Si vamos a la Pintura, las batallas protagonizadas por Don Carnal y Doña Cuaresma, han sido plasmadas en lienzos desde hace siglos. Cada artista, con su particular visión y estilo, ofrece un nuevo aspecto a este acontecimiento.
La imagen fuerte y directa de la máscara y el grotesco, fue tratada de diferentes maneras, y con diferentes intencionalidades por los más grandes pintores de todas las épocas.
Estos pocos ejemplos ilustran el tratamiento del tema del carnaval en la pintura.
- “El Arlequín” o “Pablo vestido de Arlequín”, de Pablo Picasso. Si bien en su obra el tema del mundo del circo es recurrente, como en “Familia de acróbatas” (1905, National Gallery, Washington), en la figura del arlequín, Picasso pintó su otro yo, su alter ego, práctica que repitió también en posteriores trabajos. Haber recurrido al disfraz conecta esta obra con el tema de la pintura y el Carnaval o el Carnaval en la pintura. Cuántas cosas dice ese niño de expresión inocente, tan lejano al hombre que dicen que Picasso fue- sentado con formalidad en una silla de sala, con su disfraz de arlequín, en el tiempo de un carnaval del que la diversión no llega a su alma ya atribulada, marcada por la caracterización. La duplicidad, el ser otro, la tristeza y la melancolía que muchos instalan tras la bulla breve y efímera del carnaval están ahí.
- “La Bacanal” o “La Bacanal de los Andrios”, de Tiziano, obra realizada entre 1518 y 1536, por encargo del Duque de Ferrara, aborda el tema mitológico de una bacanal, fiesta del dios del vino, Baco. Celebraciones que están en la progenitura del carnaval. Se enmarca en la isla de Andros. La sensualidad y el desborde de los seres desnudos con que compone la escena, pese al carácter campesino y popular que Tiziano quiso dar a su obra, sirve para mostrar el concepto festivo y lujoso de la pintura veneciana. No hay en la obra él un mensaje simbólico elaborado.
- “Candombe”, de Pedro Figari (pintor uruguayo, 1861-1938), realizado en 1921, muestra un festejo de negros en una modesta casa colonial. La vestimenta nos habla del mundo afro-americano en el río de La Plata. Obra inscripta en lo que se llamó “Nativismo”, movimiento surgido en un momento especial de la pintura latinoamericana, en el que se comienza la búsqueda de contenidos locales. Si para la mayoría de los pintores uruguayos de la década del veinte, el fervor nativista se asumía en un tono festivo y autocomplaciente, en la obra de Figari se vislumbra un componente de “crítica” que se expresa a través del humor satírico, en el dibujo abocetado y en el sentido popular de la imagen.
- “Carnaval” de Jules Chéret, obra perteneciente al “Cartelismo” de finales del siglo XIX, cuando con la aplicación de la litografía y la utilización del color, que permitieron ilustrar de un modo vibrante y con mayor impacto, el cartel logra un puesto dominante en la publicidad, como correspondía a la naciente sociedad de consumo de masas. Artistas gráficos como Jules Chéret (Maitre de l'Affiche,) produjeron carteles publicitarios que fueron verdaderas obras de arte, como este cartel publicitario de “Les Pantomimes Lumineuses”, de Mr. E. Reynaud, en el Theatre Optique, de 1894.
- “Carnaval en el Boulevard de los Capuchinos” de Monet. “Una Mañana a uno de nosotros se le olvidó el negro, y ese fue el nacimiento el impresionismo”, dijo Pierre Auguste Renoir. El impresionismo es una reacción contra el clasicismo. Clasicismo significa reconocer la autoridad del lenguaje formal y la selección de motivos de un gran arte del pasado, con su consiguiente imitación. Ello suponía la convicción de que las obras de arte debían ser bellas, nobles y pedagógicas, y que existían criterios infalibles para valorar la belleza, así como reglas para su configuración. La interpretación clasicista del arte pone la idea por encima de la realidad. Los impresionistas prefieren salir del atelier y pintar el paisaje, la calle, la gente común bajo la luz natural. “Yo pinto lo que veo y no lo que los demás quieren que vea”, decía Monet. El impresionismo (nacido en el Siglo XIX) es un movimiento liberador de la expresión, que refleja la superficie llena de colorido de la vida e intenta reproducir la belleza de la apariencia superficial tal como se ve en las luces cambiantes y pretende captar el encanto del momento.
- “La comparsita de mi calle”, Carlos Páez Vilaró, uruguayo, (1923). “Pero un día, en el barrio de Palermo, oí ruido de tambores, vi una cumparsita muy triste, con su mamá vieja, con un viejito esquelético que la acompañaba. Me dije: Ahí está la cosa. Me dejé tragar por la garganta de aquel conventillo, que tenía esa dentadura de sábanas blancas”,expresó a La Nación, el 23 de octubre de 2006.
- “La resistencia”, arlequín de Emilio Pettoruti. Pintor nacido en La plata en 1892 y fallecido en París, en 1971. El futurismo lo conmovió y transformó su vida y su obra. Esta etapa concluyó cuando conoció el Cubismo. El Futurismo ya no cumplía con las expectativas de Pettoruti, la pintura debía ser “construcción y color” y el Cubismo cumplía estos requisitos. Más adelante fue uno de los fundadores del modernismo argentino. Pettoruti pintó muchos arlequines (basados en los personajes tradicionales de la Commedia dell'Arte italiana) a lo largo de toda su carrera, hasta bien entrada la década de 1950.
