China Zorrilla en la piel de Helen Niemand, una mujer que en un lejano poblado en medio del desierto señala “El camino a la Meca”. “¿Quién lo entendería?”, se pregunta, cuando en su desesperación escribe una carta a Elsie para que venga a rescatarla de un pastor persuasivo (Marius) que intenta recluirla en un hogar de ancianos, considerando su bienestar y la posible compañía de otros seres en igualdad de condiciones.
Helen lleva sobre sus espaldas el peso de quince años de viudez, la presión de un pueblo que no entiende su razonamiento libertario al encender luces para espantar a la oscuridad, que no es otra que la soledad y el rechazo. Encontró en su vocación de escultora, el camino viable para llegar a la Meca y así se lo hace saber a esas dos personas que entretejen su destino sin pensar en sus propios miedos. “No puedo encerrarme con toda mi luz en un modesto cuartito de ancianos”, suplica ante la urgencia de estampar su firma en una autorización que la alejará de sus lugares comunes. “Yo soy este cuarto”, anuncia y descorre las cortinas de sus sueños para que puedan ver, como ella, que “si se termina mi Meca, se termina mi vida”.
Un día, bastó un día para que detrás de esa puerta que señala su mundo, la Meca comenzara a tomar forma, con alambres, vidrios de colores, estatuas y siempre la luz para contrarrestar la soledad de no saberse integrada a la comunidad más que por la presencia de Katrina, su fiel sirvienta.
Elsie por un lado con su lucha interna y sus miedos pequeños tratando de contener a una amiga que busca su apoyo. El pastor Marius que le recrimina su alejamiento de una iglesia de la que era devota. “Cuando uno ha perdido la fe, las palabras solemnes suenan como piedritas desgastadas”, se escuda la señora. “No se deja el hábito de toda una vida, sin saber que esa vida ya no va a volver a ser la misma”.
La libertad de Helen, esa ansiada libertad interior que no conoce fronteras y que sucede en medio de un desierto que rodea su propio vergel, es una muralla ante cualquier argumento esgrimido por un pastor que termina por reconocer que jamás llegará a construir su “Camino a la Meca”. “Es demasiado largo para mi y estoy muy viejo”, dice vencido por la grandeza de una mujer que sola y rechazada, ha logrado dominar sus miedos. “Hay más luz en usted que en todas las velas de esta casa”, confiesa el cura en la despedida.
Recuperar la confianza. Volver a creer en los sueños. Elsie entiende que así debe ser y se lanza a los brazos de Helen que la espera convencida de haber espantado los fantasmas de la oscuridad con una luz que ciega a las peores tormentas.
EMOCION SIN LIBRETO
Finalizada la función y acallado el aplauso del público en la sala, la señora China Zorrilla dirigió unas cálidas palabras, con las luces del teatro encendidas a pleno. “Hace 24 años, Corrientes me recibió en esta misma sala. Un día antes de la función fuimos a Paso de la Patria y maravillada quedé de aquel paisaje y el hecho de que las entradas estén completamente vendidas, el sueño de todo actor. Pero quiso el destino que a nuestro regreso, protagonizáramos un accidente en la ruta, del cual resultó víctima mi secretaria privada que falleció en el lugar. Yo estuve 45 minutos a la espera de auxilio, con siete costillas rotas. Un taxista me recogió y me trajo a un lugar que para mi era el paraíso, el sanatorio “Del Litoral”, donde un médico me tranquilizó, ‘todo va a andar bien China’, me dijo el doctor Yamil Machado”. El doctor Machado, presente en la sala, recibió el renovado agradecimiento de la actriz.
“Mis días en ese sanatorio, las cartas más tiernas, más cariñosas, recibí durante la estadía. Así que por encima de los aplausos de ustedes esta noche, no puedo olvidar aquel episodio inesperado. La reacción de la gente fue igual al calor de estos aplausos”, destacó y pidió perdón por el “discursete”.
El Litoral esperó la salida de la actriz y en el hall del teatro, reapareció la mujer que tantas alegrías ha dado con su arte, al cine y al teatro nacional. Sencilla y clara como su mirada de un azul profundo, firmó autógrafos y continuó con su proverbial sentido del humor. “Sigo haciendo teatro que es lo que me gusta. Yo también encontré ‘El camino a la Meca’”, expresó en la despedida.