidad para reinventarnos y maximizar nuestro potencial.
Un ejemplo claro de esta tendencia es lo que sucedió durante la pandemia de COVID-19, cuando la educación y la docencia demostraron ser insustituibles. Si bien el e-learning permitió la continuidad educativa, no llegó a reemplazar el valor del contacto humano y la relación interpersonal en la enseñanza. De hecho, la educación y la docencia se perfilan como dos de los trabajos más demandados del futuro. Muchos de los empleos emergentes estarán basados en la cercanía, el vínculo y el apoyo en relaciones interpersonales, como la expresión de sentimientos y la humanización de las interacciones con los clientes. Si bien se trabaja fuertemente en poder generar tecnologías cada vez más cercanas y con lenguaje parecido al humano, afecto y el calor humano siguen siendo aspectos hasta el momento casi imposibles de programar.
A nivel global, el peso de la tecnología es innegable. El índice bursátil de mayor capitalización de Estados Unidos es el S&P500, donde las siete empresas más grandes son tecnológicas (las G7 Big Tech) y representan aproximadamente una cuarta parte del valor total del índice. Esto no solo evidencia la importancia de la tecnología en la economía mundial, sino también su impacto en nuestras vidas diarias y en el futuro del trabajo.
El objetivo aquí no es generar miedo frente a las nuevas tecnologías, sino más bien motivar a que las enfrentemos y las adoptemos. La clave no está en resistir el cambio, sino en adaptarnos y usar estas herramientas para evitar ser reemplazados por aquellos que sí las utilicen. Como consumidores ya formamos parte de este nuevo ecosistema, cuando compramos productos y servicios que en alguna parte de su proceso fueron intervenidos por alguna inteligencia artificial, aunque no nos demos cuenta, sobre todo si provienen de una gran empresa.
Al igual que en la historia reciente, la tecnología viene en forma de oportunidad y podemos aprovecharla de manera pasiva como usuarios o bien de manera activa potenciando nuevas y mayores capacidades. La sociedad en su conjunto se verá beneficiada con esta nueva adaptación y la clave está en que podemos ser protagonistas de esta transformación de paradigma tecnológico
Una forma efectiva de lograr esto es a través del aprendizaje continuo. Estudiar y mantenerse actualizado sobre estas tecnologías, no solo es una estrategia de supervivencia en el mundo laboral, sino también una manera de prosperar en él y porque no transformar su empleo en una emprendimientos tiene una empresa puede empezar por preguntarse ¿Cómo puedo aplicar la inteligencia artificial en alguno de los productos o servicios que ofrezco?.
En lugar de ver la IA como una amenaza, debemos verla como una oportunidad para reinventarnos y maximizar nuestro potencial. El futuro del trabajo ya está aquí.
* Licenciado en Sistemas de Información.
Bibliografía
1- https://www.argentina.gob.ar/trabajo/estadisticas/observatorio-de-empleo-y-dinamica-empresarial-oede-0
2- Homo Deus - Yuval Noah Harari
3- Automatizados - Eduardo Levy Yetayi y Dario Judzik
4- https://www.bls.gov/news.release/pdf/ecopro.pdf