- “Tarde de Carnaval en la Alameda”, de Ignacio Pinazo Camarlench. Valencia (1849 -1916). Pintura apaisada de finales del siglo XIX, escena costumbrista que muestra una escena de carnaval en la Alameda de Valencia. La obra es un claro ejemplo de luminosidad y combinación de realismo y abstracción.
- “El carnaval del Arlequín”, de Joan Miró. Pintor catalán, nacido en Barcelona en 1893 y fallecido en 1983. Enrolado en el surrealismo -del que luego se separó cuando aquel se politizó- creó una expresión propia en la que lo sub-real no surge del sueño y de la liberación de la mente sino de las ideas que subyacen debajo de la superficie, de la apariencia, de la realidad. En esta obra de 1924/25, la escena es un carnaval, donde las apariencias pueden transformarse para ver otras que hay debajo. Por eso, las formas tan extrañas tienen un simbolismo concreto. Este cuadro, según el propio Miró, fue realizado cuando sufría alucinaciones por el hambre.
- “Las máscaras”, de Vicente Forte. Pintor Argentino nacido en Lanús en 1917. Falleció en 1980. Esta obra pertenece a su serie “Los músicos”. Su pintura es alegre, perfecto reflejo de su personalidad. Su técnica es pura y directa, golpea al espectador con su contundencia. Ha sido uno de los integrantes más exitosos del Arte de los Argentinos y su obra, nacida de sus estudios con Pettoruti, no ha tenido seguidores. Intuitivo y pasional, sus composiciones son equilibradas, y el color son planos que en algunos casos parecen relieves escultóricos.
- “Martes de Carnaval”, de Paul Cézane. Pintor francés post impresionista (1839-1906). Esta obra data de 1888 y en ella los protagonistas son su hijo Paul y un amigo, caracterizados como los personajes típicos de la Commedia dell'arte. Paul aparece vestido de arlequín y Louis Guillaume de Pierrot, como si hubiera “fotografiado” a los dos jóvenes en el momento de partir a un baile de carnaval. Las figuras se enmarcan por dos gruesos cortinajes relacionados con algunos de los que aparecen en los bodegones.
- “El combate entre don Carnal y Doña Cuaresma”, obra del pintor flamenco Pieter Brueghel, el Viejo. (1525-1569). Es un óleo sobre tabla, pintado en el año 1559. En una compleja escena, ilustra muchas tradiciones de carnaval de su época. Una posada en el lado izquierdo, para el goce, y la iglesia a la derecha, para la devoción. Se parodia, por un lado, a los que celebran el carnaval y, por otro, a los devotos que cumplen la cuaresma. Unos niños comportándose correctamente, cerca de la iglesia, reconocible por su arquitectura en arco y su símbolo de Trinidad. En la fachada de la posada un barco en la bandera, y la escena de bebedores de cerveza. El carnaval está representado por el hombre que cabalga el barril de cerveza, lleva por sombrero un pastel y, en vez de una lanza, blande un espetón. Le combate la Cuaresma, simbolizada por la mujer enjuta que se sienta sobre un reclinatorio, del que tiran un monje y una monja; lleva por sombrero una colmena, símbolo de la miel de la cuaresma, y lo que porta en lugar de lanza es una pala con dos arenques. En una olla pueden verse alimentos típicos de la cuaresma: mejillones, galletas saladas y pretzels.
El conjunto de la gente se reúne sobre una gran plaza rodada de casas cuyos frentes unas mujeres están limpiando afanosamente, costumbre que se basa en la necesidad de volver a blanquearlas para alejar los estragos de las nevadas y a la que se da el simbolismo de dejar todo limpio para el tiempo de espiritualidad que se avecina. A la izquierda los malabaristas y bailarines, así como un mostrador con pescados y dos carrozas que compiten y un teatrito rotoso, como era tradicional en el Carnaval. En el fondo, bajo el soportal de una de las casas, un caballero sujeta a un oso, otro símbolo del Carnaval.
La escultura se inspira también en el carnaval. Como ejemplos:
- Proyecto del Monumento al Carnaval de Isla Cristina. El autor es el escultor, D. Fco. José Zamudio Barroso
- Escultura “Diablos Luzón”, Carnaval de Luzón. Guadalajara. Castilla - La Mancha. España.
- “Trilogía del carnaval”, bronce a la cera perdida, de Julio Londoño, artista contemporáneo colombiano.
- “Carnaval”, monumento de homenaje al Carnaval de Cozumel, de autor desconocido.
Este pantallazo que pudo abarcar también el teatro, la cinematografía, permite concluir que el carnaval, siendo un acontecimiento de cuatro días (en nuestra ciudad un poco más) extiende su fascinación con gran peso hacia los más grandes creadores del mundo, a quienes -a su vez- rinde homenaje en sus presentaciones. Sólo hemos querido mostrar algunas obras del arte universal inspiradas en el Carnaval y hacer una reflexión sobre los elementos que constituyen la expresión artística y cultural de un pueblo.