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El precio cantante y sonante

Tenemos la ventaja de aprender contabilidad cada vez que pagamos- En estos tiempos de Argentina lejana, manejar las cuentas es una oportunidad de pocos. Siempre en detrimento castigo de por medio, llanto y bronca.

Sabado, 10 de mayo de 2025 a las 23:22

El costo de las cosas. De todas las cosas que compramos. Con la duda: el valor real o “engordado” por las dudas.
Los miles de ellos que al conformar una cifra de venta, salen de sí y construyen el precio final. Ese precio que si bien la lucha de un ajuste fuertemente alimentado por la urgencia de acabar con la inflación, ha quedado pegado a un tobogán que pone a prueba los bolsillos.
Mientras que a capa y espada en una lucha final que ahora, según el Presidente se extiende hasta mediados del año próximo, dista de la misma respuesta porque en el menudeo no ha tenido el movimiento descendente esperado.
Sino que el interanual tomó la pista a velocidad máxima promoviendo esa baja, pero que no se compara con los precios estáticos, y más bien hacia arriba que hacen penar creando diferencias abismales en la sociedad, marcados y discriminatorios.
Los precios agobian, sin embargo una parte de esa sociedad no se queja, por el contrario promete acompañar la causa antes que desertar. Sin embargo buena parte de ella se asfixia pero sigue tarjeteando absorbiendo aumentos sin chistar, la vida en “dolce farniente”, como si acá no ha ocurrido nada.
Hay una sociedad no superada, que sigue vociferando en marchas como las tradicionales de los miércoles, que son ya un clásico pero que sin embargo nadie cede, salvo los precios desbocados y los gritos desesperados de la gente que siguen en igual dirección.
Uno duda en realidad cuando proclaman precios, si son reales o el que fija la necesidad de productores, sin embargo no hace mucho mayoristas y súpermercadistas se opusieron a seguir por los peldaños superiores de costumbre, ya que el vértigo de las alturas crecen sin tomar precauciones, siempre con finales imprevisibles.
Otro tanto lo marcan las tarifas básicas que movilizan los hogares, bienestar que le dicen, para lograr la justa calidad de vida merecida e imprescindible.
Ahora mina la duda si tal panorama beneficiará la imagen electoral que se viene, sin embargo los Senadores han tirado como proviniendo de un cubilete, el posible proyecto de un sueldo de $ 9.000.000, lo que no deja de ser inmoral ante el agobio general.
Si así sucediera, es un descaro incontrolado de muy mal ejemplo, mientras que los remedios siguen volando en vuelo infinito. Uno se pregunta de qué valen sueldos en carretilla, si unas recetas muestran duramente lo que significa resfriarse, lo que supera al milenario transporte de mano cómodamente.
Esto último nada tiene que ver con los sueldos de nuestros legisladores, que siempre miran de afuera el espectáculo de “ojitos”, que libran en la calle las personas de a pie.
Uno valora el esfuerzo por bajar la inflación, pero también es cierto que al enfermo no se lo puede polvorizar para que no infrinja gastos, como en su momento Menem dictaminó con los ferrocarriles: “Ramal que no anda. Ramal que se levanta”. Así muchos ramales murieron, sin ir muy lejos, el Urquiza que nos interconectaba.
Seguro que hay ganancia económica. Se avanza prematuramente. Se logra en breve lo que no se pudo en tiempo normal. Pero tengamos en cuenta que con esas soluciones, nos olvidamos de la gente. La que sufre y sobrevive.
Porque en medio de esos restos hay personas frágiles que no tienen la culpa con el giro de los sucesos.
En la desesperación poblacional dicen los medidores de opinión, que cada vez son más jóvenes desempleados, como jubilados desesperados por “conchavos” que mitigue en algo su maldita suerte.
Me desespera el odio hacia quienes informan la realidad, permitiendo que la gente pueda opinar críticamente que da mucho para ello. 
La libre expresión es lo que cabe en Democracia, sentando las bases de la verdadera libertad ya que como ciudadanos nos cabe decir qué se siente, y de qué forma nos afecta.
Como decía Francisco: “Nadie se salva solo”. Todos necesitamos de los demás. 
Concluyo, citando parte de la poesía del uruguayo Eduardo Galeano “Los nadies”, perteneciente a su obra “El libro de los abrazos”, cuando hoy la pobreza pega fuerte y el ser desclasado busca en vano su identidad.
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ninguno, los marginados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. / Que no son, aunque sean. /  Que no hablan idiomas, sino dialectos. / Que no profesan religiones, sino supersticiones. / Que no hacen artes, sino artesanía. / Que no practican cultura, sino folklore. / Que no son seres humanos, sino recursos humanos. / Que no tienen cara, sino brazos. / Que no tienen nombre, sino número. / Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. / Los nadies. Que cuestan menos que la bala que los mata.” /
Es el precio cantante y sonante de una búsqueda desesperada, por ser libres en realidad. En la palabra y el bolsillo, donde comienza todo. La lucha constante por lograr un país tal cual lo soñamos. 

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