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Mujeres, poderes y cosmovisiones

Por El Litoral

Miércoles, 07 de marzo de 2012 a las 16:18
Ser mujer no es una condición esencial sino un resultado histórico. Los hombres y las mujeres se comportan según el lugar del planeta donde habitan, los géneros son construcciones culturales, lingüísticas, donde se atraviesan cosmovisiones y representaciones sobre los poderes presentes en la trama histórica.

Lo que hemos heredado como representación de la mujer en la historia dominante de occidente  es sólo una de las existentes como manifestación social y cultural, en tanto existen otras en sociedades y culturas diferentes a lo largo de la historia, más o menos invisibilizadas.

El origen de la misoginia y el desconocimiento de la diversidad

Para Platón, Aristóteles, Hipócrates, la mujer es un ser imperfecto por naturaleza. En el siglo IV a. C. decía Aristóteles en su Metafísica, sencillamente: “el hombre es por naturaleza superior y la mujer inferior, y uno domina y el otro es dominado”. En la Edad Media, el discurso de la Iglesia generó concepciones respecto a la identidad femenina todavía presentes en el imaginario actual. La Eva pecadora y la Virgen María asexuada son imágenes paradojales. En tanto Cristo fue “sin pecado concebido” fácilmente se puede establecer una relación entre el pecado, el cuerpo y la mujer. Estas construcciones desde hace siglos se expresan a través de ritos y mecanismos que disciplinan el espacio público y privado, tipos de trabajo, estructuras familiares, funciones, momentos vitales (Tedeschi, 2008).

El pensamiento misógino fue expresado de una manera radical en el Malleus Maleficarum (1486), el libro de cabecera de los inquisidores, que trata a la mujer como una categoría diabólica. Siendo más débil y su intelecto inferior es por naturaleza más propensa a la tentación. De hecho el significado etimológico de femenino es: “la que tiene menos fe”. Aunque estos arquetipos hayan sido revisados y hoy no sean sostenidos oficialmente son construcciones que permanecen en algunos imaginarios.

La modernización que en aras de la explotación de la naturaleza se opuso a la diversidad con su visión racionalizante y unidimensional no atenuó el patriarcado más bien lo agravó, fijando roles bien diferenciados en el trabajo, en las esferas pública y privada. El orden social constituido en la modernidad, más allá de sus raíces en las representaciones e imaginarios sociales del pasado se constituyó sobre la base de la diferencia de género.

A través del imaginario las sociedades establecen y distribuyen papeles y posiciones sociales, imponen creencias y reglas de conducta, construyen códigos de comportamiento, produciendo representaciones de sí propias, en las cuales las personas encuentran un lugar, una identidad y una razón de ser.

La expulsión de las diosas

El monoteísmo en occidente fue apagando poco a poco el importante papel desempeñado por las  mujeres en los cultos antiguos. El Edicto de Tesalónica (380 d. C.) que declaró el culto cristiano y católico como el único oficial  y prohibió todos los demás cultos declarándolos herejes, instauró una religión patriarcal, que representó a Dios como un ser masculino.

Según el filósofo Sergio Bergallo (2008) al momento del edicto coexistían en el imperio romano, múltiples creencias y escuelas filosóficas que en general daban un lugar muy significativo a la mujer. Al culto oficial de los dioses romanos urbanos y rurales se añadían los cultos de cada uno de los pueblos conquistados: etruscos, griegos, egipcios, tracios, judíos, árabes, fenicios, etc. además de otras iglesias cristianas. Se pueden nombrar los cultos de Isis y Osiris (de Egipto), el frigio de Attis y Cibeles, el de Dionisios en su versión órfica, los misterios de Eleusis (ambos de origen griego, y antes de la cultura mediterránea), las diversas comunidades cristianas con su origen común en Israel, el hermetismo egipcio y el mitraísmo iranio.

La mujer en la cosmovisión indígena

Antes de ser llamada Indias o del póstumo nombre de América, al continente se lo nombró Abya Yala, Anahuac, Pacha, Mapu, nombres todos que remiten a la figuración de una mujer. Mujer-cosmos, mujer naturaleza, mujer-saber, mujer vida son binomios que se reiteran en un orden sagrado a lo largo del continente.

En las cosmovisiones indígenas existen principios como el del equilibrio, el de la dualidad y complementariedad de los contrarios que trascienden a la legitimación de las identidades masculinas y femeninas, y se extienden a la percepción de la naturaleza misma (Gotta, 2010). Lo femenino está asociado a una concepción básicamente creadora. El concepto de la complementariedad se refiere a la interconexión entre todos los elementos físicos-espirituales del universo. No hay femenino sin masculino como no hay día sin noche, no hay madre tierra sin padre sol, de tal modo que todos los seres fueron creados para complementarse. Las actitudes y prácticas de supremacía de unos seres sobre otros que integran el cosmos no existen, sean hombres-mujeres, animales o bosques. El bienestar de cualquier ser es fundamental para el equilibrio universal.

Abrirnos a la posibilidad de comprender que lo que uno piensa y aquéllos valores en los cuales uno ha sido formado no son los únicos, abrirnos a la posibilidad de comprender las historias de nuestras palabras, las tramas de representaciones y poderes que entretejieron nuestras subjetividades, nos permitiría una visión más comprensiva, más crítica, más abierta, más vital hacia este tiempo, y la complementariedad en diálogo igualitario de lo femenino-masculino en un universo que nos comprende a todos.

 G. Elizabeth Bergallo
Mgter en Antropología Social

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