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Herminio Giménez y su centenario

Por El Litoral

Lunes, 14 de febrero de 2005 a las 21:00
Una orquesta y coro que lleva el nombre de Herminio Giménez perpetua la trayectoria del músico paraguayo, cuyo legado artístico sigue vigente.
Ante el recordatorio de Girala Yampey acerca de Herminio Giménez y el Centenario de su nacimiento (El Litoral,6/I/04), cuando en Asunción ya ha sido declarado Año Herminiano al corriente, multitud de recuerdos se agolpan. Naturalmente, Herminio ha dejado una huella honda, muy honda en la ciudad de Corrientes, a tal punto que una vez, Monseñor Rolón, Arzobispo de Asunción, tuvo que advertir a algún feligrés quejoso que el Maestro jamás iba a cambiar su tierra por otra. Y lo probó fehacientemente, apenas caída la dictadura que ensangrentó la patria guaraní durante tantos años; sin ignorar, además que no se puede amar a Corrientes sin tener, al mismo tiempo, a Paraguay en el corazón.
Pero la nota del amigo Yampey exige algunas aclaraciones. Herminio Giménez no sólo fundó la Orquesta y Coro Municipal que hoy llevan su nombre; también fundó la Orquesta Folklórica de la Provincia, cuyo primer Director fuera y por largos años, cuando esta formación instrumental se erigió en pionera en su género en todo el país. Tras largas conversaciones en lo de Benjamín de la Vega habrá de surgir la idea de lo que es hoy la Folklórica -la perviviente ‘K‘ nos brinda la certeza de su antigüedad, pues si la bautizáramos en nuestros días llevaría en su lugar la ‘C‘-; Herminio aseguró en alguna ocasión que el Coro reemplazaba a los instrumentos de que carecía y que su modernidad -la Orquesta iba a tener bajo electrónico, guitarra eléctrica, batería- atendía a la necesidad de ajustar un ingrediente musical de larga data, a las exigencias del mundo en movimiento.
Esto lo escribimos ya en el Apéndice del libro de Talavera: ‘Herminio Jiménez. Un Músico Latinoamericano‘, siguiendo rectificaciones periodísticas de Irma Solís, integrante fundadora: la primera incursión en el folclore correntino del instrumental moderno, es mérito exclusivo de Herminio Jiménez, cuya innovación, por otra parte, como ocurre siempre, desató notorias resistencias en los días de fundación de la Folklórica. Esa es, sin duda, una de las huellas hondas dejadas por el Maestro en esta ciudad, que le está debiendo, eso sí, su nombre a una calle, plaza o paseo.
Otra aclaración que la nota de Yampey atrae, tiene que ver con su aseveración acerca del retorno de Herminio a Paraguay tras el derrocamiento de la Dictadura de Stroessner. Lo insinuamos más atrás; cuando Stroessner no estuvo, el Hijo que nunca fue Pródigo llegó a Asunción para quedarse. Pero no bastaba ese regreso al Maestro, y con Stroessner en el Poder, en 1975, habría de protagonizar una espectacular presentación de la Folklórica (no la Municipal, aún inexistente) en la Catedral y, con ella, la de su Misa Folklórica Paraguaya. Con tal motivo, escribe La Tribuna del 17 de agosto de 1975, ‘... ahora, después de tanto tiempo, era él, Herminio Jiménez. El cómplice directo e inexcusable de tantas lágrimas solitarias cuando escuchaba Lejanía o de tantas alegrías al oír los sones de Che Trompo Arazá...‘ Una densa multitud trata de tocarlo y entrar al recinto, mientras al son de la Misa parece desperezarse el mundo congelado. Y a la Misa Concelebrada iba a asistir el propio Stroessner, quien hace, prudentemente, mutis por el foro ante de concluido el oficio, receloso de aquel músico que en todo momento le mostraba la espalda. Su acompañante, el Primer Ministro sudafricano, B.J. Vorster, es quien se acerca a cumplimentar al prestigioso visitante de la Capital paraguaya.
Porque el Maestro, por encima de todo, disponía de atributos muy sólidos. Por cierto, lo emocionaba hasta las lágrimas si en el Aeropuerto cubano el gobierno revolucionario lo esperaba con arpa y guarania; y claro que en su modestia era capaz de hacer cosas que lo pintan de cuerpo entero: todavía me estremece evocar una noche, poco después de vueltos a casa con una Irma Solís, cuyo estado de salud preocupaba, tras un parto castigado por la impericia médica. Y de pronto, como en remezones, la música de una canción de cuna: Herminio y su Orquesta Folklórica, sentados en el suelo, nos traían la serenata del advenimiento. Porque estábamos, a pesar de todo, caminando otra vez la ruta de siempre. Y era, ciertamente, el mismo que había dado la espalda a Stroessner al ejecutar la Misa en la Catedral de Asunción... o el hombre de paz y de convicciones que se llega a la Casa de Gobierno, una vez derrocado aquél, para exigirle a Rodríguez el cumplimiento de sus promesas.
Era como escribió La Tribuna, Herminio Jiménez, ‘complice directo e inexcusable de tantas lágrimas solitarias...‘. Las que dejó acá al irse el músico latinoamericano que Rivarola Matto calificó de ‘prócer‘ y que la ‘cultura oficial‘argentina, empapada de banalidades, no mencionó siquiera una vez en todo este tiempo. Por eso, Corrientes no puede exceptuarse de adherir al año herminiano decretado por Asunción. Mucho significó el Maestro en esta ciudad a lo largo de muchísimos años, y no solamente por la creación de las dos Orquestas, sino porque, además, mostró con su desempeño el grado en que correntinos y paraguayos hemos tenido siempre entrelazados nuestros destinos.

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