Creado en diciembre de 1913, el organismo se transformó en la Unidad Penitenciaria N°3 que alberga a decenas de mujeres condenadas, procesadas y aquellas con causas federales; quienes comparten el edificio con adolescentes, ubicadas en el área Correccional, ubicadas allí por disposición de alguno de los Juzgados de Menores.
“Actualmente tenemos unas 30 mujeres adultas”, contó la religiosa a El Litoral. La más joven cuenta con 18 años, mientras que la mayor ronda poco más de 60. En el Pelletier no existen rejas, ni celdas; todas viven en comunidad y se distribuyen las tareas domésticas; “ellas se encargan de mantener limpia la casa, lavan, planchan, entre otras actividades”. Hasta hace poco también se encargaban de la cocina, pero desde que cuentan con el servicio alimentario de una reconocida empresa de servicios -que también asiste a hospitales y escuelas-, preparar el menú diario es algo que quedó relegado en ellas.
Asimismo, las mujeres participan de diversos talleres, que en un futuro -tras quedar en libertad- les permitirá una salida laboral. “Tienen corte y confección, manualidades, bijouterie, repostería, peluquería, tejido a mano, a máquina, dactilografía, como así también clases de computación”, enumeró.
Aunque en sus inicios, el Pelletier estaba dirigido por una numerosa orden de religiosas, las Hermanas del Buen Pastor, actualmente “solo tres somos de esta congregación, mientras que el personal encargado de las mujeres privadas de libertad pertenece al Servicio Penitenciario de la Provincia”. Entre monjas, agentes de la penitenciaría, administrativos y profesores suman un total de 40.
Nacer sin libertad
En amplios salones de paredes húmedas y descascaradas, las mujeres comparten la habitación. “Hay algunas con capacidad para 15 camas, otras de seis y tres”, señaló la Hermana Irene. Otras incluso con cunas y cochecitos; porque “también hay cinco madres alojadas con sus bebés”, dijo. “Los más grandes van a la guardería Rosa Guarú, para que se relacionen con otros chicos de su edad, conozcan el exterior”, acotó.
Para ellos, la religiosa es su abuela del corazón, y como tal ella los “malcría”, pero también intenta inculcarle los buenos valores. “Atender estas personas es mucho dolor, uno se pone muy sensible, se encariña con los chicos, se entristece con el sufrimiento que cargan estas mujeres, siente impotencia como ellas que esperan las resoluciones judiciales que le otorguen su libertad”, recordó acongojada la religiosa que lleva 42 años al servicio de Dios.
Por otra parte, comentó que quienes tienen maridos o están en pareja hace más de diez años tienen los jueves su visita “íntima”. En caso de que él también se encuentre preso, ese día “se las lleva hacia donde ellos están alojados para el encuentro”.
Menores en falta
En otro sector de las amplias y antiguas dimensiones del Pelletier funciona el Correccional de Menores, donde se alojan unas 20 chicas de entre 12 y 18 años con problemas con la Justicia; como así también aquellas víctimas de abusos sexuales, con conflictividad familiar, entre otros. El régimen en ellas es diferente, puesto que pueden concurrir a clases en escuelas del medio, mientras que las condenadas reciben educación dentro del mismo instituto.
En las jóvenes es muy frecuente que se escapen del instituto. “Trepan los muros, aprovechan cuando la puerta se abre, buscan la manera de escaparse y por más que se haga la denuncia, uno pierde el sueño en las noches, pensando donde pueden estar”, comentó la Hermana.
Difícil, no imposible
Pasar en vela hasta el regreso de las chicas, compartir el sufrimiento de mujeres infelices, con un pasado que las condena, estar rodeada de niños que crecen en un ambiente austero y más allá de no contar con rejas el encierro es tal, son cuestiones que entristece a la religiosa. “Desarrollar esta obra es muy difícil, pero no imposible”, enfatizó Sor Irene, quien se mostró gratificada al ver los resultados. “Hoy muchas de quienes estuvieron alojadas aquí son profesionales, trabajan y me paran en la calle para agradecer la contención brindada en el Instituto. Incluso una de ellas todos los años viene desde Buenos Aires a visitarnos”, contó emocionada.
En silencio, este grupo de religiosas junto con otras personas trabajan para la recuperación de mujeres -“porque la miramos como tales, no como lo que han hecho”, dijo- y cumplir así con la misión asumida ante Dios, servir al prójimo y contener a quienes lo necesitan.
LOS NUMEROS
248.354,22
Pesos es lo que invirtió el Gobierno Provincial en la refacción parcial del Instituto Pelletier. En julio de 2006 el Ejecutivo compró el inmueble a la Sociedad San Vicente de Paúl de la República Argentina por 1,5 millón de pesos.
EL DATO
Mensualmente, las detenidas reciben un peculio de $75 que lo utilizan en la compra de cigarrillos, dulces, cosmética o lo que ellas dispongan.